Cuando se analiza el Renacimiento de la Península Ibérica, muchos mencionan el palacio de Santa Cruz de Valladolid como el primer ejemplo de dicho estilo. Sin embargo, esta consideración se encuentra disputada por el Palacio de los Duques de Medinaceli, en Cogolludo, un complejo que -para algunos autores- se constituye como la muestra íntegra original de la arquitectura renacentista en Castilla.
Pero debates historiográficos aparte, la relevancia histórica y patrimonial de este monumento cogolludense es evidente. El edificio se levantó a finales del siglo XV, por orden de Luis de la Cerda, I Duque de Medinaceli, y fue diseñado por Lorenzo Vázquez de Segovia. Su fachada exhibe un almohadillado en la línea del Palazzo Strozzi de Florencia y destaca por su simetría, con un acceso plateresco y tres ventanales a cada lado. La portada se encuentra coronada por una crestería, con el fin de camuflar el tejado palaciego, para que no se vea desde la plaza Mayor de la localidad.
El interior del complejo no se conserva en su totalidad. Solo se pueden recorrer 1.061 metros cuadrados de los 2.750 que llegó a ocupar. Es reseñable la ornamentación mudéjar -compuesta por azulejos- que embellecen suelos y zócalos. Y, sobre todo, el patio central, del que se conservan sus arcos de un Renacimiento suntuoso.
El Palacio de los Duques de Medinaceli está declarado como Bien de Interés Cultural
Una de las señas de identidad de Cogolludo es, sin duda, su importante patrimonio histórico. Además del Palacio, están declarados Bienes de Interés Cultural la Iglesia de Santa María, el Castillo y la Plaza mayor, estando actualmente en proceso de declaración la Iglesia de San Pedro. Pronto se iniciará la tramitación de la declaración del pozo de nieve, o nevera, como se le conoce en la villa serrana desde tiempos inmemoriales. Además gozan de protección por patrimonio el Convento del Carmen y otros elementos como las ermitas.
Este grandioso patrimonio monumental, además de poder disfrutarlo a diario, es una referencia provincial en turismo y poder desarrollar a su sombra, otras actividades económicas paralelas como el turismo gastronómico, de naturaleza o de monumentos. Por ello, tras la rehabilitación del Convento del Carmen mediante la iniciativa privada, la puesta en valor y recuperación de la nevera, es un nuevo hito a sumar al impresionante patrimonio histórico de la villa.
Curiosamente, el próximo 19 de marzo se cumplirán 530 años de la carta que escribió don Luis de la Cerda, I Duque de Medinaceli a su tío, el cardenal Mendoza. La misiva constituye uno de los primeros documentos escritos que confirman el descubrimiento de América.
Fechada en la villa de Cogolludo, a 19 de marzo de 1493, esta carta se encuentra en el Archivo Nacional de Simancas (Valladolid), si bien el Ayuntamiento de Cogolludo cuenta con una reproducción que se expone en el Palacio Ducal, junto a su traducción literal. En ella se dice que el duque había alojado a Cristóbal Colón dos años en su casa, que había partido hacía ocho meses a las Indias, que regresó desde Lisboa y que halló todo lo que buscaba.
SOBRE LA LOCALIDAD
Más allá del palacio Ducal, Cogolludo se asienta en la ladera de un cerro que, a su vez, se encuentra coronado por las ruinas de su castillo. La fortaleza, de origen medieval, tenía planta pentagonal y torres en sus ángulos. Existe, además, una atalaya hueca cuadrada, conocida como «torre de la campana», origen de la fortaleza en el siglo IX. Un poco más tarde, en el siglo XII, el enclave fue entregado a la Orden de Calatrava, cuyos cabecillas amurallaron el núcleo urbano. Posteriormente, fue pasando de manos hasta que, en 1810, durante la Guerra de la Independencia, se destruyó parcialmente.
Este patrimonio habla de la luenga historia de la localidad. En la Edad de Bronce -hace más de 4.000 años- hubo asentamientos poblacionales cerca del casco urbano, en el paraje del Lomo. Pero fue el rey Alfonso VI de Castilla quien, tras la toma de Toledo en 1085, quiso estimular la repoblación cristiana del entorno, otorgando el Fuero de Cogolludo. Lo hizo en 1102, poniendo así facilidades para la llegada de vecinos procedentes del norte del reino.
De hecho, y según los historiadores locales, la primera mención de la población fue un diploma real de 14 de mayo de 1100, en el que ese Alfonso VI donaba al abad del monasterio de San Pedro de Gumiel la villa Fonciana, situada entre los términos de Hita y Cogolludo.
Los primeros señores cogolludenses fueron los prelados toledanos, aunque posteriormente otorgaron la localidad a la Orden de Calatrava, en cuyas manos permaneció hasta 1377. En ese momento, la población fue de los Mendoza, que la gestionaron hasta 1435, cuando volvió a ser de dominio Real. Sin embargo, tres años más tarde, en 1438, los Reyes Católicos concedieron a Luis de la Cerda y Mendoza el Ducado de Medinaceli, iniciándose de esta manera el poderío de este linaje sobre Cogolludo.
El esplendor de la villa tuvo lugar durante el siglo XVI, gracias a estos mismos aristócratas. Bajo su influjo, se diseñaron la plaza Mayor, el segundo perímetro de murallas, la iglesia de Santa María y el Convento del Carmen. Un potencial que también se reflejó en la demografía municipal, que llegó a acumular 3.500 habitantes.
Esta riqueza histórica y patrimonial se puede sazonar con la gastronomía del emplazamiento. La villa es muy conocida por su forma especial de cocinar el cabrito asado. Los restaurantes del lugar se han especializado en este plato, que se acompaña con productos de la tierra. Entre ellos, los vinos Finca Río Negro, una bodega fundada en 1998 y cuya labor ha obtenido diferentes reconocimientos.
Y si el caminante quiere bajar un poco estas sabrosas viandas, el entorno cogolludense ofrece un interesante entorno natural. Este se encuentra surcado por rutas de senderismo y de cicloturismo. Por tanto, esta localidad combina de manera magistral el patrimonio, la historia, los valores ambientales, la enología y la gastronomía. Todo ello, además, a pocos kilómetros de la entrada a la Sierra de Guadalajara, una comarca declarada Parque Natural.