Nos recibe con una sonrisa que no se borrará de la cara en casi toda la entrevista y que se tiñe de añoranza cuando evocamos su infancia, que transcurrió en el barrio pamplonés de La Chantrea, y de la que guarda de ella un “gratísimo recuerdo”. Íñigo Alli nació en 1973 en una familia “muy humilde, por eso he tenido los pies en el suelo al dar cada paso en mi trayectoria profesional, personal y sobre todo en la política”. Pasó por el colegio de los Maristas, donde afianzó sus creencias religiosas, “soy católico y practicante”, y asegura que su origen y formación le dotaron de valores que le impiden entender “los sectarismos o los discursos de quienes lo han tenido todo y hablan por todos”.
Con un gesto que equivaldría a un qué le vamos a hacer, reconoce que se equivocó al elegir la carrera de Biología: “Son decisiones vitales que tomas… Con 18 años no sabes muy bien a qué dedicarte, pero mientras la estudiaba me quedó claro que no iba a dedicarme a ese mundo porque por mis cualidades, mi forma de ser, estoy mucho más orientado hacia las personas”. Por eso viró al sector de los servicios y, más concretamente, al de la asesoría financiera. “Tuve que hacer un esfuerzo mayúsculo para formarme de nuevo y ponerme al nivel necesario”. No obstante, asegura que “el camino que he seguido siempre ha sido coherente con mis principios y valores”.
EL POLÍTICO
Al acabar la carrera se incorporó al departamento de banca privada de Morgan Stanley y, en 2001, pasó a la mesa de tesorería de Caja Navarra, entidad en la que trabajó en diversos cometidos ligados a la innovación hasta 2012, cuando da el salto a la política. ¿Por qué? “Porque uno de los principios que me han movido ha sido el de darme a los demás, intentar ayudar. Pero el mayor catalizador fue el nacimiento de Inés, mi tercera hija (es padre de cuatro niños), que vino al mundo con discapacidad intelectual. Fue mi gran punto de inflexión vital y me llevó a crear una fundación, Síndrome Up, dándole un giro a la visión de la discapacidad. A raíz de eso, me llamaron del Gobierno de Navarra para incorporarme como consejero de Políticas Sociales”.
“Me quedo con las personas que conocí en situaciones muy graves de vulnerabilidad, pero con una dignidad que me gustaría ver en muchos políticos”.
Su periodo en el Ejecutivo foral coincidió con años de estrecheces económicas y recortes, no propicios precisamente para el lucimiento, pero Íñigo Alli no se lamenta, al revés. “Fueron los tiempos que me tocaron y me siento muy orgulloso”. Es más, dice que fue “una época tremendamente plena, porque cuando pones la ética y los principios en la gestión diaria, aunque haya lógicamente sinsabores, también consigues enormes satisfacciones. Y las personas a las que atendíamos, al ver que la credibilidad y la coherencia iban de la mano en nuestro quehacer, comprendían la dificultad del momento que estaba viviendo nuestra comunidad”.
Se queda con las personas que conoció “en situaciones de vulnerabilidad muy graves, pero con una dignidad que me gustaría ver en muchos políticos de este país”, lo que le lleva a añadir que “volvería, sin duda, a aquélla época pese a los tiempos que me tocaron porque fue un aprendizaje diario”. Cualquiera diría que su vocación era la política, y cuando se lo comentamos se ríe, niega con la cabeza y responde rotundo que “jamás la había tenido”. Pero agrega que la fue descubriendo en el día a día de los casi cuatro años que fue consejero, de tal forma que cuando le ofrecieron formar parte de la candidatura de UPN en las elecciones de diciembre de 2015 lo aceptó, y también en las celebradas seis meses más tarde, tras las que ejerció como portavoz de su partido en el Congreso de los Diputados.
CONSEGUIR LO IMPOSIBLE
Su paso por la Cámara baja será recordado por haber conseguido algo casi imposible en la política actual: lograr la unanimidad para modificar una ley orgánica, y fue posible gracias a la motivación que le daba luchar por Inés y los que son como ella. Respira profundamente y por un momento su rostro se vuelve grave mientras recuerda lo ocurrido: “En una etapa tan delirante e histriónica como la pasada legislatura, la única ley orgánica aprobada por todos los diputados, por todos los partidos, fue la que pedía que se posibilitara una conquista social de libertades básicas como es la participación política y el derecho al sufragio de las personas con discapacidad”.
“Nací en una familia muy humilde, por eso he tenido los pies en el suelo al dar cada paso en mi trayectoria profesional, personal y, sobre todo, en la política”.
Fue una iniciativa suya de la que dice que “humildemente, creo que es el mejor legado de mi paso por la política”, y lo consiguió “sentándonos con todos los grupos políticos, y quiero resaltar que nos sentamos con todos los grupos, fuimos capaces de dejar a un lado los intereses partidistas”. Habla en plural, nos aclara, “porque íbamos de la mano del CERMI y de todas las organizaciones sociales en las que estamos representadas las familias de personas con discapacidad”.
Afirma, a raíz de su experiencia, que “la política es el poder transformador de la sociedad, y cuando la energía y los recursos se orientan a ello es, posiblemente, la mejor profesión que existe”. Al señalarle que va a contracorriente vuelve a ponerse serio para decirnos que “mientras siga habiendo ciertas psicopatías entre los liberados de los partidos políticos, mientras el egocentrismo impere en la toma de decisiones y no haya contrapesos a las órdenes de los líderes, mientras las personas que rodean a los mandatarios de los partidos, de todos, no tengan la libertad para decirles que se equivocan, continuaremos con este problema tan serio que tenemos de liderazgo, de falta de principios y de ausencia de soluciones para los problemas a los que se enfrentan cada día los ciudadanos”.
Tras una pausa añade que “eso, tristemente, creo que se va a perpetuar”, lo que nos lleva a preguntarle si no ha pensado en volver a la política o si se lo han pedido: “No, no, he cerrado un ciclo en la política, he vuelto al mundo de la empresa. Ojo, que también desde la sociedad civil podemos transformar las cosas”. El 21 de mayo dejó de ser diputado “y al día siguiente viajé a Barcelona, tenía que trabajar”. Ahora tiene una consultoría en procesos de innovación social, también sobre la implantación en las empresas de su responsabilidad social corporativa, “y por conocerla desde dentro, de incidencia política en la defensa de las personas con discapacidad y dependientes”. Reconoce, en cualquier caso, que “siempre llevaré dentro el gusanillo de la política, porque la he disfrutado. También la he sufrido, pero ha sido un honor y un orgullo haber estado en el Gobierno de Navarra y en el Congreso”.
“Cuando tienes en la familia a alguien con ese gen de más, el de la humanidad, lo demás no importa”.
Sabemos cuál va a ser su respuesta al pedirle que nos diga qué le gusta hacer cuando no está en su despacho. Y efectivamente, acertamos: “Mi familia, estar con ellos, es mi motor… Pero eso nos pasa a todos los que tenemos la fortuna, sí, la fortuna, de tener una persona con discapacidad entre los nuestros. Es que quita muchas tonterías, eso de la apariencia… Cuando tienes a alguien con ese gen de más, el de la humanidad, lo demás no importa”. Esa circunstancia, continúa, “es la que me ha dado plenitud y libertad para tomar decisiones, en algún caso seguro que equivocadas, a lo largo de los diez años que hace que nació mi hija”.
VOLCADO CON LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
Habla de Inés emocionado, dice de ella que es “una persona con una capacidad natural e innata de hacer el bien”, que le ha enseñado “a no planificar tanto el futuro y vivir el presente” y que es un imán que une a la familia. “¡Cómo no me voy a sentir afortunado!”, exclama, aunque tampoco oculta que convivir con una persona con discapacidad “es complejo, duro en ocasiones, en otras limitante, pero bueno, como otras circunstancias de la vida”.
Su actividad en este campo ha sido reconocida recientemente con el cargo de adjunto a la presidencia del Consejo Español para la Defensa de la Discapacidad y de la Dependencia (CEDDD), donde trabajará “para generar una opinión social y política sobre las medidas que hay que tomar para que nuestro país siga siendo un ejemplo de la colaboración público-privada en la atención a los más vulnerables”. Además, es socio de Anfas, voluntario de la Cruz Roja y sospechamos que está dispuesto a ir allá donde pueda echar una mano.