Este fin de semana, si estás en Madrid y te apetece comer bien, a buen precio y en un ambiente que nada tiene que ver con la rigidez protocolaria de los restaurantes con estrella, puedes acercarte a la plaza de Azca, en la parte norte del paseo de la Castellana. Allí encontrarás una variada oferta de comida pensada y hecha para ser consumida en la calle, cocinada en furgonetas adaptadas por reconocidos chefs y servida en improvisadas terrazas, sin renunciar a vivir una experiencia gastronómica. Se trata del street food market denominado MadrEAT, una concentración de más de cien food trucks, una fórmula gastronómica habitual en otras latitudes y casi desconocida.
Todos hemos visto una versión rústica de los food trucks centrada en un solo producto, generalmente churros y helados, que aparecen cuando llegan las fiestas de ciudades y pueblos junto a los feriantes. Y también hemos encontrado, al visitar otros países o ciudades turísticas, furgonetas en las que se preparan comidas variadas y que disponen de sillas y mesas en su entorno para degustarlas cómodamente.
Alguno de estos vehículos se acerca a Navarra al reclamo de festivales musicales, el reciente Flamenco on Fire así lo hizo, pero también contamos con food trucks autóctonos. Uno de ellos situado en el alto de Erro, también acude allá donde se concentre una potencial clientela. Para encontrar el segundo tenemos que ir a otro lugar inesperado: las Bardenas. Difícil encontrar dos puntos más dispares en el territorio foral.
Quien pase por el alto de Erro verá, a la orilla de la carretera, una extraña estructura, “un dolmen”, según Fermín Paularena, su propietario. En realidad es una cobertura de cartón piedra que oculta la caravana desde la que Fermín abastece a peregrinos del Camino de Santiago, ciclistas y otros viajeros. “Yo organizaba carreras de goitiberas y me hice con una furgoneta adaptada, era una carnicería ambulante que iba por los pueblos de Aezkoa”. Le instaló unos paneles solares para que tuviera energía y la llevaba allá donde se celebraba la carrera. “Me servía como oficina para las inscripciones y punto de refrigerio”.
Fermín Paularena trabajaba entonces en una ferretería industrial, “aquello no era para mí, vivía muy estresado” y buscó una salida. Como tiene una borda en las laderas del alto de Erro sabía que no hay fuentes en la zona, y pensó que podía hacer negocio dando de beber a quien pasara por allí. Por el alto cruza el Camino de Santiago y cada día suben y bajan el puerto decenas de ciclistas, así que hizo un “estudio de mercado”. Fue durante un mes y anotó en un cuaderno los peregrinos y bicicleteros que pasaban, además de los coches, hizo cuentas y se lanzó a la aventura.
Dejó la ferretería y cada día llevaba su vieja furgoneta hasta el alto, de eso ya hace casi diez años. Con el tiempo comprobó que no le compensaba desplazarse con el vehículo e instaló el dolmen. “Tengo, sobre todo, bebidas, y doy cafés. Como estoy cerca de Zubiri, el final de la etapa para los peregrinos, no van a pararse a comer. Sí que tengo frutos secos, patatas fritas o barritas energéticas, que también compran los ciclistas”.
¿Qué fue del food truck? “Pues lo restauré, era de 1985 y lo preparé para que pareciera más antiguo, con acabados de madera y tal”. Hace unos días lo llevó al Artzai Eguna, y es posible verlo en concentraciones de coches clásicos o en la meta de pruebas ciclistas. “Voy a demanda, y ya sé que para el Arzai Eguna tengo que cargarme de pacharán, y de cerveza si estoy con los coches clásicos”. “Me voy defendiendo” añade Fermín Paularena, que se queja de la burocracia, el papeleo y los controles que debe superar quien opte a poner un food truck en la carretera. “Yo porque al ser una carnicería tenía permisos, si no es como para desanimarse”.
Y del verdor de los bosques de Erro al desierto, a las Bardenas. Allí, a la entrada del parque natural, cerca del centro de información de Los Aguilares, está La Cabaña de Pan & Chocolate, un coqueto food truck que sorprende a los visitantes por la variedad y calidad de su oferta gastronómica, desde el pincho de txistorra a las tostadas de pimientos del piquillo, y todo elaborado con productos locales, al igual que la cerveza, de procedencia tudelana. Tras la barra están Carlos y Sylvana, ambos nacidos en la zona, con Gaizka en la cocina.
Carlos y Sylvana organizaban actividades y excursiones bardeneras y fueron testigos del incremento del turismo, sobre todo después de que fuera escenario del rodaje de Juego de Tronos. Vieron que podía ser viable instalar un punto de abastecimiento y se decidieron. Coinciden con Fermín Paularena en el sinfín de trámites que tuvieron que superar hasta contar con la licencia para su furgoneta, a la que llaman cariñosamente Merceditas, y una vez conseguida se plantaron en el parque y ahí siguen. Los food truck nos esperan.