Cuando este burgalés terminó los estudios de Ingeniería Industrial en la Universidad Politécnica de su ciudad, comenzó a trabajar en empresas del sector auxiliar del automóvil, y ahí sigue. “Empecé en TRW y, a partir de ahí, pasé al mundo de la inyección del plástico en diferentes puestos: al principio como director de calidad, pasé por departamentos técnicos y comerciales, con los años fui director de producción y acabé asumiendo responsabilidades de director de planta”. Su última etapa laboral está ligada al Grupo Mecacontrol. “Llegué hace dieciséis años,. Entré como director de Operaciones Industriales en una de sus empresas, Molteplast; después, dirigí la planta de Burgos; pasé a ser director industrial del grupo; y desde mayo de 2018, llevo la Dirección General de Mecacontrol”.
Una carrera profesional brillante, sobre todo si tenemos en cuenta que Ignacio Álvarez es muy joven: tiene 44 años. Se lo indicamos y, tras permanecer unos segundos en silencio, evoca una charla con el tutor de sus primeras prácticas laborales, en una empresa de estampación de Burgos. “Me dijo: ‘Ignacio, algún día tendrás que escoger entre ser cabeza de ratón o cola de león. Como no le entendí, me explicó que podía tener oportunidades de trabajo en empresas grandes, donde iba a ser uno más con una capacidad de decisión muy limitada, o ser la cabeza que tome decisiones en una compañía más pequeña”. Conoce ambas situaciones, y se queda con la segunda: “Los años me han demostrado que es mucho más enriquecedor, que produce mayor satisfacción tomar decisiones que contribuyen a abrir caminos, a entrar en otras líneas de negocio… Pero, en realidad, no es decisión de una sola persona, es del equipo que te está arropando, un grupo que creemos al cien por cien en lo que estamos metidos”.
“Como ocurre en los equipos de fútbol pequeños, preferimos dar oportunidades a los canteranos antes que fichar a un Messi”.
Fue la compra de Molteplast, propiedad de una familia vasca, por parte de Mecacontrol lo que le vinculó al grupo familiar navarro, cuyos titulares son el matrimonio formado por Antonio Ullate y Milagros Rodríguez. Uno de sus hijos, de 24 años, ya se ha incorporado y completa su fase de formación por diferentes áreas y actividades del negocio. ¿Dirigir una empresa propiedad de una familia es más complicado? Ignacio Álvarez dice que no, aunque sí entraña algunas peculiaridades: “Tengo una gran autonomía para tomar decisiones. Lógicamente hay que rendir cuentas ante el consejo de administración, pero al ser una empresa familiar en la que está metido el hijo, que al final cuenta a sus padres cómo van las cosas… Esto no es como dirigir Telefónica. Al ser una empresa más pequeña, los accionistas están muy al día de lo que está ocurriendo en la compañía”. Aún más “en un año tan atípico como este, con un parón completo de la actividad, la incertidumbre sobre cuándo se iba a retomar, la preocupación por la salud de los trabajadores… Ha habido que tomar decisiones sobre la marcha”.
Álvarez indica que una de las características de las empresas familiares es que los dueños están próximos a los empleados y que estos suelen tener una larga vinculación con la compañía, “con lo que conocen a muchos por sus nombres y apellidos”. No resulta extraño por tanto que, a la hora de seleccionar a los nuevos trabajadores, se tenga en cuenta “el compromiso y la involucración en el proyecto”. Por eso, “como ocurre en los equipos de fútbol pequeños, preferimos dar oportunidades a los canteranos antes que fichar a un Messi. Apostamos por gente propia, con una trayectoria en la empresa”.
DOS NAVARRAS
Vive en Burgos, pero laboralmente está muy vinculado a Navarra. Desde esa doble condición, le preguntamos cómo nos ve desde fuera, y su respuesta inicial parece algo evasiva: “Hay dos Navarras bastante diferenciadas a la hora de enfocar la industria o la actividad. No tiene nada que ver la de Pamplona para el norte con la que estamos nosotros, la Ribera, que es la que mejor conozco y veo que tiene un potencial enorme, una gran capacidad de crecimiento. Ya ha desarrollado mucho la agroalimentación, pero ojo porque hay otros sectores que están creciendo, aportando al PIB navarro”. Solo era el preámbulo, porque a continuación añade opiniones elogiosas: “Vengo de una comunidad mucho más grande, dispersa. Al ser muchas provincias, es más complicada su gestión y, por eso, llama la atención la proximidad que en Navarra tienes con el Gobierno, con sus consejerías. En Castilla-León no es tan cercana esa relación”.
“Me llama la atención la proximidad que en Navarra tienes con el Gobierno, con sus consejerías. En Castilla-León no es tan cercana esa relación”.
Para conseguir la financiación necesaria para fundar Mecacontrol, en 1990, la familia puso todo lo que tenía como aval. Y gracias a una gestión prudente y al control de los gastos estructurales, la reinversión de la totalidad de los beneficios y el acceso a fondos públicos fue avanzando con solidez para pasar de ser un taller de mecanizados a un grupo industrial dedicado a la fabricación de moldes de inyección. Vamos, un referente en innovación dentro de su sector, que hoy cuenta con 350 trabajadores en tres centros de producción en Cascante y Tudela, dos más en Burgos y Linares (Jaén) y en la fábrica en Polonia. “Allí llegamos en 2008 de la mano de un cliente y desde entonces hemos ido creciendo, aunque ahora nos encontramos con el problema que tiene el país de falta de recursos humanos para puestos cualificados y de dirección”. El proyecto de establecerse en Marruecos tropezó con la llegada de la pandemia y el consiguiente parón de las inversiones. “Ahora mismo diría que la cosa está un poco fría, estamos a la expectativa a ver cómo empieza 2021”.
De las palabras de Ignacio Álvarez se deduce que dirige Mecacontrol con fidelidad a los principios fundacionales de la empresa: “Estamos en un mercado global, muy competitivo y agresivo, donde no te puedes descuidar ni lo más mínimo porque te vienen apretando por todos los lados. Por eso, tenemos que hacer cada vez más con menos recursos y optimizar mucho cada euro que se invierte en cualquiera de los medios productivos”. Ha apostado por la inversión en tecnología y digitalización, “y todo lo que implique un mayor valor añadido estamos dispuestos a asumirlo, lo que sea”. Una muestra evidente y reciente de su flexibilidad fue la adaptación de su producción a la crisis sanitaria: “Si me dicen el 21 de marzo cómo íbamos a estar ocho meses después no me lo hubiera creído”.
“De toda crisis surgen oportunidades y así nos lo hemos planteado”.
Cita el 21 de marzo porque ese día estaba escuchando en los informativos que no había EPI y que algunos makers estaban haciendo diademas para pantallas faciales con impresoras 3D en sus casas. “Lo veía desde un punto de vista empresarial y me decía que eso aguanta lo que aguanta porque, en un día, ¿qué puedes hacer, veinte? Así no íbamos a ningún lado”. Álvarez pensó que bastaba con crear un molde para que Mecacontrol produjera en un turno “todo lo que hacían estas personas” en una semana.
“Era un sábado por la tarde, cogí el teléfono, llamé y les dije: ‘Antonio, Milagros, que se me ha ocurrido esto’. Y como siempre han estado ahí y somos muy sensibles con nuestro entorno y con lo que podemos aportar a la sociedad, me respondieron ‘adelante, haz el molde’”. Como en este caso, señala que otra de las ventajas de las empresas familiares radica en que la toma de decisiones puede ser inmediata. De hecho, rápidamente estaban fabricando 7.000 diademas por turno. Lo mismo ocurrió con las pantallas faciales, de las que salían 3.000 cada día de las plantas de Mecacontrol con destino a hospitales, residencias de ancianos, Protección Civil… “A partir de ahí, la demanda llegó a tales cantidades que se nos escapaban como donación. Así que les pusimos un precio razonable y justo y comenzamos a hablar de pedidos y de negocio porque había que hacer entregas en diferentes sitios con sus costes de logística. Al principio, se hacían llegar de cualquier manera, pero después ya se hacían conforme a unas condiciones y protocolos”.
“Aunque lógicamente hay que rendir cuentas ante el consejo de administración, tengo una gran autonomía para tomar decisiones. Esto no es como dirigir Telefónica”.
Luego vinieron los extensores para cordones de mascarilla y, a demanda del SNS-O y para evitar nuevas situaciones de desabastecimiento, asumieron el reto de fabricar mascarillas FPP2. Aprovecha para aplaudir cómo han encarado las autoridades de la Comunidad foral las carencias puestas de manifiesto por la crisis sanitaria. “Han sabido reaccionar, han tomado decisiones como no ir a China a buscar lo que puede tener en casa, apostando por las industrias locales, poniendo en contacto al sistema sanitario con la industria para ver qué necesitan unos y si los otros son capaces de fabricárselo”. Y ya puestos, por qué no sacar algún provecho: “Esto nos ha venido sin esperarlo y ya es una actividad complementaria dentro del grupo porque siempre va a haber necesidad de EPI. De toda crisis surgen oportunidades y así nos lo hemos planteado”. Ignacio Álvarez señala que Antonio Ullate estaba ya casi retirado, pero “ha vuelto a involucrarse personalmente en el proyecto de las mascarillas con ilusión y ganas, es como si le hubiéramos quitado diez años de encima”, dice riéndose.
Llega el momento de poner fin a la charla. Hemos hablado mucho de la empresa, el caso lo requería, y no tanto de Ignacio Álvarez. Así que le pedimos que nos diga algo sobre lo que hace fuera de su despacho, por ejemplo en sus ratos de ocio. “¡Uy! Con dos hijos pequeños no tengo muchos, dependo más de lo que quieren hacer ellos que de lo que me apetezca a mí”. Eso sí, corre cuando puede. “Toda mi vida lo he hecho. Desde que estudiaba en los Jesuitas y participaba en el equipo de cross, hacía distancias medias, de entre 14 y 16 kilómetros. Y, en mis tiempos universitarios, jugaba al rugby. En los últimos años le he estado dando a la montaña, pero alturas moderadas, no más allá de los 3.000 metros”. Asociamos ideas y pensamos que ha llevado a Mecacontrol bastante más arriba.