El móvil de José Ramón Barcenilla emite una alarma si algún intruso osa entrar en su trastero. O en su despacho. También suena cuando el agua de lluvia se acumula en el patio trasero de su oficina, anticipando así posibles inundaciones. Fue él mismo quien, en cada uno de estos puntos, instaló los sensores que permiten realizar esta labor preventiva.
Detrás de estos pequeños avances está el Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés). Un área de actividad en el que Barcenilla, fundador y responsable de Desarrollo de Negocio en Discom Redes de telecomunicación, vio una oportunidad de crecimiento «hace tres o cuatro años». El término, acuñado a finales de la década de los noventa en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), hace referencia a un concepto que, a simple vista, parece simple: la interconexión inalámbrica de objetos cotidianos -como libros, electrodomésticos o medios de transporte, entre otros- con el objetivo de incrementar la productividad y la eficiencia.
Su democratización, sin embargo, llegó a Europa una década después: «En 2013 -recuerda Barcenilla- y tras hacer un crowdfunding, un par de chavales fundó una startup para dar cobertura en Ámsterdam a esta tecnología. Lo plantearon como un software libre, algo abierto al ciudadano y ajeno a grandes multinacionales». Como resultado nació The Things Network, una iniciativa colaborativa global que ofrece soluciones de IoT a través de LoRaWAN. Esta última es una red inalámbrica, «como el 4G o el 5G, pero al mismo tiempo diferente a ellas: no sirve para mandar vídeos ni grandes archivos, sino para colocar dispositivos de muy bajo consumo, con cobertura a muchos kilómetros». Así, «quien quiera, de manera altruista, puede instalar en casa una especie de router que cubre amplias zonas y genera esa red abierta».
«El alcalde de Legarda nos comentó que sabía de algunos vecinos que, por razones de seguridad, necesitaban estar localizados en todo momento por sus allegados».
Eso fue precisamente lo que -a escala comercial, eso sí- hizo Discom en Legarda. Después de que el Ayuntamiento del municipio navarro ganara una convocatoria de WiFi4EU -una iniciativa de la Comisión Europea que promueve el libre acceso a internet en espacios públicos-, la firma pamplonesa instaló doce puntos gratuitos de acceso a Internet en el pueblo. Pero la firma no se dio por satisfecha.
«Además de la WiFi, propusimos al Consistorio que montara más cosas. Y entonces, el alcalde, que es una persona bastante inquieta, nos comentó que sabía de algunos vecinos que, por razones de seguridad, necesitaban estar localizados en todo momento por sus allegados». Con esa necesidad en mente, la empresa instaló un repetidor de LoRaWAN en la torre de Nuestra Señora de la Asunción, una iglesia gótica del siglo XIV.
¿El resultado? Que Javier, vecino de Legarda y «prácticamente invidente«, ya puede dar sus paseos diarios en libertad. «Es una persona que se vale por sí misma, pero que se va al campo y, por ejemplo, podría tropezarse o caerse. Si eso sucede, pulsa un botoncito en el medallón que lleva colgado y este envía una alarma vía WhatsApp a sus familiares. Además, les remite las coordenadas para que puedan ir a buscarle al punto exacto donde se encuentra», expone Barcenilla.
El sistema, utilizado igualmente por otro habitante del pueblo con una discapacidad física, también se implantó en otros espacios de la localidad. En concreto, Discom instaló sensores que permiten comprobar el nivel de agua del depósito, así como la temperatura y la vigilancia en una de las salas del consultorio médico auxiliar del municipio.
PREMIO CNIS
La apuesta del pueblo por la digitalización -condensada en el proyecto ‘Legarda: un modelo rural innovador de transformación digital, servicios IoT y desarrollo sostenible’– le hizo merecedor del premio CNIS al mejor proyecto de incorporación de nuevas tecnologías en España. A este galardón, otorgado en noviembre de 2021 durante la XI edición del Congreso Nacional de Innovación y Servicios Públicos, también optaban la Comunidad de Madrid y la Secretaría General de Administración Digital del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital del Gobierno de España. Pero fue esta pequeña localidad navarra, de un poco más de 100 habitantes, la que se erigió como ganadora.
«La gracia de esto es que los sensores son muy económicos, y el ciudadano no tendría que contratar una línea o servicio extra».
Un logro que, en todo caso, no es suficiente para Barcenilla: «Nos gustaría dar cobertura a toda Navarra y crear un sitio con unas posibilidades bárbaras para distintos usos. De esta manera podría existir una red LoRaWAN de acceso abierto, sin coste para el usuario final. La gracia de esto es que los sensores son muy económicos, y el ciudadano no tendría que contratar una línea o servicio extra». Paralelamente, y con esa cobertura ya generada, la empresa quiere seguir ofreciendo asesoramiento personalizado en IoT tanto a las administraciones públicas como a empresas privadas de distintos sectores. «Podríamos instalar sensores para controlar la humedad o la temperatura en invernaderos, saber qué recorrido hace el ganado de una explotación, determinar cuándo hay que vaciar un contenedor de basura o si se han tirado residuos que no corresponden… La tormenta de ideas puede ser bestial», argumenta.
En concreto, esgrime que el IoT puede ayudar a mejorar la economía de los cuidados: «Pienso en mi tía, de 83 años, a la que tener un smartphone le viene grande. Podemos poner varios sensores en los hogares de estas personas y ver si se han levantado de la cama, si han encendido la tele o abierto la puerta. El sistema puede asimilar el día a día de estos individuos y generar una dinámica de sus costumbres».
Todo este potencial, adicionalmente, podría traer consigo la creación de nuevos puestos de trabajo. «Esto daría pie a mover iniciativas para las empresas que tengan dificultades a la hora de instalar o configurar sensores. En el fondo, pueden surgir empresas de programación dedicadas a instalar estos sensores en las compañías», defiende Barcenilla.