Hablar de Castellana Grotte es adentrarse en el corazón de la Puglia italiana, el conocido ‘tacón’ de la península apenina. Perteneciente a la provincia de Bari, esta pequeña localidad de 19.000 habitantes hace las delicias de los amantes del turismo más exigente, sumergiéndoles en el auténtico sur italiano.
Lo primero que llama la atención del visitante es el casco antiguo de la villa, así como el entorno paisajístico que la rodea. Prueba de este pasado medieval lo da su laberíntico centro histórico, reminiscencia de su carácter defensivo frente a las tentativas de invasión. Supone una delicia perderse por sus calles encaladas, entre las que podemos hallar arquitectónicas y artísticas. Destacan sus iglesias de San Leone Magno, Iglesia del Purgatorio o la de San Francisco de Asís; el Ayuntamiento o las diferentes pinturas de motivos religiosos que ponen un contrapunto de color a las calles blancas.
Cualquier época buena para visitar Castellana, pero hacerlo durante sus fiestas patronales es una experiencia única. La noche del 11 al 12 de enero se celebra La Noche de las Hogueras, en la que más de un centenar de fogatas arden para conmemorar la protección que la patrona, la Virgen de la Vetrana, otorgó a sus conciudadanos frente a la amenaza de la peste en el año 1691. Durante las Fiestas Grandes, dedicadas también a Santa María de la Vetrana y que se inician el último fin de semana de abril, las procesiones toman las calles de la villa, que también ofrece la oportunidad de disfrutar del lanzamiento de globos aerostáticos, el concurso pirotécnico o los continuos pasacalles con bandas musicales.
Hay que hacer una mención especial a la periferia de Castellana. Pasear por uno de los estrechos caminos que la circunvalan brinda al turista una panorámica en la que encontrará hectáreas de robles, encinas, viñedos y olivos centenarios. En el paisaje se entremezclan también decenas de las típicas construcciones regionales, los conocidos como trulli o trullos. Además, no quedan lejos poblaciones como Monopoli, Alberobello o Polignano a Mare.
UNAS CUEVAS PARA PERDERSE EN EL ‘TACÓN’ DE ITALIA
Pero la joya de la corona son sus famosas cuevas, a las que debe su nomenclatura actual Grotte di Castellana. Se trata de un espectacular monumento calcáreo de dimensiones titánicas, cuyo origen se remonta al Cretáceo Superior (entre hace 100 y 65 millones de años), que con el paso de los siglos ha ido modelándose hasta alcanzar la deslumbrante apariencia actual, que lo convierten en uno de los complejos kársticos más espectaculares del mundo. El turista puede conocer esta maravilla de la geología a través de dos itinerarios. El primero tiene cerca de 1 kilómetro de recorrido y una duración de 50 minutos. Otro recorre más de 3 kilómetros, que el visitante completa en 2 horas, y se adentra en la caverna más profunda de la cueva, la Grotta Bianca, afamada por su luminosa tonalidad. Los más aventureros pueden optar por vivir la experiencia del Speleonight, en el que, equipados con casco y luz frontal, quedarán cautivados por la misteriosa perspectiva que ofrecen las grutas a oscuras. Además, estas cuevas son también escenario de un singular espectáculo de arte contemporáneo, Hell in the Cave, que traslada al espectador al pasaje del Infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Por muy intensa que parezca esta visita a Castellana, merece la pena tomarse un descanso para disfrutar de su gastronomía. Se recomienda degustar algunos de los pilares básicos de la cocina local, como sus aceites de oliva virgen extra, como el elaborado por la familiar empresa local Rotolo, sus exquisitos vinos de denominación de origen (como el que ofrece la bodega Terre carsiche 1939) o sus delicados quesos (sobresalientes aquellos producidos por Caseificio Palmirotta). En lo que respecta a platos más elaborados debemos resaltar la tipología de pasta más simbólica de la zona, le orecchiette, cuya forma recuerda a pequeñas orejitas (el comensal la puede pedir en la Taverna Degli Amici).
Los panzerotti también merecen un hueco en este ‘Paseo de la Fama’. Se trata de una especie de empanadas fritas con forma de media luna y rellenas de tomate y mozzarella. Se suelen consumir en el invierno y se pueden encontrar en muchos establecimientos, como el restaurante Roti’. Los amantes del dulce que visiten esta región tampoco pueden dar por concluido su viaje sin probar los famosos pasticciotti salentinos, unos pequeños pastelitos de masa quebrada y rellenos de crema pastelera (con cerezas amarenas confitadas en su interior) que harán relamerse a los turistas más golosos.
Reportaje para VanityCapital de Iranzu Larrasoaña, Sandra S. Redín y Jaione Bassachs.