No es ningún secreto que España es croquetera. De hecho, cada español consume una media de 151 croquetas al año, según el último informe presentado por Oído Cocina Gourmet. Este bocado tan castizo no deja indiferente a nadie, y pocos son los restaurantes que no las incluyen en su carta.
Pero, en los últimos años, se consumen más en casa. Una encuesta realizada por la consultora Kantar sobre las formas de alimentarse de los consumidores asegura que, antes de la llegada de la pandemia, los españoles comían de media cinco veces fuera de casa a la semana. Ahora, solo salen tres veces en busca de la oferta en los bares.
Sin embargo, preparar croquetas en casa no es tarea fácil y se necesita de tiempo. ¡No hay que temer! Los platos preparados acuden al rescate de los menos experimentados. Aunque lo más recomendable es que las cestas de la compra se compongan en su mayoría de productos frescos y sin procesar, muchas veces los horarios de trabajo y las prisas hacen optar por productos precocinados que ahorran tiempo y, a veces, dinero.
Para poder hacer una compra lo más saludable posible es importante tener en cuenta el etiquetado de los alimentos, pero no siempre es fácil entender lo que pone. “Muchas veces el etiquetado puede dar lugar a confusiones, no solo por los textos, sino porque como consumidores no sabemos a qué debemos prestar más atención o qué es bueno o malo para nuestra salud. Saber interpretarlo es crucial para llevar a cabo una dieta equilibrada”, exlica Cristina Comenge, chef y cofundadora de Oído Cocina Gourmet.
Por eso, y con motivo de la celebración del Día Mundial de la Croqueta este mes de enero, da cinco claves a tener en cuenta en el etiquetado de los productos:
1. SI ES BREVE, DOS VECES BUENO
Los textos extensos suelen ser un indicativo de que el producto en concreto tiene más cosas de las necesarias. Lo ideal es que en el etiquetado no aparezca un sinfín de ingredientes y palabras que no se entiendan, ya que eso podría significar que contiene un gran número de químicos y aditivos que no son beneficiosos para la salud.
2. EL ORDEN DE LOS FACTORES SÍ ALTERA EL PRODUCTO
Quizás no es sabido por todo el mundo, pero la disposición de los ingredientes en la etiqueta crea un orden de mayor a menor indicando la cantidad y la presencia de cada uno dentro del producto. En el caso de las croquetas, el primer ingrediente debería ser el producto lácteo, que es la base de toda bechamel.
3. GRASA BUENA Y GRASA MALA
La palabra ‘grasa’ parece llevar consigo una connotación negativa, pero existen aquellas que son realmente buenas y necesarias para el organismo. El aceite de oliva es bastante nutritivo y, además, contiene pequeñas cantidades de vitaminas E y K, así como numerosos ácidos grasos beneficiosos. Lo importante es intentar evitar los aceites refinados, el aceite de palma y las grasas trans.
4. JUGANDO AL DESPISTE
El azúcar está presente en todos los alimentos, es necesario y es fuente principal de energía. Pero, ¿cuánto azúcar añadido se consume? Términos como sacarosa, dextrosa o fructosa son el camuflaje perfecto para despistar al consumidor y añadir azúcar en su dieta.
Según la Organización Mundial de la Salud, la dosis de azúcar diaria recomendada es de 25 gramos al día, lo que equivale al 5 % de la ingesta calórica, por lo que es importante prestar atención y saber qué se está comprando.
5. CONTAR CALORÍAS NO ES SALUD
Cada vez es más importante prestar atención a lo que se come y a las calorías que se ingieren, pero poco tienen que decir sobre la calidad del producto. ¡Atención! No siempre un valor reducido se traduce como saludable. Normalmente, el número de calorías que aporta viene indicado por ración o por cada 100 gramos del producto. El secreto está en el valor nutricional de los alimentos.