La salud mental se ha convertido en una preocupación global creciente, con un impacto significativo en la calidad de vida y el bienestar de las personas. De hecho, según el último Informe Nacional de Salud (2023), el 34 % de la población española padece alguna enfermedad mental, siendo los trastornos de ansiedad, los trastornos del sueño y los trastornos depresivos los más frecuentes. En concreto, los primeros afectan al 10 % de la población, con una mayor prevalencia en mujeres (14 %) que en hombres (7 %).
Las causas de esta tendencia son diversas, pero en los últimos años existe un gran interés por comprender cómo factores como el estilo de vida moderno, el estrés crónico, la falta de sueño o una alimentación deficiente influyen en el equilibrio de la microbiota intestinal. Especialmente, cómo afectan a la conexión entre el intestino y el cerebro.
LA AUTOPISTA INTESTINO-CEREBRO
Dicho eje es un sistema de comunicación bidireccional que conecta el tracto gastrointestinal con el sistema nervioso central y viceversa. Los estudios científicos han revelado que la microbiota intestinal desempeña un papel importante en la producción y síntesis de neurotransmisores como el glutamato, la serotonina o el ácido gamma aminobutírico (GABA). También de hormonas como el cortisol, claves en la regulación del estado de ánimo, la respuesta al estrés o el comportamiento cognitivo. Por ejemplo, se estima que más del 90 % de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino, y un desequilibrio en su producción se ha vinculado con trastornos depresivos y de ansiedad.
El 34 % de la población española padece alguna enfermedad mental, según el Informe Nacional de Salud (2023)
Por otro lado, la microbiota intestinal regula el eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HHA), y cuando hay disbiosis, es decir, un desequilibrio en su composición, genera inflamación crónica que lo activa en exceso, aumentando la producción de cortisol, también conocida como «la hormona del estrés».
Dentro de este contexto, los compuestos con efectos en la modulación del eje intestino-cerebro han despertado un creciente interés en la comunidad científica y en el sector de la alimentación funcional.
LA ALTERNATIVA DE LOS PROBIÓTICOS
Durante el XVI Congreso de la Sociedad Española de Microbiota, Probióticos y Prebióticos (SEMIPyP), celebrado recientemente en Barcelona, expertos en el campo debatieron sobre la necesidad de seguir investigando el impacto de los probióticos en la salud mental. Entre ellos estaba Lorena Valdés, investigadora de I+D+i en el Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA), quien destaca la importancia de esta línea de estudio: «El uso de probióticos en el abordaje de trastornos mentales va a ser un ámbito de investigación importante en los próximos años por el estilo de vida actual y por la necesidad de desarrollar soluciones que ayuden a prevenir o mejorar sus síntomas».
En concreto, durante el simposio organizado por Farmasierra, se presentó la ponencia ‘Papel emergente de los psicobióticos en el manejo del estrés y enfermedades relacionadas’, a cargo de Javier Santos, jefe clínico de Gastroenterología del Hospital Universitario Vall d’Hebron, y Amanda Rodríguez-Urrutia, psiquiatra sénior del Servicio de Salud Mental. En ella se abordaron los avances recientes en este ámbito y se resaltó el potencial de los «psicobióticos» como complemento a las terapias convencionales: «La medicina actual debe avanzar hacia un enfoque transdisciplinar. Al igual que la microbiota interactúa de manera multilateral con todo el organismo, los profesionales sanitarios debemos ampliar nuestra red de trabajo y colaborar con múltiples ámbitos de la ciencia para ofrecer el mejor rendimiento terapéutico», apuntaron los ponentes.
En cuanto al término «psicobióticos», Lorena hace algunas aclaraciones: «Desde un punto de vista científico, la ISAPP (International Scientific Association for Probiotics and Prebiotics) no reconoce esta categoría como tal. Actualmente, se han definido de manera rigurosa los conceptos de probióticos, microorganismos vivos que en cantidades adecuadas confieren un beneficio para la salud del huésped; prebióticos, que son ingredientes que favorecen el crecimiento o la actividad de microorganismos beneficiosos en la microbiota intestinal; sinbióticos, que combinan prebióticos y probióticos para potenciar sus efectos; y, más recientemente, postbióticos, que incluyen microorganismos no viables y los compuestos bioactivos resultantes de su metabolismo».

«El uso de probióticos en el abordaje de trastornos mentales será un ámbito de investigación clave en los próximos años», afirma Valdés.
Sin embargo, cuando hablamos de «psicobióticos» en el contexto de la ponencia, nos referimos a ciertos compuestos moduladores que pueden tener efectos positivos en el sistema nervioso: «Vimos estudios que han demostrado cómo la suplementación con estos compuestos puede aliviar los síntomas de depresión. En concreto, los probióticos modulan el eje Hipotálamo-Pituitario-Adrenal (HPA), inmunomodulan e inducen una mayor producción de diversos compuestos farmacológicamente activos como neurotransmisores, proteínas o ácidos grasos de cadena corta, lo que sugiere un posible mecanismo para mejorar el equilibrio neuroquímico y reducir los efectos negativos del estrés crónico en la salud mental», añade.
PRIMEROS EJEMPLOS VALIDADOS CLÍNICAMENTE
La realidad es que, a medida que avanza la investigación, algunas empresas han comenzado a explorar su aplicación en alimentos funcionales. Durante el simposio, Farmasierra presentó Zenflore, un probiótico que según sus desarrolladores se ha convertido en el primero que, mediante ensayos clínicos, «ha demostrado su eficacia para mejorar la respuesta al estrés, estabilizar el estado de ánimo y optimizar la calidad del sueño, validado por estudios clínicos para la mejora de la estabilidad emocional y la gestión del estrés».
Lorena Valdés (CNTA): «Tenemos una colección con más de 400 cepas que tienen potencial probiótico en áreas como el eje-intestino cerebro, la inmunidad o el síndrome metabólico»
En concreto, este complemento alimenticio combina la cepa Bifidobacterium longum 1714 y una selección específica de vitaminas del grupo B que, además, «contribuyen al normal funcionamiento del sistema nervioso, reducen el cansancio y mejoran el rendimiento intelectual».
Por su parte, ADM ha anunciado un acuerdo exclusivo con Asahi Group Foods Corporation para comercializar y distribuir el postbiótico exclusivo de Asahi, Lactobacillus gasseri CP2305, desarrollado para apoyar la gestión del estrés, el estado de ánimo y la calidad del sueño. Según la empresa, este postbiótico cuenta con el respaldo de ocho ensayos clínicos en humanos, lo que respalda su efectividad en la mejora del bienestar emocional, la eficiencia del sueño y la reducción del tiempo necesario para conciliarlo.
ÁREA EN CONSTRUCCIÓN
Si bien estos productos representan los primeros pasos en un campo aún emergente, el creciente interés por la salud mental «ofrece un amplio margen de innovación para la industria alimentaria». Las empresas del sector tienen la oportunidad de diversificar su cartera con soluciones basadas en la ciencia, que no solo amplíen sus mercados, sino que también contribuyan al bienestar de la población.
El desarrollo de probióticos y su integración en la alimentación funcional podría marcar el inicio de una nueva etapa en la relación entre dieta y salud mental. Sin embargo, todavía se requiere más investigación para comprender plenamente su eficacia y mecanismos de acción, así como para garantizar su validación científica y su integración en estrategias de salud pública.
Y eso es precisamente lo que está haciendo el equipo de investigadores del Departamento de Biotecnología Alimentaria del área de I+D+i en CNTA, al que pertenece Lorena, que lleva ya más de quince años estudiando la aptitud probiótica de diversas cepas bacterianas y donde ya están analizando su potencial en esta área. «Actualmente, ya estudiamos cómo nuestras cepas pueden ayudar en la modulación del eje intestino-cerebro y seguimos investigando su potencial, junto con otras áreas como la inmunidad y el síndrome metabólico, para facilitar su transferencia al sector. En concreto, contamos con más de 400 cepas que tienen potencial probiótico y colaboramos con la industria para transferir estos desarrollos», concluye.