Aunque no recuerda su primer sorbo, el vino siempre estuvo presente en la vida de Gonzalo Celayeta. Nació el 11 de noviembre de 1976, día grande en San Martín de Unx, la localidad navarra con más bodegas por habitante. Quizás por eso el vino nunca faltaba en la mesa de su familia. «¡Trae dos garrafones: uno de tinto y otro de vino rancio para el postre!», solía repetir su madre, Deme Escudero, tanto a él como a su hermano, Álvaro.
Su abuelo, Francisco Escudero, era viticultor en Olite. «Nos dejaba que aparcáramos sus tractores en la bajera porque siempre íbamos a trabajar a la viña», rememora para Navarra Capital. Eso sí, el hoy empresario, de 48 años, recuerda entre risas cómo «sufría» con sus tíos y Álvaro las largas colas que se formaban para descargar en la antigua Bodega Cooperativa Olitense, la actual Vega del Castillo.
«Los que somos de pueblo sabemos el arraigo que genera el vino»
Gonzalo estudió Biología en la Universidad de Navarra (UN), aunque el mundo del vino lo «atrapó» cuando, con gran curiosidad, realizó prácticas en la Estación de Viticultura y Enología de Navarra (EVENA). Convencido de que pasaría el resto de su vida entre viñas, cursó después Enología en la Universidad de La Rioja. Allí formó un «buen grupo» de amigos que, precisamente, solían organizar visitas juntos a numerosas bodegas.
También tuvo la oportunidad de trabajar en laboratorios donde aprendió el papel que juegan los microorganismos en la elaboración y conservación del vino. Y se empapó de la cultura, la tradición y la historia que lo rodean. «Los que somos de pueblo sabemos el arraigo que genera», apunta orgulloso.
«La garnacha de esta zona me fascina porque crece en la montaña. Ofrece vinos más frescos, más frutales y con menos color»
Al terminar su formación, Gonzalo asesoró a numerosas bodegas en materia agrícola y enológica junto a su compañero de clase Carlos Antoñanzas, actual jefe de Compras de Producto Fresco en Grupo IAN. En paralelo, puso en marcha sus propios vinos de autor. Comenzó con una viña de media hectárea en Olite, que su madre había heredado del abuelo Francisco. La cultivó mientras compraba pequeñas cantidades de uva a viticultores de la zona, con las que empezó a elaborar referencias bajo la firma Gonzalo Celayeta Wines, adscrita a la Denominación de Origen Navarra. Aún recuerda su primer «merlot con un poquito de madera».
Poco a poco se expandió a San Martín de Unx, donde actualmente se ubica la mayor parte de su explotación. «La garnacha de esta zona me fascina porque crece en la montaña. Ofrece vinos más frescos, más frutales y con menos color. El territorio afecta a las propiedades del vino. Incluso se puede averiguar su origen por el tono o el grado de acidez», descubre Gonzalo. Hasta que, en 2006, se incorporó a la cooperativa Bodega San Martín como director técnico, una labor que compagina con la de Gonzalo Celayeta Wines.
ACTIVIDAD
Aunque el crecimiento de su proyecto personal ha sido «sostenido y con los pies en el suelo», ya ha enviado pedidos de sus vinos a Madrid, Barcelona, Asturias, Gipuzkoa, Bizkaia, Alicante y Málaga. «También exporto a Francia, Austria, Dinamarca y Países Bajos, donde vendo más rosado y blanco que tinto», apostilla para matizar acto seguido que los encargos suelen ser de entre veinte y treinta cajas. «El volumen de producción no es grande, pero ya vendo diez referencias distintas. Tengo la suerte de hacer lo que me gusta y mirando al consumidor», incide.
En estos momentos, gestiona cerca de nueve hectáreas de vides: siete en propiedad y otras dos con otros agricultores. «Últimamente, el mundo del vino está un poco atascado, aunque el consumo se mantiene más o menos estable. Personalmente, crezco un poco más cada año», admite tras apuntar que vende entre 25.000 y 30.000 botellas al año. Entre sus vinos, disponibles en tiendas especializadas, locales de hostelería y su página web, hay dos que ocupan un lugar especial: ‘La Huella de Aitana’ y ‘Huracán Daniela’. Curiosamente, los nombres de sus dos hijas, de 14 y 9 años respectivamente.