“Soy muy de Peralta”. En ese lugar con tradición de emprendedores nació Ana Azcona, y también vive y trabaja, concretamente en una de las empresas que lo han convertido en un polo de innovación y tecnología: Dynamobel. Una firma fundada por uno de los históricos empresarios de la localidad, Víctor Troyas. “Estudié en el Instituto de Marcilla y después me fui a la Universidad de Zaragoza, pero todos los fines de semana volvía a mi Peralta. Aquí están casi toda mi familia y mis amigas, que son las de la infancia”.
Siendo una niña, tenía muy claro que quería convertirse en médico y, más concretamente, en cirujana. “Nunca me había planteado otra cosa”. Pero hizo Económicas. ¿Qué ocurrió? “Pues que en el instituto, al llegar la selectividad y cuando había que pensar ya en serio, el director, la jefa de estudios, el bedel… Todos tenían primos, amigos, vecinos médicos y en paro. ¡Pero qué vas a hacer! ¡Estás loca, levantas una piedra y salen cuatro médicos! Me daba igual, yo seguía con mi idea. Y el día que fui a Zaragoza a matricularme en Medicina, entre en una crisis total, absoluta. Me vino a la cabeza todo lo que me habían estado machacando. Si aquel día antes de pasar por la Facultad de Económicas hubiera pasado por la de Veterinaria, ahora estaría cuidando perros”, resalta bromista. Estuvo algún tiempo más dándole vueltas al asunto. “Pero cuando tomo una decisión, allá que voy. En ocasiones, pensaba en retomar la medicina, pero la vida te lleva por un camino, te casas, tienes hijos…”.
“Me motivan los retos. Estar en un trabajo en el que todos los días tuviera que hacer lo mismo me aburriría y me cansaría”.
Su arraigo a Peralta y a sus amigas de siempre son muestras de fidelidad. Como también sus veintiséis años de trabajo en Dynamobel, prácticamente toda su vida laboral. “Somos tres hermanas. La mayor y yo estábamos a la vez en la universidad y, justo cuando yo terminaba, empezaba la pequeña. En casa había lo que había y no tenía aspiraciones de ¡buah, voy a trabajar en no sé dónde! ¡Voy a ser la no sé qué! Necesitaba un empleo para aportar algo y me daba igual dónde. Pasé por una fontanería, por una tienda de fotografía… Trabajillos menores, vaya”. En esas estaba cuando la llamaron -“al final esto es un pueblo, todos nos conocemos, saben que has acabado de estudiar…”- para decirle que había una posibilidad de trabajo en la recepción y centralita de Dynamobel.
No lo dudó. “Si me hubieran llamado para la cadena de montaje, habría venido igualmente. Nunca llegué a estar en el teléfono porque, mientras quedó vacante un puesto de gestora, por ahí empecé”. Poco tiempo después, la empresa puso en marcha un proyecto y sus responsables pensaron en la nueva “chavala” que había entrado y que “parecía que tiraba adelante”. “‘¿Te atreves?’. ‘¡Sí hombre, sí!’. Es que me gustan los retos, me motivan. Estar en un trabajo en el que todos los días tuviera que hacer lo mismo me aburriría y me cansaría”.
PREMIO Y SATISFACCIONES
Ana Azcona parece la sencillez personificada. Se muestra preocupada por “no tener mucho que contar” y, a la hora de hacerle las fotografías, dice que no sabe posar. Aunque desde que le concedieron uno de los premios de la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Navarra (Amedna), concretamente el correspondiente a la Directiva del Año 2020, ha tenido que hacerlo más que en toda su trayectoria anterior.
El premio reconocía su liderazgo en el desarrollo de múltiples proyectos en áreas diversas, como los que han permitido a Dynamobel acceder a todas las certificaciones ISO de empresa y de producto, activar un plan de igualdad que ya ha cumplido diez años, innovar en el sistema de gestión, mejorar la web corporativa y apostar por las redes sociales, además de implantar procesos de producción sostenibles o abrirse a nuevos mercados. ¿Cómo logró todo eso? “Es que soy bastante cabezona”, responde riéndose, dando muestras de que el lenguaje altisonante no es lo suyo. El caso es que gracias a sus méritos consiguió “algo que en principio no estaba previsto: ir ganándome un puesto en la organización y llegar a participar en la estrategia de la empresa“. Eso le ha aportado, a nivel personal, profesional y humano, satisfacciones que le han hecho comprender que no debía arrepentirse por no haber estudiado Medicina.
“Quizás puedo ser un ejemplo de que no es necesario apuntar alto desde el inicio para llegar arriba”.
Ve el premio de Amedna como un reconocimiento a una trayectoria profesional. “Que se valore que yo persona, no yo mujer, haya llegado a ocupar un puesto directivo habiendo empezado desde abajo me satisface. Creo que es algo reconocido en Dynamobel, pero que se reconozca también desde fuera es un puntazo”. Pese a todo, no se considera un referente: “Eso suena un poco fuerte. Quizás puedo ser un ejemplo de que no es necesario apuntar alto desde el inicio para poder llegar arriba”. Pero, aunque ella insista en lo contrario, al menos a nivel local sí lo es. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, la llamaron del Instituto de Peralta para impartir una charla al alumnado: “Fui porque, cuando yo estaba estudiando, con aquella indefinición igual me hubiera venido bien que alguien me orientara”.
Desde su puesto coordina y dirige los departamentos que dan servicio a las áreas de fabricación y comercial de Dynamobel, con tareas tan diversas como la atención al cliente, el área TIC, la ingeniería de fabricación o la gestión y tramitación de pedidos. “Todo viene de uno de esos proyectos en los que trabajé al llegar: la puesta en marcha de un nuevo sistema informático. Tuve que conocer por dentro todos los departamentos y, por eso, abarco ámbitos tan diversos”.
De una plantilla de unas 250 personas, tiene a su cargo a veintinueve, mayoritariamente mujeres. “Es algo casual. El valor está en la persona, sea hombre o mujer. Somos iguales, tanto da ser alto o bajo, rubio o moreno, hombre o mujer”. Pero también admite que “estaría mintiendo” si dijera que su condición femenina no le ha supuesto inconvenientes. “Siempre hay personas que te tratan con condescendencia o hacen gracias que están totalmente fuera de lugar. En el equipo directivo hemos llegado a estar doce personas y yo era la única mujer. La mayor parte de mis compañeros han sido correctos, no han hecho que me sintiera incómoda y eso es algo que valoro mucho porque Dynamobel ha estado dirigida históricamente por hombres”.
“Siempre hay personas que te tratan con condescendencia o hacen gracias que están totalmente fuera de lugar por ser mujer”.
Y en estos más de veinticinco años, ¿Ana Azcona no ha tenido la tentación de cambiar de aires? “No, pero sí que me han tentado. ¡Me siento tan de Dynamobel que no se me pasa por la cabeza! ¡Es casi como mi segunda familia! La gente es muy cercana y, para mí, las relaciones humanas en el trabajo, el equipo, son muy importantes“. No dejó la empresa cuando atravesaba dificultades tras la anterior crisis ni piensa hacerlo ahora que la pandemia les afecta, como a todos, lo que se traduce en un ERTE que deja los viernes sin producción. Casualmente, la entrevista tiene lugar un viernes y recorremos con ella la inmensa nave silenciosa: “Verla así me encoge el corazón”.
MUEBLES PARA TELETRABAJAR
En su caso, el coronavirus ha tenido un efecto singular. “Diseñamos y fabricamos muebles… Nosotros hablamos de espacios de trabajo porque la tendencia del mundo de la oficina ha cambiado. Antes, la unidad era el departamento, pero ahora son los proyectos, los equipos. No está cada uno solo en su mesa, todo es más colaborativo. Y claro, nos llega esta situación y nos prohíben estar próximos, con lo que los productos que tenemos en catálogo pues… están a la expectativa a ver si con las vacunas esto se reactiva y vamos volviendo a la normalidad”.
Además, mucha gente tiene que trabajar desde su casa. “Nos hemos tenido que reinventar y abrirnos al ‘home office’, preparar una serie de muebles para que quienes teletrabajan cuenten con un puesto con las debidas condiciones ergonómicas”. Termina la frase con un “a ver…” que suena como un suspiro.
“Hemos conseguido que la siguiente generación deje de hablar de conciliación en los términos de aspiración o de conquista”.
Pero en alguien tan vital, los momentos de desfallecimiento duran poco y su rostro vuelve a iluminarse cuando, ya casi despidiéndonos, nos interesamos por su familia y nos cuenta que está casada y tiene una hija estudiando en Zaragoza. ¡No nos diga que Medicina! Ríe con ganas y, sin acabar la carcajada, responde que era lo que quería, pero finalmente se decantó por Enfermería. “Ha sido menos drástica que yo. ¡A ver si tiene el mismo apego a Peralta y se queda aquí conmigo!”. Su vida personal no ha sido fácil. Llevaba muy poco tiempo en Dynamobel cuando se casó y, cuatro años después, su marido enfermó y quedó incapacitado para el trabajo. “No voy proclamando por ahí ‘mira todo lo que he hecho yo sola’. Ni lo hago ni me gusta. Ha surgido así, te adaptas a la situación y ya está. Hay que tirar para adelante. Si hubiese sido al revés, él habría hecho lo mismo y nadie se plantearía darle un premio por ser el hombre que ha tirado de la casa. ¿Por qué tiene que ser distinto cuando es una mujer a la que le toca?”.
Entonces, Ana Azcona se explaya en su argumentación. “Somos mujeres. Aparte de lidiar con esto -abre las manos como queriendo abarcar toda la fábrica-, tenemos que hacerlo con otras cosas. Gracias a Dios, creo que estamos en un momento en el que las nuevas generaciones están siendo educadas de forma. Y, quizás, dentro de nada se deje de decir ‘¡buah!, ¡fíjate!, ¡mujer y directiva, empresaria, emprendedora…!’. Que eso se vea como algo normal y natural. Tenemos que quitarnos ese peso que llevamos encima y que, muchas veces, nos ponemos nosotras mismas. Pero es un trabajo de toda la sociedad. Venimos de un patriarcado del que es difícil desengancharse, pero diría que algo hemos conseguido: que la siguiente generación deje de hablar de conciliación en los términos de aspiración o de conquista”. Al concluir, diríamos que su cara refleja cierta sorpresa ante su espontánea proclama, aunque acto seguido vuelve a reírse para añadir otro “a ver…”.