miércoles, 11 diciembre 2024

Eduardo Junkera, vizcaíno y de la Real

Cuando hablamos con Eduardo Junkera, emprendedor y presidente de la patronal guipuzcoana Adegi, el coronavirus que nos confina y ha paralizado la economía aún era una sombría amenaza. Por eso, apenas aparece en esta entrañable y personal entrevista, un recuerdo del tiempo en que la pandemia no había infectado todo, hasta las conversaciones.


Pamplona - 28 marzo, 2020 - 06:00

Eduardo Junkera, en los salones del Hotel Pamplona El Toro. (Fotografías: Víctor Rodrigo).

Eduardo Junkera confiesa que fue “mal estudiante”. En aquellos años, “la dinámica en las escuelas era la del palo, y en contra de lo que dice el dicho de que la letra con sangre entra, a mí no me entraba. Iba a clase, pero realmente empecé a estudiar con 14 años, en una formación alternativa a la profesional que se daba en aquel momento en Durango”, su localidad natal.

El horario era nocturno y, poco después, le ofrecieron un trabajo en una profesión que ya no existe, la de calcador. “Como tenía buena mano para manejar la tinta china, que ya tampoco se emplea, me contrataron con la buena suerte de que, a los pocos meses, me quedé solo en la oficina técnica de la empresa, que se dedicaba a fabricar máquina herramienta”.

“Hice la FP, el COU e Ingeniería Industrial estudiando por las noches mientras trabajaba. Mi vida social brillaba por su ausencia”.

¿Buena suerte? Sonríe con suavidad -también su voz y sus gestos son suaves- al ver que nos ha sorprendido. Y asiente porque tuvo que ingeniárselas para resolver los problemas que le iban surgiendo, por ejemplo preguntando a los profesores de la escuela a la que seguía asistiendo por las noches. “Al día siguiente, generalmente tenía resuelto el tema… Vamos, fui aprendiendo sobre la marcha, conforme me aparecían las dificultades. Es un aprendizaje muy deseable, incluso hoy en día, compatibilizar las necesidades que tienes en la empresa con las respuestas que te dan en la escuela para ver cómo se materializan en soluciones”. En definitiva, lo que ahora se denomina formación dual. “Exactamente, aunque acelerada por ese factor de necesidad. Yo estaba solo y tenía que dar respuesta”.

DÍA Y NOCHE

Fue una etapa dura. En esos cinco años, Eduardo Junkera compaginó el trabajo con la Formación Profesional, y dedicó otro año más para el COU, también nocturno. La empresa cerró, se marchó a la mili e inmediatamente encontró otro empleo. “Pero quise hacer ingeniería técnica y de nuevo fue de noche, después de trabajar nueve horas e incluso del llamado sábado inglés, que consistía en trabajar solo hasta mediodía”. No tenía apenas tiempo libre: “Mi vida social brillaba por su ausencia”. Se queda pensativo unos segundos y añade que “aún hoy en día duermo poco porque me acostumbré entonces, con cinco o seis horas tengo suficiente”.

“Cuando tuve la oportunidad de abrir mi propia empresa, lo aposté todo y vendí el piso. Fui un inconsciente hasta cierto punto”.

Trabajaba como director de fábrica en una empresa familiar, compresores Puska, con 140 empleados a su cargo. “Estaba bien y tenía autonomía. Me dejaban hacer cosas, pero hubo un cambio generacional en la propiedad y la asumieron los hijos de los dueños, que llegaron ejerciendo de eso, de dueños. Tuvimos un choque de visión del negocio y, entonces, me planteé hacer algo diferente”. Vio la oportunidad de lanzar su propia empresa y apostó “totalmente” por el proyecto, tanto que vendió el piso que se había comprado cuando tenía 22 años – “¡de algo debía servirme haber empezado a trabajar tan joven!” –. Con el dinero obtenido y un préstamo bancario, intentó poner en marcha su industria, pero no era suficiente y tuvo que unirse a un socio capitalista. Fui un inconsciente. Bueno, hasta cierto punto, porque no tenía responsabilidades familiares y podía jugármelo todo, que es lo que hice”.

Aunque vive en Durango, su carrera profesional se ha desarrollado en Guipúzcoa.

PIEZAS QUE NO PUEDEN FALLAR

Tenía 33 años, carecía de experiencia comercial y desconocía el mercado. Tampoco tenía contactos, “pero tenía claro a dónde me quería dirigir y, con mucho esfuerzo, saqué adelante aquel primer proyecto, Sisfle, que sigue funcionando en Elgoibar aunque ya no tengo vinculación con ella”.

Después fundaría, en 1990, la compañía Mugape S.A. en Mallabia (Bizkaia), origen de la actual Estalki Corporation XXI. Y en 1999, Junkera impulsó la creación de una de las firmas emblemáticas del grupo: DMP (Desarrollos Mecánicos de Precisión), dedicada al desarrollo y fabricación de soluciones mecánicas para sectores como el aeronáutico.

Su desarrollo daría lugar a Egile Corporation XXI, cabecera de un grupo de empresas de base tecnológica y con sede en Mendaro, que cuenta entre sus sociedades participadas con DMP, EIS Egile Innovative Solutions AIE, ETD Environmental Technology Development S.L, Tecexsa Tecnoquímica Exterior S.A. y Zehatz S.L. La actividad del grupo se centra en la fabricación de componentes para aviones, piezas para motores y trenes de aterrizaje: “Normalmente estamos en elementos dinámicos que no pueden fallar en las aeronaves, los que las impulsan o gobiernan, no hacemos estructuras o fuselaje”.

“Sinceramente, pienso que todos hemos sido víctimas de ETA. Incluso creo que los verdugos están cada vez más convencidos de lo que han sido”.

Su esfuerzo emprendedor le valió, en el año 2014, el premio al mejor empresario vasco, lo cual es mucho decir en una comunidad con muchas y muy importantes compañías. “Fue una sorpresa, no tenía la conciencia de merecerlo, pero me lo dieron y tampoco lo rechacé”, comenta con un pragmatismo teñido de modestia.

Junkera ya era miembro del consejo rector y de la ejecutiva de la Asociación de Empresarios de Guipúzcoa (Adegi) y, en mayo de 2018, la asamblea lo eligió presidente. En su toma de posesión dedicó un recuerdo a José María Korta, que ocupaba ese mismo puesto cuando ETA lo asesinó. Comentamos que, visto desde hoy, resulta incomprensible la existencia y actividad de la banda terrorista. Le preguntamos si sufrió directamente las acciones de ETA, pero no particulariza su respuesta: “Evidentemente, los empresarios lo vivieron mal… pero toda la sociedad fue víctima de esa situación. Son cosas que no tenían que haber ocurrido y que no deben volver a ocurrir. Tenemos que aprender de nuestros errores. Sinceramente, pienso que todos hemos sido víctimas, incluso creo que los verdugos están cada vez más convencidos de lo que han sido. Muchas veces el ser humano es el más inhumano de los seres”.

Desde su cargo pregona la nueva cultura de empresa que propone Adegi, de la que es un firme defensor y que define como “una forma de implicar a todas las personas con el proyecto empresarial del que forman parte”. Porque, de lo contrario, “esas personas se limitarán a hacer su cometido sin aportar nada más, pero la empresa también les debe aportar algo más a ellas. Yo hablo de un binomio, personas y empresa, que alcanza sus mejores resultados cuando cada una de las partes da lo mejor de sí a la otra, y ninguno de esos factores puede pretender tener una ventaja competitiva a costa del otro. Se trata de encontrar un equilibrio basado en la justicia”.

Solo ha pasado algo más de un mes desde que hicimos esta entrevista, pero ahora vivimos en otro mundo, el que trata de resistir la devastación generada por el coronavirus que nadie podía imaginarse entonces. La respuesta de Eduardo Junkera cuando le preguntamos si le inquieta la situación del sector al que se dedica mayoritariamente su grupo, el aeronáutico, a causa de los problemas que atravesaban Boeing y en menor medida Airbus, es elocuente: “Nos está afectando, pero es un sector que tradicionalmente mantiene un crecimiento constante. La situación de los fabricantes es una turbulencia, como el famoso virus que nos visita. Son turbulencias que desaparecerán… aunque surgirán otras”.

Seguro que hoy habría respondido otra cosa, porque en aquellos momentos costaba imaginar la crisis que se avecinaba… De hecho, Adegi ha suscrito recientemente un comunicado con el resto de organizaciones integradas en la patronal vasca, Confebask, en el que señalan que “la práctica totalidad de las empresas vascas están afectadas por la crisis sanitaria del coronavirus”.

ENTRE VIZCAYA Y GUIPÚZCOA

Nació y vive en Durango. “Más bien duermo en Durango, porque he trabajado siempre en Guipúzcoa”. Un vizcaíno al frente de los empresarios guipuzcoanos, además de bromas, ¿es una circunstancia que da lugar a suspicacias? “Bueno, algunos que no conocen esa faceta mía se sorprenden, pero me lo perdonan cuando descubren que soy seguidor de la Real Sociedad”, confiesa riendo suavemente. Añade que es una muestra de “mi espíritu inconformista, que me lleva a defender al más débil”, y explica que su entorno es del Athletic. “Hacen muchos chistes de la Real, pero yo salía a defenderla. De ahí deriva mi afición por el equipo”.

Es aficionado al monte, a la pala y ha descubierto recientemente lo mucho que le gusta corre.

Es aficionado al monte, a la pala y ha descubierto recientemente lo mucho que le gusta correr.

Trabaja desde los 15 años, y el pasado jueves cumplió 65. Con medio siglo de carrera profesional, ya podría disfrutar de un merecido retiro. “Sí… bueno, me voy a jubilar profesionalmente porque, entre otras cosas, tengo un pacto de socios que así lo acuerda. Pero voy a seguir activo en consejos de administración y en las actividades extraempresariales que también me ocupan, como es la presidencia de Adegi, donde aún tengo pendientes cuatro años y pico”.

Cuando deje el grupo empresarial tendrá tiempo libre, por ejemplo, “para poner en orden películas que les saqué a mis hijos durante su infancia”.  También seguirá yendo al monte, jugando a pala y, además, correrá, un deporte que ha descubierto recientemente: “Adegi organiza una carrera de empresas y, cuando me nombraron presidente, pensé que tenía que dar ejemplo. Nunca había corrido media o larga distancia, pero hice la última Behobia-San Sebastián. Fue todo un logro, y alguna media maratón”.

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