Comienza el año 20. Nuevamente se ponen encima de la mesa, por parte de analistas, recomendaciones a los distintos agentes económicos, así como predicciones, con mayor o menor grado de acierto. Respecto a las recomendaciones, a veces tendemos a ver la paja en el ojo ajeno. Un ejemplo es la lucha contra el cambio climático y el papel de los bancos centrales. Es evidente que pueden y deben jugar un papel importante, como recordó su presidenta, al anunciar que quiere incorporar el clima a la política del Banco Central Europeo. Pero no olvidemos que la lucha contra el cambio climático atañe a toda la sociedad.
Respecto a las predicciones, la verdad es que cada dato económico que conocemos evidencia que la desaceleración económica es una realidad. La duda, a fecha de hoy, es el alcance y la duración de la misma, habida cuenta de que tampoco estamos exentos de datos puntuales positivos. La debilidad de la economía global, así como los diferentes elementos de incertidumbre, si bien en línea descendiente, están ya pasando factura a la economía española.
Es verdad que el contexto actual es diferente al de anteriores crisis económicas, pero esto no debe impedir que seamos contundentes en la respuesta a la misma. La anterior crisis se generó principalmente debido a las burbujas tanto en el sector financiero como en el sector inmobiliario, así como fuertes desequilibrios macroeconómicos. Actualmente, el principal motivo que está detrás de la desaceleración económica es el riesgo político principalmente derivado del Brexit y de la guerra comercial iniciada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Por este motivo, las empresas, además de la prudencia habitual ante el escenario actual, deben incorporar el riesgo político a sus modelos de negocio.
“Cada dato evidencia que la desaceleración económica es una realidad”.
Hasta el momento, el único organismo que ha dado señales de tomar medidas contra la desaceleración, además de forma contundente, ha sido el BCE. Si bien es importante recordar que el mandato del BCE es mantener la inflación por debajo, pero cercana al 2 %, no es también menos cierto que el actual contexto económico nos llevaba a un riesgo serio de deflación.
La actuación del BCE no ha estado exenta de polémica, principalmente entre el sector financiero y entre algunos países del norte de Europa.
Respecto a los primeros, el sector financiero, es importante ver las cosas con perspectiva. Si bien es verdad que las políticas del BCE pueden tener un impacto negativo en sus márgenes financieros, es innegable el efecto de las mismas en el fortalecimiento del crecimiento económico. Lo que, por tanto, ha tenido y tiene un efecto netamente positivo en las entidades financieras.
“Las empresas deben incorporar el riesgo político a sus modelos de negocio”.
Respecto a los segundos, los países del norte de Europa deben ser conscientes, como recordó la presidenta del BCE, de la importancia del llamado policy mix. Es decir, el conjunto de medidas de oferta, reformas estructurales, demanda y política fiscal, tan necesarias para que, junto a la política monetaria, puedan mitigar o incluso disipar la desaceleración e impulsar el crecimiento y la creación de empleo. Si se hubieran hecho las reformas necesarias tanto a nivel europeo como a nivel nacional, así como una política fiscal adaptada a las posibilidades de cada Estado miembro, la actuación del BCE no hubiera tenido que ser tan contundente. Lagarde ha sido clara al respecto: “No podemos subir los tipos de interés hasta que vuelva el crecimiento. Y el crecimiento se generará principalmente por políticas fiscales y reformas estructurales”.
Tomemos nota de que las instituciones europeas y los gobiernos nacionales deben impulsar un ambicioso plan de reformas y estímulos fiscales, cuando haya margen, que junto a la política monetaria sea capaz de minimizar el impacto de la desaceleración en los ciudadanos.
Entre las medidas que deberían acompañar en primer lugar sería un plan de estímulos fiscales coordinado a nivel europeo, en aquellos países que tengan margen fiscal para ello. En los que no tienen margen fiscal como es España, implementemos una política fiscal inteligente que, junto con reformas estructurales, contribuyan a impulsar el crecimiento y el saneamiento de las cuentas públicas.
Y no olvidemos que cuanto más contundente sea la respuesta de los gobiernos, menos contundente será necesaria la política monetaria. Y viceversa.
Pablo Zalba
Director de Regulación y Public Policy en Deloitte y exvicepresidente de la Comisión de Economía del Parlamento Europeo