La población navarra, española y europea en su conjunto tiene ya interiorizado que un sábado en marzo y otro en octubre los relojes se vuelven locos. A las dos son las tres y a las tres son las dos. Ese simple gesto va más allá de adelantar o retrasar las manecillas del reloj. Detrás hay décadas de historia y argumentos encontrados sobre el ahorro energético que supone y los perjuicios para la salud que acarrea.
Fue el 30 de abril de 1916 cuando se aplicó por primera vez el cambio horario. Y se hizo estrictamente con motivos de ahorro energético. Inmersos en la I Guerra Mundial, Alemania primero y Reino Unido y Estados Unidos después, decidieron cambiar sus relojes para ahorrar en consumo de carbón. Después de aquella fecha, sin embargo, la medida tuvo muchas idas y venidas. De hecho, no fue hasta 1974 cuando el cambio horario se institucionalizó, y lo hizo, una vez más, asegurando que conllevaría un ahorro energético, en este caso, en un contexto de crisis del petróleo. Al adelantar los relojes, se presuponía un mejor aprovechamiento de la luz solar y, por tanto, un menor gasto de electricidad en iluminación.
La medida, sin embargo, nunca ha estado exenta de polémica y, ahora, la Comisión Europea ha tomado cartas en el asunto. Este verano hizo una consulta popular a los ciudadanos europeos sobre si veían conveniente mantener el cambio de hora o eliminarlo y, en ese supuesto, si preferirían el horario de verano o el de invierno. Votaron alrededor de 4,6 millones de personas. Y el 84% se decantó por mantener siempre un mismo horario, y eligieron mayoritariamente el de verano. Así que Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, ha lanzado el guante a los Estados miembros, que deben aprobarlo por mayoría, y a la Eurocámara, que tendría que ratificar la modificación legislativa. Pero, ¿qué supondría esa eliminación para los navarros?
EL AHORRO ENERGÉTICO EN ENTREDICHO
Siempre se ha puesto sobre la mesa la motivación energética, pero ¿tiene consistencia? Para Jesús De Esteban, director de Operaciones de la Asociación de la Industria Navarra (AIN), no demasiada. Los estudios existentes no arrojan grandes diferencias de consumo en los horarios de invierno y de verano, al menos en Navarra. “Hay que tener en cuenta que ésta es una comunidad eminentemente industrial y que las industrias más consumidoras de energía trabajan a tres turnos, las 24 horas del día, con lo cual les da igual qué horario se establezca”, confiesa. En el resto, las que trabajan con jornada partida o sólo de mañana, puede haber algún ligero ahorro en lo que a iluminación se refiere. “Pero, en cualquier caso, los grandes consumos energéticos en la industria se producen en los procesos y en la climatización, y no en la iluminación. De hecho, el gasto en alumbrado apenas supone entre un 0,5 y un 3% del consumo energético en las industrias, con lo cual, cualquier ahorro es casi imperceptible”, argumenta.
De Esteban reconoce que quizás hay regiones o comunidades donde los efectos puedan ser mayores, “sobre todo en la costa y zonas turísticas”, con un sector servicios más potente y donde los efectos del cambio horario pueden notarse más.
En las industrias, el gasto en alumbrado apenas alcanza el 3% del consumo energético. Y en las familias, representa entre el 10 y 15% de la factura.
En lo que ha consumo individual se refiere, en el ámbito familiar, tampoco parece que el ahorro energético justificara el cambio horario, a tenor de las explicaciones del responsable de Operaciones de AIN. “Los electrodomésticos son los que generan los mayores consumos y que anochezca una hora antes o más tarde no supone tanto”. En ese escenario, apunta que el gasto energético de los electrodomésticos apenas variará y que los efectos podrían notarse en lo que corresponde a alumbrado, “pero sólo supone un 10 o 15% de la factura energética de los hogares”.
En cuanto a qué opción sería la más adecuada, si el horario de verano o el de invierno, De Esteban no tiene una respuesta unitaria. “Para la Administración, que trabaja fundamentalmente de mañana, el horario de invierno sería mejor. Pero, por contra, el de verano sería más adecuado para el comercio, porque le supondría menos consumo”.
ADECUAR LA JORNADA DE TRABAJO
El debate generado en torno al cambio horario, ha sacado a relucir otro aspecto importante para los trabajadores y las empresas: ajustar la jornada laboral.
“Determinar cómo afecta la eliminación del cambio horario es difícil. Se trata de un cambio de luz y eso es difícilmente valorable… Pero lo importante no es eso. Lo verdaderamente importante es conseguir salir antes del trabajo. En España se está demasiado tiempo en el puesto de trabajo con un rendimiento menor que otros países…”, se lamente José Antonio Sarría, presidente de la Confederación de Empresarios de Navarra (CEN). Para él la clave es hacer lo mismo en menos tiempo, “porque se puede hacer”. “Lo importante es realizar la función que uno tiene asignada no cuánto tiempo estás en el lugar de trabajo”, incide. “El presentismo es un error, hay que dar más importancia a la eficacia”.
Además, partiendo de ese punto de vista, Sarría considera que también se lograría un ahorro energético, “porque las oficinas cerrarían antes y consumirían menos luz”, eso sí, reconociendo que existen trabajos en los que estas medidas son más fácilmente adaptables que en otros.
EFECTOS SOBRE EL TRABAJADOR
Así pues, descartado el ahorro energético como una de las consecuencias del cambio de hora, cabe analizar si existen otro tipo de efectos. Las consecuencias sobre la salud de adelantar y retrasar la hora dos veces al año han sido enarboladas en muchas ocasiones por los propios ciudadanos. Pero, ¿son ciertas? Los expertos parecen reconocer que el cuerpo humano nota esos cambios y le cuesta adaptarse a las nuevas realidades.
Los estudios están demostrando que la luminosidad afecta no sólo a la satisfacción laboral sino también a la salud labora.
Amaya Erro, docente e investigadora en la Universidad Pública de Navarra especializada en el área de gestión empresarial, avanza algunas claves. De hecho, junto con otros profesionales, acaba de finalizar un estudio que arroja algo de luz sobre éste y otros temas. “Basados en los datos de la Encuesta Europea sobre las Condiciones de Trabajo (EWCS) de 2015, hemos analizado cómo afectan a la satisfacción laboral diversas variables ambientales en veintiocho países”, explica. En concreto, los investigadores analizaron qué efectos tiene la exposición a los ruidos, las vibraciones, las temperaturas altas y bajas, el tabaco, otros vapores, los productos químicos, materiales infecciosos y la luminosidad. Es ésta última variante la que se puede extrapolar al debate sobre el cambio horario, aunque como recalca Erro, este estudio es anterior.
Las conclusiones, que se publicarán en breve, determinan que cinco de esas variables inciden negativamente sobre la satisfacción laboral. “Son las vibraciones, las temperaturas bajas, los vapores, el tabaco y la luminosidad”, detalla Erro, quien añade que hay “varios estudios que vinculan la satisfacción laboral con la productividad”.
“Desde los años 70 había una serie de estudios que hablaban de que los factores medioambientales eran importantes para la satisfacción, pero lo cierto es que, desde el punto de vista de la investigación, era un tema que había quedado un poco apartado. No se había estudiado en qué medida afectaban y es ahora cuando se está retomando”, explica esta investigadora que apunta, en cuanto a la luminosidad, que los resultados obtenidos hablan de la luz en general, no de si afecta tener una hora de luz más o menos por motivo del cambio de hora. “Pero es un factor que incide”, recalca.
FALTA DE CONCENTRACIÓN Y CANSANCIO
Sobre en qué grado incide y si va más allá de lo que a satisfacción laboral se refiere, tiene mucho que decir Idoya González, coordinadora de la Unidad de Psicosociología Laboral Aplicada de Gesinor. “El cambio de hora afecta a los individuos”, asegura. “A unas personas más que a otras, pero afecta”. ¿Cómo? “Trastoca y dificulta la percepción del tiempo y puede causar problemas de sueño”, explica. “Lo más normal es seguir el ritmo natural del sol. Cuanto más nos adaptemos a ese ritmo, mejor”.
Consciente de que no hay muchos estudios al respecto, habla de lo que ve en su trabajo. “Hay indicios”, recalca. “La luminosidad natural en el entorno laboral, siempre que no sea excesiva, baja los niveles de estrés, fomentando el bienestar, el rendimiento, la creatividad y la disposición del trabajador dentro de su lugar de trabajo. Transformando los lugares de trabajo en sitios agradables”. En este sentido, Idoya González señala que “perjudica más trabajar de noche que de día”, aunque también advierte que es peor para la salud trabajar a turnos que hacerlo siempre de noche. Es todo cuestión de hábitos, asegura. “La falta de luz y el cambio horario provocan cansancio y falta de concentración, porque cambian los hábitos”. Preciosamente, por eso mismo, las personas más propensas a sufrir efectos negativos del cambio horario son “las personas más rígidas, más acostumbradas a los hábitos y las rutinas”.
Calcular el porcentaje de incidencia no es tarea fácil. “No es algo que afecte a un gran número de la población, pero existe un porcentaje al que le sienta fatal. Porque la luminosidad, al igual que otros factores como el clima, no motivan cuando están, pero, si faltan, se notan negativamente”.
En este contexto, el horario exclusivamente de verano, el más votado en la encuesta de la Comisión Europea, tiene sus pros, pero también sus contras. Uno de ellos, y quizás el más reseñable, es que en los meses de invierno aún será de noche hasta bien entradas las 9:30 de la mañana. Los niños y quienes trabajan preferentemente de mañana verán amanecer desde sus lugares de destino. ¿Sería mejor quedarnos como estamos?
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