Hay quien piensa alegremente que quejarse es gratis.
Lo siento de veras, pero nada sale gratis. Porque por mucho que uno no tenga que pagar una factura cada vez que emite una crítica o un comentario desafortunado, todo tiene un coste de oportunidad, aunque sea invisible.
Estamos en un momento clave. Las reglas del juego cambiaron tan pronto como irrumpió la pandemia. Ahora nos toca empezar a reconstruir nuestra casa, poniendo unos pilares sólidos en la base y diseñando juntos todo lo demás. Nos toca trabajar, sí, pero con un propósito, porque al fin y al cabo lo hacemos para que nuestro modo de vida sea cada vez mejor.
“Todo comentario desafortunado tiene un coste de oportunidad, aunque sea invisible”.
Y, en este punto, es donde la queja sale cara. No es momento de quejarse, sino de ver qué podemos hacer mejor y de ponernos manos a la obra.
Es hora de ver cómo podemos ayudar al vecino, de descubrir qué tenemos que aportar y de caminar juntos. Las críticas son maravillosas, siempre y cuando sean constructivas. Si no aportan nada, el coste supera con creces al beneficio que generan. Todo en la vida tiene un coste de oportunidad. Y es algo que uno no puede pasar por alto a la hora de tomar decisiones.
Amaya Vizmanos
Emprendedora y cofundadora de Xirimiri