Más de ocho mil kilómetros separan Pamplona de la ciudad de Manizales, una localidad montañosa del eje cafetero colombiano donde se crio el doctor Luis Felipe Rivas. Tras licenciarse en Odontología por la Universidad Autónoma de Manizales y trabajar algunos años en un hospital, reafirmó su necesidad de “salir a conocer el mundo”.
En aquel entonces, su madre ya había fallecido y su padre, que murió poco tiempo después, le animó a emprender la travesía. “Me dijo que, pasara lo que pasara, si decidía volver a casa siempre tendría un plato de comida y una cama en la que dormir”, rememora. Apenas contaba 23 años cuando compró un billete de avión sin retorno que le llevó a aterrizar en España. Llegó a finales de los ochenta a un país que pronto comenzaría a recibir a millones de inmigrantes.
La legislación vigente en aquel momento facilitó que Rivas convalidara rápidamente sus estudios y pudiese ejercer su carrera como cualquier otro odontólogo español. Fue este un aspecto decisivo, que le permitió crecer profesionalmente sin soportar esperas burocráticas interminables. “En la actualidad hubiese sido más complicado”, reconoce. Llegó a Zaragoza con la idea de montar una clínica dental junto a un socio. “No nos fue bien”, confiesa. Después de dos años, Rivas estuvo apunto de tirar la toalla y regresar a Colombia. Su colega, sin embargo, le animó a probar suerte en la Comunidad foral.
Pamplona resultó ser una segunda oportunidad en todo sentido. En la capital navarra, Rivas y su socio –“nos entendíamos muy bien”- fundaron la Clínica Dental San Jorge en un modesto piso ubicado en la calle del Doctor Simonena. A su puerta no solo llegaban cada vez más pacientes.
En la ciudad también conoció a la farmacéutica Irene Puyada, su mano derecha tanto en la vida como en el trabajo. “Puede sonar un poco cursi -admite el odontólogo sin ruborizarse ni perder la compostura-, pero ella ha sido el motor que me ha empujado a todo”.
“Puede sonar un poco cursi, pero mi mujer (Irene Puyada) ha sido el motor que me ha empujado a todo”
“Todo” son muchas cosas. Después de que Rivas se convirtiese en el socio único de la clínica en la que pasaba consulta, el joven matrimonio apostó a finales de los noventa por mudar la sede de su empresa a una bajera en la calle de Doctor Lucea.
“Aunque hoy en día es muy común ver este tipo de establecimientos a pie de calle en Pamplona, en aquellos años todavía la mayoría se concentraba en plantas superiores de edificios”, relata el odontólogo.
Como dos hormiguitas, Rivas y Puyada fueron ganando cuota de mercado al tiempo que introducían nuevos departamentos y áreas de especialización en su clínica y exploraban nuevas líneas de negocio. En 2001, por ejemplo, constituyeron el laboratorio protésico Dentiruña. Y, cinco años más tarde, fundaron el Centro Médicis, especializado en servicios de resonancia, tomografía, ecografía, densitometría ósea y radiología y vendido hace un par de años al grupo granadino Cedisa. Llegó un momento en el que incluso la propia clínica de San Jorge se les quedó pequeña. “Teníamos dos opciones: o prestar algunos servicios fuera del local o mudarnos a otro sitio más grande”, cuenta.
LA MUDANZA A ARTICA
Eligieron la segunda alternativa. “Desde siempre hemos buscado diferenciarnos de la competencia, aportar algo extra a nuestros clientes”, detalla el odontólogo. Pensaron que una de las formas de conseguir ese objetivo sería estableciéndose en un espacio amplio, de fácil acceso, en el que los usuarios pudiesen aparcar sin mayores problemas. Eso los llevó a instalarse en el terreno que hoy ocupa el Edificio Policlínica Artica. Bajo el paraguas del Grupo Sannas, la construcción alberga en su interior las sedes de Sannas Dentofacial -la otrora Clínica Dental San Jorge-, el laboratorio protésico Lab-o y Oxien, un centro de rehabilitación hiperbárica inaugurado en noviembre de 2016.
Tampoco eso les bastó. Estando ya en Artica, Puyada comenzó a plantearse la idea de ampliar todavía más la cartera de servicios. “Nuestra intención siempre ha sido que nos pacientes no tengan que moverse de aquí”, proclama Rivas. ¿Y si se adentraban en el mundo de la estética y el bienestar? Ese germen fue el origen de Five Medicina y Estética, un centro especializado en tratamientos estéticos faciales y corporales, masajes y cirugía plástica. Nos enteramos, por medio de su página web, que la marca es un doble homenaje al número cinco: hace referencia tanto al perfume más icónico de Chanel como a la quinta avenida de Nueva York.
Con todo, quizá la iniciativa más retadora en los últimos tiempos haya sido poner en marcha Qibu Clinic. Concebido como un coworking médico en el que distintos profesionales pueden contratar los servicios que desean y atender a pacientes, el espacio cuenta con despachos, salas de pernoctación y un quirófano. Vio la luz a principios de 2021. “Todo el proceso nos pilló en plena pandemia y fue muy complicado, pero seguimos tirando”, asiente con una sonrisa.
El director médico del Grupo Sannas lleva más de la mitad de su vida en España y todavía conserva el dulce habla de su tierra natal. Nunca se ha esforzado por desprenderse de su acento: “Cuando estaban pequeños, mis hijos trataban de corregirme. Me comentaban: ‘Papá, no se dice sapato, se dice zzzapato’. Y yo les respondía: ‘Bueno, pero tú me entiendes cuando te hablo, ¿no? Pues ya está'”.
Antes de acabar la entrevista, esa cariñosa anécdota nos obliga a hacer un paréntesis para hablar del probablemente más ambicioso e importante proyecto de Luis Felipe Rivas e Irene Puyada. Juntos son padres de cinco hijos: dos odontólogos -una de ellas trabaja en Sannas Dentofacial y otro en Barcelona-, una psicóloga, un estudiante de Enfermería y un adolescente que pronto acabará el instituto. ¿Está dentro de esta prole el futuro del Grupo Sannas? “Yo estaría encantado si ellos quisieran. Porque eso puede ser un regalo, pero también una carga”, destaca.
Bien lo sabe el odontólogo, que sigue “disfrutando mucho” del vaivén diario con los pacientes y se convirtió en empresario casi sin darse cuenta: “En algunos momentos, cuando echas la vista atrás, te preguntas a ti mismo si serías capaz de hacerlo todo de nuevo”. Él ya lo logró una vez, junto a Puyada, aunque tiene claro que la aventura no ha terminado. “A veces le digo a mi mujer que, probablemente, nosotros no lleguemos a ver todo este proyecto terminado”.