sábado, 14 septiembre 2024

La calle de Pamplona que figura entre las más cortas de España

Los 23 metros de la calle Salsipuedes, situada entre la plaza de San José y el convento de clausura de las Carmelitas Descalzas, la convierten en una de las más cortas de la Península Ibérica. Su historia vinculada a la Iglesia y los asesinatos de los que fue testigo hacen de ella uno de los puntos más interesantes de la capital navarra.


Pamplona - 9 agosto, 2024 - 12:55

Los carmelitas compraron el terreno por 167.669 pesetas y, a manos de Florencio Ansoleaga, edificaron allí el actual convento. (Foto: Maite H. Mateo)

Salsipuedes o entra si te dejan. Este dicho retumba en las calles de Pamplona desde 1774, aunque fue en 1861 cuando se oficializó esta curiosa palabra que da nombre a la calle más corta de Pamplona y una de las más breves de toda la Península Ibérica. 

Sus 23 metros de longitud conectan la plaza de San José, en uno de los laterales de la Catedral de Pamplona, con la puerta del convento de las Carmelitas Descalzas. Como su nombre indica, se trata de un callejón sin salida y, por las noches, una verja hace todavía más complicado su acceso, ya que se convierte en un pasillo directo hacia un convento de clausura. 

Precisamente, este breve recorrido desprende una larga historia. En 1583, Catalina de Cristo, discípula de Teresa de Jesús, fundó en la calle Jarauta el primer convento carmelita femenino de España para, en 1604, trasladarse a la Plaza del Castillo. En el siglo XIX resultó dañado por los estragos de la guerra y en 1836 la Desamortización de Mendizábal ordenó la confiscación y la destrucción del convento, por lo que las monjas se trasladaron al monasterio de los carmelitas en la calle Descalzos. Estos tuvieron que irse de España y, a su vuelta en 1895, ellas lo seguían ocupando. De modo que, por 167.669 pesetas, compraron el terreno de la Calle Salsipuedes y, a manos de Florencio Ansoleaga, edificaron allí el actual convento que, para 1900, ya estaba en funcionamiento.

Un año después, se convirtió en el lugar de descanso de su fundadora, fallecida en 1594. Cuando exhumaron su cuerpo, se encontraba incorrupto, es decir, sin descomponer, lo que muchos interpretaron como un hecho divino y por lo que recibió veneración pública, incluso por los reyes Felipe III y Margarita de Austria en 1600. En 1604 fue trasladada al Carmelo pamplonés, donde fue cambiando de ubicación hasta entrar por la calle Salsipuedes. Solo volvió a salir en 2008 para ser expuesta al público más de cuatrocientos años después de su muerte. 

Sin embargo, esta calle no es solo un hogar divino, sino que ha sido testigo de verdaderas encerronas. El libro Crímenes en las calles de Pamplona, de Ramón Lapeskera, relata varios homicidios que se remontan a 1865. Juan Sola iba a entregar un paquete cuando unos ladrones le propinaron tres puñaladas y, en otra ocasión, cinco céntimos fueron razón suficiente para saldarse con dos muertos tras una discusión.

Por eso, entre otras muchas cosas, una de las siete calles más cortas de España, ubicada frente a la fuente de Los Delfines, encierra una gran historia, convirtiéndose en uno de los puntos más interesantes del casco antiguo de la capital navarra. 

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