Para crear empleo, necesitamos dos ingredientes. El primero, que las empresas inicien o intensifiquen sus proyectos de innovación y; además, que haya competencia. Es decir, que se creen nuevas empresas que aporten otros puntos de vista, nuevas perspectivas y, por lo tanto, nuevos empleos. Esto lo tenemos claro, pero ¿cómo llevarlo a la práctica? Es aquí donde empiezan los problemas.
Si eres, por ejemplo, una empresa establecida y que ya cuenta con una trayectoria contrastada, la realidad es que desde hace dos años las ayudas o están congeladas o parecen no llegar nunca. Es más, si echas números, las pocas que te llegan para afrontar grandes proyectos no compensan ¿Por qué? Porque, de media, requieren más de 300 horas de documentación y entre seis meses y un año de resolución. En serio, para esto lo mejor es no hacer nada. El importe de la ayuda supera el coste de pedirla. ¡Absurdo!
Afortunadamente, ahora se anuncian nuevos procesos de ayuda con resoluciones en tres meses ¡Increíble! Algo hemos avanzado. Eso y que algunas empresas ya establecidas se han concienciado de la necesidad de invertir en mejoras de procesos o productos y en la creación de otros nuevos más optimizados y con propiedades diferentes, me hacen sentirme un poco más optimista.
Pero ¿qué ocurre con las nuevas empresas? ¿Cómo se financian? En el último año, al menos en cuatro ocasiones se nos ha anunciado que vuelve a fluir el crédito de los bancos. ¡Mentira! Parece duro pero es obvio que alguien falta a la verdad porque si el crédito ha vuelto a fluir solo hace falta un anuncio y todo el mundo se da por enterado ¿Para qué esa reiteración? Para hacer como que se está haciendo porque la realidad es que si vas a un banco, se comprueba que el grifo sigue cerrado. Es mentira y punto.
Por otro lado, lamentablemente para las empresas de nueva creación, no existen bancos sino que lo que se encuentran son casas de empeño. El engaño está muy bien montado. Hablan como bancos. Visten como bancos. Tienen oficinas que por dentro parecen bancos. Pero ¡NO! En realidad son ¡Casas de Empeño! ¡Sí, sí! Como las que salen en la tele en el canal de Discovery Max.
Exagerando, la conversación entre el nuevo empresario y el bancario debiera ser de este tono. “Hola, buenas. Que tengo una empresa y necesito crédito para fabricar los pedidos de mis clientes”. “¡Claro! Me gusta su plan comercial, ¿tiene un reloj para dejarnos a cuenta?” Sería más honesto que fuese así, que los mostradores fuesen altos y que tuviésemos que entrar con las llaves de nuestro coche o casa para que nos la valorasen un cuarenta por ciento por debajo de su precio. Vamos, como lo que vemos en la tele.
Tirando de ironía, yo le veo una ventaja a este sistema. Al menos, los costes de intermediación serían más bajos. De verdad, señores, ¿para qué tanta sucursal y tanto traje? Les recomiendo que monten una nave en un polígono donde podamos dejar en depósito nuestro cobertizo y ¡solucionado!
El problema tanto para las empresas asentadas como para las de nueva creación es que ¡así no podemos competir! Por ahí afuera, seguramente estarán equivocados, porque lo normal es que una buena idea, con un equipo sólido de profesionales, obtiene financiación y, si sale mal parada, ya saldrá en la siguiente.
Esta semana, por citar un ejemplo, he conocido el caso de unos profesionales que, después de montar su empresa y buscar financiación durante un año, se han ido a Estados Unidos y la han conseguido en una semana. A ver, a ver. ¡En una semana! ¿Dónde está la diferencia si el plan empresarial es el mismo y, sobre el papel, solo se analizan las capacidades de quienes piden la financiación? Pues ¡en el reloj! Que estos profesionales no tenían un reloj en España que les sirviera de aval mientras que en Estados Unidos directamente no les han pedido esos avales.
Así que, por favor, ¡no más anuncios de que ha empezado a fluir el crédito! Si quieren que fluya es tan sencillo como que ¡hagan que fluya! Hemos inyectado fondos a los bancos y no fluye. De acuerdo. Pues hagámoslo sencillo. Por cada euro que el banco destine a proyectos de empresa, se le inyecta dos euros. ¿Quieres 100 millones? Pues concede 50 millones en créditos. ¿No es tan difícil, verdad?
En todo caso, esto es solo un primer paso dentro del proceso de cambio que, también, debe afrontar el sistema financiero. Las empresas ya lo han hecho. Las administraciones, poco a poco. Solo faltan los bancos. Ojalá esta reflexión sirva para iniciar esa transformación que ayude a las entidades a revisar su proceso y, sobre todo, ojalá dentro de un año sea una realidad que la banca española ha concedido crédito a las empresas en un porcentaje superior al del resto de países europeos.