Estamos en un momento de profundas convulsiones y, por ende, de transformaciones internacionales. Después de una pandemia global y en medio de varias guerras en el mundo, nos enfrentamos a un momento conflictivo y toda transformación conlleva esa tensión necesaria para el cambio.
Tardamos más de medio siglo en ponernos de acuerdo para crear lo que hoy conocemos como Europa. Aún veintitrés años después del comienzo del nuevo siglo, no hemos llegado a un consenso de hacia dónde debe ir el orden internacional del futuro. Debemos ser capaces como sociedad y región de entender qué está pasando en el mundo o nos quedaremos fuera de esa configuración del mañana.
El panorama geopolítico actual es cada vez menos previsible y más caótico: Rusia ha violado todos los principios de derechos humanos, llevándonos a una guerra que no beneficia a nadie; a finales de este mes India será el país más poblado del mundo; China tendrá en 2024 un PIB que será más grande que el de Estados Unidos; y América Latina, con un giro a la izquierda, está incorporando a los pueblos indígenas en sus órganos de gobierno con una derecha muy dinamitada.
¿Dónde está Europa? ¿Por qué la autonomía estratégica es más imprescindible que nunca? La respuesta es sencilla. Hace treinta años, Europa representaba una cuarta parte de la riqueza mundial, pero se prevé que en otros veinte no suponga más del 11 % del PIB mundial.
A nivel político, la Comisión Europea ha apostado de manera contundente por lograr esa independencia, que no es lo mismo que proteccionismo, en nuestro continente. Lo que debemos por tanto preguntarnos es: ¿Será una realidad esa autonomía estratégica? ¿Sabemos identificar bien lo que necesitamos en materia sanitaria, alimentaria, energética, defensa o industrial? La autonomía estratégica, en sus inicios, se limitó al ámbito de la industria de la seguridad y la defensa, pero este instrumento se ha ampliado a nuevas materias como la económica o la tecnológica.
La dependencia que tenemos de terceros países es una evidencia. Afecta a las cadenas de suministro de material sanitario, de semiconductores y de alimentos de todo el mundo, y repercute en una crisis de los precios. Los datos reflejan que el 73 % de esos bienes se hacían fuera del territorio europeo. A eso se sumó la crisis energética por la dependencia del gas ruso y las sanciones tras la invasión de Ucrania, otro agravante que acusaron la inflación del Viejo Continente y la mundial.
Aunque las alianzas son imprescindibles, no serán suficientes en un mundo cada vez más transaccional. Es por eso que debemos, como UE, ser más autónomos que nunca, actuar en conjunto dentro del mercado único para fortalecer nuestra configuración del futuro.
INICIATIVAS JUDICIALES
Para poder solventar estos retos a los que nos enfrentamos, la estrategia de autonomía de la UE impulsará la capacidad del comercio para apoyar la transición ecológica y digital, y hace especial hincapié en el refuerzo del multilateralismo y en la reforma de las normas comerciales mundiales para que sean justas y sostenibles.
La Comisión Europea y el Parlamento Europeo ya están trabajando para que esta autonomía estratégica europea sea una realidad que desencadenará en diferentes leyes, como la Ley Europea de Chips o la Ley Europea de Materias Primas Críticas. El objetivo que pretendemos lograr está puesto en reducir la dependencia en sectores estratégicos para garantizar la competitividad en Europa. Debemos desarrollar la capacidad industrial de los estados miembros, proteger la integridad del mercado único y la seguridad de la cadena de suministro. Eso ayudará a los europeos a ser capaces de enfrentarnos a los retos del mañana.
Todo esto sucede en un momento político en el que España tiene un liderazgo europeo nunca antes visto, gracias al europeísmo del presidente del Gobierno. Es por ello que impulsar y reforzar esta autonomía en determinados sectores estratégicos será una de las prioridades de la Presidencia española de la Unión Europea.
España busca que, durante su presidencia de la Unión Europea, se acuerde en Granada durante el mes de octubre un plan de autonomía estratégica basada en la energía, la salud y la tecnología. Seguramente este sea uno de los legados de nuestra presidencia, que desde hace once años no se celebra en nuestro país.
El orden internacional está cambiando y, por lo tanto, la Unión Europea debe cambiar con él. Europa tiene que garantizar el bienestar de sus ciudadanos, y posiblemente la autonomía estratégica sea una buena manera de alcanzarlo.
Adriana Maldonado López
Eurodiputada socialista