Todos los años antes de la lluvia, los montes que rodean Pamplona y su cielo intenso no parecen reales. Sobrecogen como una visión o un sueño. En este escenario maravilloso emergen de pronto unas aves que armónicamente sobrevuelan la ciudad en la hora más pura del día. ¡Un enjambre de grulllas! Todo acá abajo parece tan pequeño. Majestuosos pájaros danzando coordinadamente ante mi perplejidad. Me sorprenden como surgidas de la nada, ¡pero siempre estuvieron ahí! Fui yo el que no la había visto. ¿Dónde estaba entonces que no fui capaz de apreciarlas, de admirarlas? ¿En qué estaba extraviada mi mirada? Tanta ceguera, tanta actividad inútil, tanto chachareo vacío. No las había visto porque ya no sé (sabemos) contemplar.
La naturaleza de la vida es el cambio. Como las grullas, un tipo de ave migratoria que ayer vi volar el cielo de Pamplona, procedentes de países como Finlandia o Suecia. Sobrevuelan España en su camino al norte de África, en busca de mejor tiempo. Una postal maravillosa que me ha hecho reflexionar sobre el valor del cambio, siempre una excelente oportunidad para convertirse en la persona (y en la empresa) que uno siempre quiso ser.
Todos nos enfrentamos a retos y desafíos que nos obligan a cambiar en la vida, personal, profesional, empresarial. A veces estos retos se transforman en obstáculos paralizantes que nos llevan a tomar malas decisiones o sencillamente a resignarnos. Sin embargo, ante estas situaciones, lo fundamental es desvanecer la inquietud, la ansiedad. Con seguridad, las intrépidas grullas también cargan con sus inquietudes y con sus ansiedades, pero se atrevieron a dar el paso de esta desafiante aventura de reinventarse y salir de sus zonas de comodidad.
Reinventarse está íntimamente ligado al cambio, pero sobre todo a la evolución, y es importante y urgente. Es la enorme oportunidad para transformarnos, para explotar nuestro verdadero potencial interior y que nuestras mejores versiones ebullan y aporten valor. Ese potencial que está escondido dentro de cada uno clamando salir para desplegarse y florecer. Solo así alcanzaremos nuestra plenitud o ayudaremos a nuestras empresas a alcanzar sus plenitudes. La mediocridad no es el camino, es la grandeza inspiradora que ilumina como un faro, porque lo importante en nuestras vidas, personales y profesionales, no es brillar, es iluminar.
“Reinventarse está íntimamente ligado al cambio, pero sobre todo a la evolución, y es importante y urgente”
El cambio es transformación, es un desafío, una apertura a algo nuevo, diferente, a nuevas oportunidades de desarrollo personal y profesional. Y no es nada fácil este proceso, ¡no lo es! Porque el cambio, si es de verdad, es doloroso porque se crece. Y es dolor, no es sufrimiento sostenido en el tiempo. Pienso que aquí no estamos para hacer lo fácil, aquí estamos para hacer aquello que merece la pena hacer, ¿no os parece? Lo que deja un legado, lo que deja huella, lo que genera una transformación positiva. Para lo fácil no hay que estar disponible.
También creo que es en la universidad donde germinan las revoluciones o las evoluciones que siempre llegan como el vuelo de las grullas, sigilosas. Porque hoy más que nunca requerimos de un período de intenso silencio para volver a pensar de nuevo y entender lo que viene. Un proceso de transformación positiva para servir a la sociedad en general, para ayudar a construir un mundo más humano, más solidario, más sostenible y mejor, con ardiente paciencia y con pasión de botánico, con una lupa que permita ver lo grande en lo pequeño. Es la revolución de la ilusión y de la esperanza, y todo esto que se está forjando en las universidades tiene buen olor a futuro que nos puede devolver el alma al cuerpo.
Y ojo con la resistencia, la negación de la necesidad de cambio, el bloqueo mental o el enfado, la irritación o la búsqueda imperiosa de culpables. ¡No! Debemos aprender a desaprender y a superar nuestra resistencia a ciertos procesos de cambio que tal vez no pueden hacer sentirnos amenazados, vulnerables o incluso indefensos. Para esto necesitamos la ilusión y la actitud de los niños que quieren descubrir mundos nuevos y no la de los adultos que nos aferramos con uñas y dientes a su mundo habitual y rutinario. Quedarse en la zona de confort, bien lo saben nuestras amigas grullas, es igual a morir.
“No queramos controlar siempre el cortijo y dejémonos de pensar que las cosas siempre se han hecho de una determinada manera. Recordemos el ejemplo de Kodak”
No queramos controlar siempre el cortijo y dejémonos de pensar que las cosas siempre se han hecho de una determinada manera. Recordemos el ejemplo de Kodak. Estos procesos no van de rangos, ni de cargos, ni de posiciones de privilegio, van de actitudes ante la vida para descubrir, para mejorar, para aprender, para contribuir y ayudar. Es un cambio de foco que nos obliga a dejar de mirarnos el ombligo y a meter nuestros egos en el congelador.
El tener que reinventarnos, personal y corporativamente, nos obliga a exprimir al máximo nuestro potencial, para dar lo mejor y sacar nuestras mejores versiones, y así superar los desafíos y los retos que este nuevo mundo nos plantea. El reinventarse, como las grullas, y cambiar en la de vida, nos permite construir una evolución muy profunda que nos abra un montón de puertas y nos ofrezca muchas posibilidades de desarrollo, personal y profesional. Pienso que las personas que realmente lo deseen pueden convertirse en escultoras de su propia vida, impulsando cambios que sean transformadores, en definitiva.
Las hojas del otoño cada vez más próximo, gran maestro de las estaciones, desafían nuestro intento de tener todo bajo control. Dinámica tan propia de nuestros tiempos locos. El que se caigan las hojas esconde un maravilloso mensaje: todo cae, todo cambia, pero cambiar es hermoso y positivo. Somos una hoja de nuestro propio otoño batidos por el viento. ¡Dejémonos caer y dejémonos cambiar! ¡Buen vuelo, queridas grullas!
Roberto Cabezas
Top 3 HR Influencers in Spain 2023. Expert in Higher Education Management (Universidad de Navarra)