miércoles, 11 diciembre 2024

Javier Trigo se retira

"El deporte es una pasión. Lo ha sido para mí desde pequeño, lo sigue siendo y creo que moriré con ella", asegura Trigo al hacer balance de su carrera. Puso en marcha el Servicio de Deportes de la Universidad de Navarra, fue director gerente del Instituto Navarro de Deporte y Juventud, ha practicado baloncesto y fútbol entre otras disciplinas, fue entrenador y profesor de educación física... Hasta ha publicado un libro con una singular visión del deporte.


Pamplona - 8 octubre, 2022 - 00:02

Javier Trigo, en el campus de la Universidad de Navarra. (Fotos: Maite H. Mateo)

Llega con algo de retraso a la cita. Pero mientras se aproxima, Javier Trigo hace ostentosos gestos de saludo con una sonrisa bonachona que se extiende a toda su cara. Así que la incipiente inquietud por la demora se diluye al instante. Quizás por esa cercanía que demuestra nos atrevemos a bromear con su atuendo. Viste una impoluta camisa blanca y le preguntamos si ha desterrado la corbata porque no tiene ya necesidad de ponérsela, o es que sigue el consejo del presidente Sánchez de no utilizarla. Masculla su respuesta, en la que deja muy claro que no es partidario de seguir ni esa ni otra recomendación presidencial: “Desde hace unos días he pasado a lo que yo llamo la reserva nacional del talento, la renata. Y, efectivamente, para muchos de los que trabajábamos en la Universidad de Navarra la corbata formaba parte de un uniforme de trabajo que ya no voy a tener que vestir”.

Este pontevedrés, “nacido en agosto de 1957 en la parroquia de Caleiro, Ayuntamiento de Vilagarcía de Arousa”, ha puesto fin a una trayectoria laboral ligada al deporte, sobre todo en el área de la planificación y la gestión. ¿Cómo llegó de Caleiro a Pamplona? “Los gallegos somos muy de salir de nuestra tierra. Yo lo hice con 18 años para estudiar Magisterio y Educación Física en Madrid. Volví a Vigo para trabajar un año como profesor y vi que me sobraba tiempo, igual porque siempre había estado muy ocupado estudiando y entrenando a la vez equipos de baloncesto, fútbol… Trabajaba mis ocho horas, llegaban las cinco de la tarde y no tenía más que hacer”.

Planeó seguir formándose, pero supo que un colegio de Pamplona, El Redín, necesitaba un profesor. Allí aceptaron su condición de compaginar trabajo y estudios y, en 1979, dejó otra vez Galicia. Cursó Ciencias de la Educación en la Universidad de Navarra, conoció a la que iba a ser su mujer, se casaron “y dos años después, en 1986”, le ofrecieron poner en marcha el Servicio de Deportes de la universidad.

“Desde hace unos días he pasado a lo que yo llamo la reserva nacional del talento, la renata“.

Hasta entonces, la actividad deportiva la organizaba la Federación Española de Deporte Universitario, y los centros contaban con equipos que participaban en competiciones junto a otros clubes. Pero desde el curso 1985 quedó en manos de los servicios deportivos de cada universidad. Javier Trigo fue nombrado director de esta área en la entidad navarra y lo consolidó. Un mérito que fue reconocido en 1996 con una llamada para que se incorporara a la Administración como director gerente del Instituto Navarro de Deporte y Juventud. En 2007 volvió a su puesto en la universidad, donde ha permanecido hasta su paso a la renata.

Toda la trayectoria profesional de Javier Trigo ha estado ligada, de una u otra forma, al deporte.

Le tocó transformar un sistema centrado en la competición en otro que buscaba hacer llegar los beneficios de la práctica deportiva y los hábitos saludables a todos los miembros de la comunidad universitaria, especialmente a los estudiantes, como un elemento más de la formación integral. Pero es una actividad voluntaria, y para incentivarla las universidades ofrecen un amplio abanico de propuestas y se dotan de unas instalaciones propias. Todo eso se coordina desde del Servicio de Deportes que diseñó y puso en marcha Trigo junto a su equipo.

Explica que su proyecto trataba de abrir la práctica deportiva a toda la comunidad universitaria y buscaba fomentar la convivencia entre alumnos, empleados, docentes, egresados y familias. “Además, debía servir para unirla a la sociedad en la que vive, por eso firmamos acuerdos con federaciones o clubes y son muchos los equipos que utilizan nuestras instalaciones”, indica utilizando un posesivo del que aún no se ha desprendido. “También ha servido como medio de promoción de la universidad a través de las escuelas deportivas dirigidas a menores de 18 años, que han permitido que muchas familias la conozcan y se planteen la posibilidad de que sus hijos estudien luego en sus aulas”.

A la hora de hacer balance, ¿cree que esos objetivos se han alcanzado? Antes de responder, muestra su gratitud a la universidad por haberle permitido desarrollar un trabajo que califica de “apasionante”. “Creo que sí se han alcanzado”, sentencia. En 2018, y bajo su dirección, se aprobó un plan estratégico del Servicio de Deportes, dejando así encarrilado el futuro del área.

Probablemente nunca ha sido una posibilidad real, pero nos puede la curiosidad. Ahora, al dejar todo eso atrás, ¿no le hubiera gustado dirigir la actividad deportiva en una universidad norteamericana, con atletas olímpicos, nadadores que pulverizan récords y dream teams? Ríe con ganas, mira al cielo y nos cuenta que lo primero que hizo al ser nombrado en 1986 fue pedir que le dejaran ir a Estados Unidos durante un mes para conocer su modelo. Pero vio que era tan diferente que no podía importarse. “Me gustó su coherencia. Allí y aquí decimos lo mismo: que el deporte es un elemento fundamental para la formación de los estudiantes. Pero allí ponen los medios para que sea así y aquí no porque no nos creemos que el deporte es importante. Consideramos que es un pasatiempo, una alternativa al bar para muchos”.

“No nos creemos que el deporte es importante. Consideramos que es un pasatiempo, una alternativa al bar para muchos”.

Volvemos a septiembre de 1996, cuando fue nombrado director gerente del Instituto Navarro de Deporte y Juventud, cargo en el que permaneció hasta julio de 2007. Casi tres legislaturas con Miguel Sanz como presidente del Gobierno. Era un momento complicado, había caído el Ejecutivo tripartito presidido por el socialista Javier Otano y Sanz accedió al Palacio de Navarra.

“Tuvo que hacer un equipo y alguien le habría dicho: ‘Oye, pues para deportes hay un tal Javier Trigo’, porque yo no tenía relación con él. Me llamó y me hizo ilusión porque siempre he tenido la vocación de servir a la sociedad, así que no me costó mucho trabajo decir que sí”. Dice que fueron once años “preciosos” y recuerda su paso por la Administración como una experiencia “muy positiva”, donde contaba “con un equipo excepcional, personas de una categoría impresionante”.

Destaca la colaboración entre los partidos, que le permitió sacar adelante iniciativas como la Ley del Deporte con el apoyo de todo el Parlamento excepto Herri Batasuna, que se abstuvo. “Creo que entonces se llamaba así… Pienso que trabajamos bien en la línea de tratar de modernizar la estructura deportiva de la comunidad, con un plan de infraestructuras interesante. También aumentó la tasa de práctica…”. Tras una breve pausa, aplaude a “esa buena gente que trabaja por el deporte en ayuntamientos, clubes, sociedades, voluntarios que aportan su tiempo y a veces su dinero porque es lo que les gusta, siempre dispuestos a colaborar en lo que fuera necesario”.

Trigo fue quien puso en marcha el Servicio de Deportes de la Universidad de Navarra.

Si todo fue tan satisfactorio, ¿no pensó en dedicarse a la política? “Sí lo pude contemplar en algún momento. Es un bicho que tienes ahí dentro, pero siempre me consideré un gestor y cuando lo dejé lo hice convencido. Bueno, fui concejal de Deporte en el Ayuntamiento del Valle de Egüés cuatro años. Ya estaba de nuevo en la universidad y aquel tiempo me sirvió para convencerme de que había acertado volviendo a mi trabajo. Lo hice a tiempo porque después llegó la política basura, la falta de respeto al adversario y de consideración por parte de los ciudadanos”, indica con un gesto de disgusto que troca en sonrisa cuando añade que “el bicho” le duró un año. “Luego lo aplasté”, agrega.

Recurrimos a un tópico, pero inevitable. ¿Cuál ha sido el deportista que más le ha impresionado, ya sea por sus logros o por sus valores? No lo duda, Miguel Induráin. “Tuve la mala suerte de que se retiró cuando llegué al Instituto. Es un gigante como deportista y como persona. También tengo especial cariño a Fernando Arretxe porque nos salvó la cara cuando Osasuna casi baja a Segunda B. Menos mal que nos salvó Enrique Martín en aquel agónico final. El San Antonio no podía subir por problemas económicos, el CBN de Juan Ustárroz se había hundido, Induráin se retiró… Arretxe jugaba la final del manomanista en San Sebastián contra un guipuzcoano. Y, si llega a perder, pues no sé. ¡Pero ganó! Bueno, y Julián Retegui, Marta Mendía, muchos, muchos. También dirigentes del deporte tan relevantes como Miguel Pozueta, Juan Carlos Barcos o Carmelo Paniagua”.

ÍDOLOS Y DEMONIOS

No ha tenido ídolos, pero como ha practicado el baloncesto, que es el deporte que más le gusta, casi tiene en esa consideración a jugadores de la selección que le hicieron vibrar siendo niño: Luyk, Emiliano, Buscató, Brabender. “Y actualmente me quito el sombrero con Rafa Nadal o Pau Gasol“. Baloncesto, fútbol, squash, esquí, pádel o bádminton son algunos de los deportes de los que ha sido jugador, entrenador o las dos cosas. “Pero vamos, no gané medallas. Ja, ja, ja. Es que he sido deportista gracias a que canto mal. Lo intenté en el coro del colegio y su director me dijo: ‘Oiga, Trigo, pruebe usted con el baloncesto. Como es alto le puede ir mejor'”.

Nada más llegar a Navarra jugó al fútbol en el Arrate de Carcastillo. “Era un extremo rápido, veloz. Estuve dos años y me vinieron muy bien para conocer la Ribera y también las costilladas. Llegabas al pueblo después del partido y te recibían con una costillada. ¡Qué buena costumbre!”. Fue pionero en la práctica del bádminton y el pádel, deporte que sigue practicando. “Lo recomiendo”.

“Dejé de ser concejal a tiempo porque después llegó la política basura, la falta de respeto al adversario y de consideración por parte de los ciudadanos”.

Javier Trigo también ha escrito un libro. Leyó la tesis doctoral de un sacerdote que analizaba la doctrina de Juan Pablo II sobre el deporte, le interesó y buscó lo que habían dicho al respecto el papa actual, Francisco, y su antecesor, Benedicto XVI.

“El mensaje papal traslada que el deporte es un medio para encontrarte con Dios y mejorar la sociedad, que sirve para educar a las personas porque es una escuela de valores y es fundamental para que los pueblos vivan en paz, que también es un instrumento útil para la evangelización… Cosas muy destacadas que, sin embargo, no se conocían. Así que me dije: ‘Esto tengo que contarlo'”. Llegó la pandemia y, durante el confinamiento, le vino la inspiración. “Exponerlo de una manera teórica era complicado, así que lo mejor era hacerlo a través de historias. En el deporte hay muchas y muy bonitas”. Buscó veinte que servían para ilustrar las ideas de los papas y con ellas redactó el libro ‘Dios es deportista. Una visión cristiana del deporte’. Y como ahora dispondrá de más tiempo, se propone escribir “la cara opuesta: los demonios del deporte, los amaños, el dopaje, la mercantilización…”. Ya está buscando las otras veinte historias que lo conformarán.

Además del libro, y por supuesto del deporte, la familia seguirá ejerciendo un papel fundamental en esta nueva etapa de su vida. Lógico porque tiene diez hijos, “cinco chicas y cinco chicos”; “dos nueras, un yerno; cuatro nietos; ¡y dos perros!”. Organizar la vida hogareña será difícil… ¿Lo hicieron aplicando disciplina deportiva o tácticas y estrategias de equipo? Se ríe antes de responder. “Más bien era gestión empresarial. Mi mujer era la directora general del hogar y teníamos un consejo de administración, que se reunía todas las semanas para ver cómo iba la empresa. Había que compartir las tareas, claro”.

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