Arturo Rodríguez se topó con la cetrería casi por azar. El arte de cazar con aves rapaces fue la propuesta que la multinacional agrícola en la que comenzó su vida laboral presentó a una explotación como la mejor alternativa a las escopetas y los químicos para el control de plagas. «Vi volar por primera vez a un halcón peregrino y supe que aquello era lo que quería hacer el resto de mi vida», relata a Navarra Capital. Tras una noche en vela «por la emoción», se ofreció en su empresa para realizar un curso que lo llevó a Madrid, donde aprendió bajo la tutela del prestigioso halconero José Luis Ariño.
Tras darse de alta como autónomo, comenzó a aplicar técnicas de cetrería en campos agrícolas. Con el tiempo, Arturo llegó a trabajar en el aeropuerto de El Prat (Barcelona), dentro de un equipo de catorce especialistas que utilizaban halcones para vigilar y proteger las pistas. Precisamente, las rapaces adiestradas actúan como depredadores naturales y provocan que otras aves abandonen la zona de forma sostenible y no letal, de modo que se evitan sus impactos con aeronaves. Para este cometido, el equipo en el que participó el joven navarro contaba con más de 150 halcones.
La experiencia, que el cetrero define como «brutal», también le llevó a darse cuenta de que quería pasar a dirigir este tipo de proyectos. Ese deseo de emprender se materializó poco después en la creación de la empresa navarra Gesfauna. Y fue entonces, con la llegada de la pandemia en 2020, cuando logró su primera adjudicación oficial: el aeropuerto de Lanzarote, donde estuvo tres años liderando el servicio completo.
Hoy, la compañía gestiona también otras infraestructuras como el helipuerto de Ceuta, el aeropuerto de Córdoba y el aeropuerto de Zaragoza. Precisamente, el Ejército del Aire y AENA comparten algunas pistas en esta última infraestructura, de forma que se utiliza tanto para operaciones civiles como para fines militares. «Eso ya son palabras mayores», añade entre risas. Al mismo tiempo, colabora con otras empresas como Renfe o Iberdrola.
Para realizar sus labores, Gesfauna emplea a entre ocho y doce profesionales en función de las exigencias de los proyectos. Un equipo que incluye cetreros, biólogos, veterinarios, abogados y expertos en rastreo de fauna. Así mismo, dispone de treinta rapaces de distintas especies como los halcones harris para espacios interiores o los peregrinos y los sacres para exteriores: «De hecho, también trabajamos para hoteles, monumentos y cascos urbanos históricos, como el de Cáceres y la plaza del Castillo de Pamplona». Además, cuenta con tres unidades caninas que ejercen labores similares a los halcones «cuando hay mucho viento y no pueden volar».

La empresa de Arturo Rodríguez cuenta con treinta rapaces y tres perros para sus labores de control de fauna.
Curiosamente, Arturo es el hermano mayor de Julen y Amaia, los fundadores de la startup Gravity Wave. «El amor por la naturaleza y las ganas de emprender nos viene de casa. No les veo mucho y los extraño, pero estoy muy orgulloso de ellos, porque van por el mundo aportando su granito de arena para salvar los océanos. Yo, por otro lado, me he fijado más en la tierra», explica entre risas.
DIVERSIFICAR EL NEGOCIO
A través de la cetrería y otros servicios, Gesfauna se dedica en paralelo al control de fauna general, rastreo de especies, censos y rescate. De ahí que «el 95 %» de sus clientes sean públicos. «Por ejemplo, hemos colaborado con el Gobierno de Aragón en la realización de censos del visón europeo y rastreo de fauna carnívora en tramos de río donde utilizamos plataformas para detectar la presencia de nutrias, martas o garduñas. También hemos trabajado con perros para rastrear especies cuando las condiciones climáticas no permiten usar aves», detalla Arturo.
De cara a este año, Gesfauna llevará a cabo una estrategia para diversificar sus servicios e incluir igualmente actividades centradas en la gestión forestal, las autorizaciones medioambientales y la consultoría. De esta forma, busca apostar por nuevos sectores como las energías renovables: «Ya hemos colaborado en proyectos donde se requiere un rastreo de especies antes de instalar parques eólicos o solares. Y es un sector que nos interesa porque está creciendo y hay mucho que hacer en cuanto a conservación o medidas compensatorias. Por eso, queremos que se convierta en una línea estable de trabajo».
UNA RELACIÓN ÚNICA
Arturo describe el arte de la cetrería como una disciplina sacrificada, en la que el profesional «debe dejar de lado» su vida para atender a sus halcones. «Tú eres el esclavo de las rapaces y no al revés. Es lo que hay que asumir cuando te lanzas a llevar a cabo esta actividad. Además, con las aves tenemos una relación única e intransferible, por lo que no las puede volar otra persona», detalla. Precisamente, el navarro posee cuatro animales propios: ‘Juevincho’, un halcón sacre; ‘Aguja’, una hembra de halcón peregrino; ‘Bent’, un híbrido entre peregrino y gerifalte; e ‘Ícaro’, un halcón que le regaló su maestro cetrero.
Todas estas aves habitan en una halconera construida por el propio Arturo con materiales naturales para su confort. En ese mismo lugar, también entrena a los ejemplares con los que su equipo trabaja en los distintos aeropuertos, y posee un taller para realizar trabajos relacionados con otras actividades de su empresa. «Es nuestro cuartel general», apunta con orgullo.
Pero la cetrería, que fue reconocida por la UNESCO en 2010 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, «pende de un hilo», alerta Arturo: «No tenemos un convenio sectorial que nos regule y estamos muy mal remunerados. Y es que no existen unas tarifas estándar a las que nos podamos acoger. El futuro seguirá siendo incierto para este arte en la medida en la que no se apueste desde la Administración por conservar la cetrería».