Enciende el ordenador, activa la webcam y espera paciente a la hora acordada. Una notificación salta en su pantalla y enseguida acepta mi invitación. Antes de comenzar la entrevista, me pone sobre aviso: «Estoy en una isla al sur de las Maldivas, así que igual funciona un poco mal la conexión». No es la primera vez que Bosco Emparanza enuncia esta frase. De hecho, ha viajado al país asiático en varias ocasiones. ¿Por qué? Bueno, resulta que se trata de las pocas zonas del planeta donde es posible bucear con tiburones tigre. Y ese es, precisamente, su mayor hobby.
Habla con la serenidad de quien ha hecho de lo extraordinario una rutina, pero no pierde ese tono de asombro que solo tienen quienes realmente aman lo que hacen. Comenzó a bucear a los dieciséis años y, desde entonces, ha visto tortugas marinas, delfines y ballenas. «¿No te da miedo?», le pregunto sintiendo vértigo al imaginarme flotando en el agua, rodeada de todo tipo de criaturas. Él sonríe. Entiende perfectamente esa mezcla de fascinación y temor, el océano es lo más parecido a enfrentarte al infinito sin salir del planeta. «Simplemente me siento como un pez más», reconoce entre carcajadas.
Natural de Vitoria, creció viendo documentales sobre naturaleza. Quizá por eso las ciencias le suscitaban especial interés y, finalmente, se decantó por estudiar Bioquímica en la Universidad de Navarra. Durante aquellos años, conoció todo lo que hay detrás de la industria farmacéutica, pero una duda brotó en su interior: «Quería saber cómo la ciencia aterriza en la sociedad». Con esa idea, fundó junto con un amigo el Club de Biotecnología y Empresa en la institución académica. «Simplemente éramos dos estudiantes un poco zumbados que llamaban a empresas del sector para que nos contasen el proceso de investigar algo en un laboratorio y llevarlo a un tratamiento médico», relata segundos antes de recalcar orgulloso que actualmente el club sigue en marcha.
PASIÓN POR LA BIOTECNOLOGÍA Y LA EMPRESA
Al finalizar la carrera, complementó su formación con un Máster en Biotecnología de la Salud por el Centro de Estudios Superiores de la Industria Farmacéutica (CESIF). Y entonces se adentró en el mundo laboral. Después de adquirir experiencia en una startup biotecnológica, una compañía farmacéutica, una consultora y un centro tecnológico, decidió fundar su propio negocio.
«Pensamos en utilizar la Inteligencia Artificial y la biotecnología para desarrollar un sistema más eficiente, autónomo y sostenible»
En plena pandemia, comenzó a gestar una idea junto con Susana Sánchez y José María Elorza. «Veíamos que el sistema productivo agroalimentario actual es insostenible. Es vulnerable a situaciones como pandemias, guerras o desabastecimientos y, además, hacemos sufrir al planeta. Así que pensamos en utilizar la Inteligencia Artificial y la biotecnología para desarrollar un sistema más eficiente, autónomo y sostenible», apunta. Y así nació MOA Foodtech, una startup navarra centrada en «revolucionar» la cadena de suministro de alimentos con distintas proteínas e ingredientes.
Lo cierto es que el nombre de la empresa tiene mucho que ver con la pasión por la naturaleza que nuestro protagonista sentía desde niño. El moa era un animal que habitaba en Nueva Zelanda hace siglos. Se trataba de un ave incapaz de volar que podía medir hasta tres metros y medio de altura. Pero la caza intensiva del hombre provocó su extinción: «Ponerle este nombre a nuestra firma era una manera de hacerle un tributo a los moas. Es una forma de decir que debemos cuidar el planeta».
TRANSFORMAR RESIDUOS
De cara al futuro, la sociedad se enfrentará a una industria «que deberá alimentar a 9.800 millones de personas en 2050». Para satisfacer esta demanda, la producción de alimentos «deberá aumentar alrededor de un 60 %, lo que requeriría unas 593 millones de hectáreas adicionales de tierra agrícola». Un área que «casi duplica el tamaño de India«. En este contexto, Bosco pensó una solución que no necesitara esa superficie de cultivo.
Nuestro protagonista desarrolló una plataforma tecnológica con la que es posible transformar residuos de la industria agroalimentaria en productos de alto valor nutricional. «Trabajamos en proteínas que pueden ser incluidas en snacks o alimentos cárnicos, por ejemplo», detalla para acto seguido mencionar que, desde el pasado 2021, MOA Foodtech se encuentra inmersa en un proyecto con la italiana Barilla, líder mundial del mercado de la pasta. ¿El objetivo? Estudiar el potencial que tienen los residuos de la multinacional como sustratos de fermentación.

MOA Foodtech suma dieciséis profesionales en plantilla y colabora con empresas como la italiana Barilla.
Ganadora del Foodtech Startup Forum 2022 y reconocida con numerosos galardones, como el Premio EmprendeXXI en Navarra o el Premio AseBio-PwC a la startup del año, entre otros, la compañía ha sido una de las 71 seleccionadas por el European Innovation Council (EIC) para recibir 14,8 millones de euros a través de subvenciones e inversiones de capital. En este sentido, se ha aprobado una subvención directa de 2,3 millones de euros y un «compromiso de inversión» de 12,5 millones, que se realizará en una segunda fase.
«Ya somos dieciséis empelados en plantilla y queremos ultimar el desarrollo de nuestra plataforma de IA, crear un catálogo de ingredientes y llevar los procesos a una escala industrial», detalla Bosco, que anhela instaurar un equilibrio en el corazón de la industria agroalimentaria. A sus 32 años, busca tejer una historia muy concreta: reconciliar al ser humano con el ciclo perfecto de la vida.