miércoles, 11 diciembre 2024

Ana Goyen es un vendaval

Con tan solo 36 años, esta ingeniera de Telecomunicaciones fue nombrada directora de la Unidad Eólica de Ingeteam, empresa líder mundial entre los proveedores independientes de convertidores para aerogeneradores. En una comunidad parca en vocaciones STEM femeninas, ha demostrado una brillante carrera profesional en un sector especialmente masculinizado, que puede servir de inspiración a las más jóvenes.


Pamplona - 13 febrero, 2021 - 00:02

Artículo patrocinado por BANCO SABADELL

Ana Goyen, fotografiada en la sede de Ingeteam. (Foto Maite H. Mateo)

Camino de la sede de Ingeteam, donde va a recibirnos Ana Goyen, recordamos a otra entrevistada con la que comparte el hecho de haber recibido uno de los premios de Amedna: la directora de Administración y Finanzas de Agenor Mantenimientos, Dolores Garijo. “Flaco favor hacéis los periodistas cuando nos planteáis preguntas de mujeres; cuando nos decís, por ejemplo con lo del premio, ¿quieres agradecer a tu familia por su apoyo? Eso no se lo decís a los hombres”.

Pero tal vez sí haya circunstancias propias de las mujeres en relación con su vida laboral que pueden ser de interés. Ana Goyen se queda pensativa cuando le planteamos nuestro dilema. “Puesss… también tengo sentimientos encontrados porque, por un lado, sí me fastidia el hecho de que por ser mujer me hagan preguntas muy orientadas a esa condición femenina en combinación con la actividad profesional. Pero, al mismo tiempo, la realidad es que somos menos y el que se nos visibilice puede hacer que esto sea más plural”. Hace una pausa y pone su mano derecha sobre el pecho: “No creo que se tenga que resaltar más la faceta familiar que en el caso de los hombres. Pero como mujeres sí tenemos mucho que aportar. Sí os pediría que planteéis esas cuestiones tanto a hombres como a mujeres”.

Luego contamos con el aval para hacerle una pregunta que tiene alguna relación con lo anterior: ¿Se considera un referente para otras mujeres, teniendo en cuenta la relevancia de su puesto en un sector eminentemente masculinizado? Se ríe antes de responder. “Da un poco de pudor… Mira, eso está en la condición femenina, cierta vergüenza a la hora de posicionarnos. Pero creo que sí, en cierta medida y en el sentido de que haces ver que se puede compaginar todo, que puedes aspirar y trabajar para mejorar lo que te rodea. ¡Es que yo no me esfuerzo aquí por la ambición de tener más poder o ascender! ¡Lo que quiero es contribuir más a la sociedad, a la cercana y al mundo en general!”.

“Elegí una carrera STEM y no veo razones para que no lo haga una mujer”.

Lo cierto es que casos como el suyo pueden servir para animar a muchas chicas a estudiar carreras STEM, en un momento en que la brecha de género en este campo es evidente. “No sé por qué ocurre eso. Yo hice una carrera STEM y no veo razones para que no lo haga una mujer… Recuerdo que cuando la elegí, mi abuelo me decía ‘¿y ya podrás, Anica?’. Fui el mejor expediente de la selectividad, podía optar a lo que quisiera. Pero era de otra generación y dudaba de mi capacidad”. Vuelve a hacer una breve pausa y abre los brazos: “¿Que hay que estudiar y trabajar mucho? También lo hacen las abogadas, por ejemplo, y hay muchísimas. Quizá es que no sabemos transmitir como ingenieros lo que podemos aportar a la sociedad. No hay series en la televisión sobre ingenieros, no aparecemos en los medios para decir que estamos desarrollando un producto que nos va a permitir tener una calidad de vida mejor por esto, esto y esto, cuando nuestro trabajo consiste en eso”.

ESTUDIANTE DE PREMIO

Ana Goyen, ya lo ha adelantado ella misma, fue una muy buena estudiante. Primero en el colegio de las Ursulinas -obtuvo el premio navarro de Bachillerato y quedó segunda en la Olimpiada Matemática- y después en la Universidad Pública de Navarra. “Disfruté mucho aprendiendo. Creo que no era empollona, tenía facilidad. Aunque con facilidad y sin esfuerzo, no llegas a ningún lado. Me ayudó que me gustan los retos y soy muy inquieta”. Asegura que no tiene la sensación de que estudiar le haya privado de nada de lo que otros hayan podido disfrutar.

La Ingeniería de Telecomunicaciones no era su vocación. “Hubiera hecho Matemáticas, pero tenía que irme a Zaragoza y con dos universidades marcharme fuera no me parecía algo muy responsable. Fue casi por descarte, las telecos estaban muy en boga y era la carrera más difícil, en la que pedían más nota. Así que a teleco sin pensarlo mucho, la verdad”. Su inquietud por los temas sociales, la justicia y los derechos de las personas, herencia de su padre sindicalista, Juan Goyen, le llevó a fundar la asociación estudiantil Sadar y a ser delegada todos los cursos menos uno. “Me metí en todas las salsas, hasta participé en la liga de debate, que suena un poco ‘freak’ pero fue una experiencia de lo más enriquecedora y divertida”.

“Sigo teniendo la misma cuadrilla de cuando iba a Ursulinas. Ahora quedamos para pasear ¡con la mascarilla!”.

No acabó el doctorado porque empezó a estudiar Empresariales -que sí terminó-, al tiempo que daba clases en la universidad. “Caí en un grupo de trabajo en el que las relaciones interpersonales no eran muy fluidas, mientras otros compañeros trabajaban en empresas con un ambiente totalmente diferente. Y decidí pasar al sector privado”. Su primer empleo fue en una consultoría tecnológica. “Las horas se hacían eternas porque no había carga de trabajo. Aquello me mataba y aguanté cinco meses”. Era el año 2005 e Ingeteam había convocado un puesto de coordinación de nuevos desarrollos en el área eólica. Lo consiguió “y hasta ahora”.

Ingeteam, fundada en Vizcaya, tiene cuatro de sus áreas de negocio en Navarra: Eólica, Fotovoltaica, Vehículo Eléctrico y Automatización de Plantas de Generación. Cuando Ana Goyen tenía 36 años, en enero de 2017, fue nombrada directora de la Unidad Eólica, que funciona con su propia cuenta de resultados, sus departamentos de I+D, comercial, posventa o ingeniería. “Aquí hacemos unos chiriborcios, como los llaman en Iberdrola: los convertidores. Unos dispositivos que controlan el funcionamiento de un aerogenerador”, comenta sonriente como si quisiera restar algo de importancia a un cargo del que dependen unos 400 empleos contando los de las plantas productivas. Una de ellas está en Sesma, otra en India y la tercera en Brasil. En total son 4.000 las personas que trabajan en el grupo, 360 en el edificio de Sarriguren.

Goyén es vocal en el clúster del sector, Enercluster.

Goyén es vocal en el clúster del sector, Enercluster.

Una carrera profesional tan rápida como exitosa. ¿Qué ve cuando mira hacia atrás? “Pues veo mi evolución, que es fruto del esfuerzo y del compromiso, y también de la filosofía que tenemos en Ingeteam. Un grupo que siempre ha valorado a la gente de casa, a su desarrollo y reconocimiento. Cuando quieres hacer algo nadie te para, tienes capacidad de acción. Y es importante que cuando cometas un fallo aprendas de él. No hay un miedo al error, es mucho más valioso tomar decisiones, ser activa, comprometerte con un proyecto del que te sientas partícipe”.

“Hemos demostrado lo que se puede hacer en esta región a nivel tecnológico, y se puede seguir haciendo mucho”.

Quizás sean esas las razones por las que se respira un ambiente distendido en la empresa. Mientras Ana Goyen posa para las fotografías, las personas que pasan a su lado le toman el pelo haciéndola reír. Todos parecen relajados, contentos. “Me siento muy agradecida por las oportunidades que se me dieron. Entré en telemando (algo así como un control remoto de aerogeneradores) el 1 de junio de 2005 y estuve hasta marzo porque el director comercial de Eólica, que era canario, volvió a su tierra. Decidieron que querían contar con alguien de la casa. Yo tenía 26 años y ninguna experiencia comercial, pero sí había demostrado ganas y querer aportar. Total que enseguida me involucré en la negociación con Mitsubishi de un contrato marco de suministros, a tres años vista, por unos importes superimportantes. Me vi viajando a Japón y discutiendo acuerdos que no había visto en la vida”. Tras semejante prueba, asumió la Dirección Comercial, luego la Dirección Adjunta de la unidad de negocio y finalmente la Dirección.

LLAMADA A LA COLABORACIÓN

Lo dicho, que le van los retos. “Sííí. Ja, ja, ja. Por supuesto, voy con mucho respeto, pero pueden las ganas de superarte. Si estoy en algo con lo que no aprendo, me ofusco”. Eso no quiere decir que esté pensando en el siguiente escalón profesional para cuando llegue el día en que, digamos, su actual puesto no tenga secretos para ella. “Siempre he dicho que el crecimiento no consiste solo en subir en el organigrama. También se logra enriqueciendo el puesto que cada uno tiene con sus propias inquietudes. Y siempre se pueden hacer cosas nuevas”. De ahí que también sea vocal del clúster de las empresas del sector, Enercluster, como representante de Ingeteam. “Creemos en la colaboración para dotarnos de una industria potente, que genere riqueza en nuestro entorno. Hay ejemplos de colaboración muy estrecha, en Dinamarca por ejemplo. Da pena que aquí, con todo lo que hemos sido, se pierdan esos lazos porque es muy importante lo que puede aportarte el de al lado. Hemos demostrado lo que se puede hacer en esta región a nivel tecnológico y se puede seguir haciendo mucho”.

“Me van los retos. Por supuesto, voy con mucho respeto pero pueden las ganas de superarte”.

Nos adentramos en un futuro renovable y descarbonizado. “Es una necesidad. Además, la energía eólica ya es mucho más competitiva que la fósil. Aporta sostenibidad a un precio asequible”. El mercado se ha concentrado tanto que solo hay cuatro grandes empresas fuera de China (Vestas, GE, Siemens Gamesa y Nordex Acciona), que hacen equilibrios con sus cuentas por la guerra de precios que mantienen. “Nosotros trabajamos para tres de esos ‘players’, demostrando siempre que hay mucho que aportar y que eres muy competitivo en lo que haces”.

Es una tarea compleja, y suponemos que conllevará bastante tensión. Pero parece sobrellevarla con soltura. Le ayudan el deporte –“correr me sienta muy bien física y mentalmente”- y Osasuna, del que es una fiel seguidora desde que su padre la llevaba, junto a su hermana, a ver los partidos y hasta los entrenamientos en Tajonar. Lo hacía mientras su madre, Gloria, trabajaba como dependienta en el comercio de Joaquín Ciga en la plaza Consistorial. “Los sábados trabajaba hasta las ocho y media de la tarde. He mamado fútbol a mansalva, seguimos siendo socios”. Una afición que ha transmitido a sus hijas, Ane y Noa. Aunque aclara que no es de las que demuestra su fervor rojillo con bufandas o banderas: “Estoy calladica. Ja, ja, ja”.

También le gusta estar en familia y salir con sus amigas: “Sigo teniendo la misma cuadrilla de cuando iba a Ursulinas. Yo no era de ir a discotecas, me gustaba más quedar con ellas para tomar un chocolate y comer unas pipas. Ahora vamos a pasear los domingos por la tarde ¡con la mascarilla!”. Lo que nos sugiere preguntar si van acompañadas por sus respectivos hijos. “No, dejamos a los críos con los padres y nos vamos solas”, responde riéndose sonoramente, mientras reconocemos con sonrojo haber recurrido a estereotipos sociales ya superados.

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