Vivimos en una era caracterizada por lo efímero y donde, en muchas ocasiones, resulta muy complicado diferenciar entre realidad y ficción novelada. Se buscan y se convierten en moda lo que no son más que emociones de rápido consumo y, a poder ser, bajo control. Es lógico que, en ese contexto, el mundo del toro (y todo el ritual que lleva aparejado) se convierta en algo bajo sospecha que no termina de encajar bien.
Seguramente, la imagen y los mensajes trasladados no han sido los más adecuados para responder a un entorno que, de la mano de campañas ad hominen y ataques -más o menos orquestados-, se ha vuelto cada vez menos condescendiente y más agresivo frente a las corridas de toros. Pero al margen de un tema de buena o mala prensa, que no viene al caso, mal haríamos los que nos acercamos con cierto interés a este fenómeno como los que directamente rechazan ya de plano este mundo si no le ofreciéramos la posibilidad de defenderse en lo que todo parece indicar que puede ser la ‘última oportunidad’.
Porque si en algo puede haber coincidencia entre aficionados y detractores es que sería terriblemente injusto quitarse de en medio todo un mundo como el de los toros con un simple manotazo. Para ello, además, no recurriremos a los argumentos ya conocidos de cultura, tradición o de generación de actividad económica y empleo. Todos ellos son verdad y, como explica Jesús Berisa, propietario del Hotel Pamplona El Toro, “solo tenemos que pararnos a pensar qué podría suponer para la ‘marca turística’ de Sanfermines, Pamplona y Navarra no contar con este atractivo extra que nos diferencia y nos posiciona en el mercado”.
La realidad es que el mundo del toro tiene una salida ‘de futuro’ que tiene que ver con la verdad resumida en la historia de dos enormes fuerzas de la naturaleza en abierta confrontación: la del toro contra el hombre y, en menor medida (pero no menos importante), la de este último contra sus propios límites y miedos (a ser cogido y sufrir una herida y un daño físico que puede ser irreparable y, también, a no estar a la altura y no saber expresar, transmitir y compartir con el público toda la emoción y la nobleza representada por el toro.
PRIMER ANIVERSARIO
Todas estas reflexiones son las que han estado presentes en la primera tertulia taurina presanferminera que los responsables del Hotel Pamplona El Toro han celebrado para conmemorar el primer aniversario de la reapertura de este establecimiento que, en este tiempo, ha subido su categoría a un 4****, ha sido beneficiario de un ambicioso plan de inversiones y ofrece una innovadora propuesta gastronómica liderada por David Yárnoz, chef con una estrella Michelín.
Además, una cita de periodicidad anual con la que sus gestores pretenden honrar el nombre y la figura del animal que da nombre a su hotel por lo que, para este primer encuentro, han contado con la presencia, entre otros, del torero Javier Marín, el rejoneador Roberto Armendáriz, el presidente de la comisión taurina de la Casa de Misericordia, propietaria del coso pamplonés, José María Marco así como de Javier Baigorri, ganadero de PINCHA, hierro de origen navarro y debutante de la Feria.
En el caso de José María Marco, “porque ha sido diseñado para la afición de Pamplona con el deseo de alcanzar tres grandes objetivos: que la gente se divierta, que los toros embistan y que no haya ningún percance”, mientras que Baigorri, quien toma el relevo del último hierro navarro toreado en Pamplona en 1983, afronta la responsabilidad “acojonadillos porque no sabemos cómo van a salir las cosas” -reconoce- pero con la alegría de “alcanzar un sueño que parecía imposible” y con el deseo de “no defraudar”. El esfuerzo realizado es reconocido, no obstante, por estamentos como la Federación Taurina de Navarra. Su presidente, Patxi Garbayo, cree fundamental que vuelva a ver una ganadería de Navarra en Pamplona porque “demuestra que las cosas se están haciendo bien”, dice.
Esa misma expectación muestra el rejoneador Roberto Armendáriz que, según afirma, vive una temporada “rara en la que no tengo muchas corridas contratadas”. Aunque se siente muy querido y anuncia que tiene intención de dejarlo todo porque “San Fermín es el día más importante del año para mÍ, me motiva y quiero disfrutar para que toda esa gente que veo volcada conmigo disfruten también” no puede ocultar cierta decepción porque las cuatro orejas que cortó el pasado año en Pamplona no le sirvieron para tener oportunidades en Madrid, San Sebastián o Bilbao.
Por eso “el sistema no me motiva tanto”, señala, algo en lo que no coincide del todo el matador Javier Marín que este año no se viste de luces en la capital pero sí lo hace en Estella o Cintruénigo, por ejemplo. Pese a todo, afirma que la cita de Pamplona “sigue siendo una feria muy importante, que sí sirve y que el cartel de este año se ha montado muy bien y es muy interesante”. Por todo ello, concluye que se siente “muy orgulloso”.