¿Sabe usted lo que es la microbiota intestinal? Una encuesta llevada a cabo por Chr. Hansen en dieciséis países arrojó que el 50 % de la población ya está «familiarizada o muy familiarizada» con este término, que suele relacionarse con la salud intestinal e inmunológica, así como con el bienestar en general. Precisamente, esos billones de bacterias que conviven en el cuerpo humano conforman un ecosistema único al que la comunidad científica y las empresas biotecnológicas, alimentarias y farmacéuticas quieren sacar partido.
En este sentido, los productos que mejoran la microbiota intestinal han ganado popularidad a pasos agigantados en la última década. Por un lado, el mercado de los probióticos -microorganismos vivos que mejoran la salud al ser consumidos en dosis adecuadas- alcanzará los 113.820 millones de euros en 2030, con una tasa de crecimiento anual del 7,5 %. Así mismo, la consultora Grand View Research valoró que el de los prebióticos -ingredientes alimentarios que benefician a la microbiota- logró facturar 6.192 millones de euros en 2021 y se espera que incremente de forma anual un 14,9 % hasta 2030.
La misma firma señala a «la creciente preocupación por la salud o el envejecimiento poblacional» como razones para estas cifras en alza. Pero estos productos también se perfilan como una de las herramientas en la lucha contra la obesidad, que ha adquirido niveles epidémicos en la actualidad. De hecho, la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO) anunció en 2020 que esta enfermedad y el sobrepeso «ya afectaban al 21 % de la ciudadanía y al 60 %» respectivamente.
Quienes deseen conocer más a fondo el proyecto pueden hacerlo a través de este enlace.
«Tenemos unas cifras alarmantes y es necesario buscar terapias alternativas y personalizadas que permitan frenar el avance y el riesgo de estas enfermedades. En este sentido, es necesario estudiar los mecanismos implicados en la aparición de esas alteraciones metabólicas y, entre ellos, se encuentran los que contribuyen al equilibrio existente entre los microorganismos que conforman la microbiota», explica Paula Aranaz, investigadora del Centro de Investigación en Nutrición de la Universidad de Navarra.
Por eso, el equipo investigador de esta entidad se propuso profundizar en esa línea de trabajo y desarrollar nuevos agentes probióticos y prebióticos capaces de modular la microbiota intestinal. ¿Su objetivo? Revertir el estado de disbiosis, un desequilibrio en la flora intestinal característico de la obesidad y del síndrome metabólico, para mejorar los parámetros de sus enfermedades asociadas.
Así nació Predismet, un proyecto liderado por la Universidad de Navarra en el que además es socio el Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA). La iniciativa está coordinada por ADItech, a su vez agente coordinador del Sistema Navarro de I+D+i (SINAI), y cuenta con financiación del Gobierno de Navarra en la convocatoria de ayudas a centros tecnológicos y organismos de investigación para la realización de proyectos de I+D colaborativos.
NUEVAS CEPAS
En la primera fase del proyecto, CNTA escogió varios microorganismos que preserva en su cepario para identificar los mejores candidatos a probióticos. «A través de estudios, evaluamos en nuestros laboratorios características relacionadas con la funcionalidad, la seguridad y la identidad de las bacterias. Es relevante, por ejemplo, que puedan resistir las condiciones del tracto gastrointestinal, que tengan capacidad antiinflamatoria o que sea viable producirlas a nivel industrial, bien porque sea técnicamente factible o por los costes económicos», desglosa Dante Fratebianchi, investigador de CNTA.
De esta forma, el centro tecnológico escogió cuatro cepas y produjo una «cantidad suficiente en condiciones controladas» para la segunda fase del proyecto. Después, el equipo de la Universidad de Navarra probó la funcionalidad in vivo de estas cepas, «tanto de forma libre como de forma conjunta con ingredientes prebióticos».
El personal investigador usó gusanos y roedores como modelos experimentales para probar el efecto que las especies bacterianas tenían sobre la microbiota intestinal. El CIMA Lab Diagnostics y el Departamento de Farmacología y Toxicología de la Universidad colaboraron también en esta fase. «Logramos interesantes resultados con dos de las cuatro cepas que recibimos de CNTA. La primera funciona bien sola, y la otra es aplicable tanto de forma libre como en conjunto con un prebiótico», avanza Aranaz.
APLICACIONES PARA EL SECTOR AGROALIMENTARIO
A falta de realizar las últimas pruebas, los equipos de ambos centros están «muy contentos e ilusionados» con los buenos resultados obtenidos. Al mismo tiempo, «varias empresas» ya han mostrado su interés en este proyecto. «Queremos explotar estos desarrollos a nivel industrial y ponerlos a disposición de las firmas alimentarias para que ellas sean el vehículo hacia el consumidor», incide la investigadora de la Universidad de Navarra.
En el futuro, el equipo investigador espera probar sus desarrollos en estudios de intervención en humanos. De esta forma, la Universidad de Navarra y CNTA desean elaborar «un posible probiótico o agente nutracéutico» para el tratamiento de la obesidad y enfermedades metabólicas asociadas.
Así mismo, los agentes probióticos y prebióticos de Predismet tienen aplicaciones en el sector de la alimentación animal. «Hay personas que no pueden ser tratadas con algunos antibióticos frente a algunas infecciones porque las bacterias causantes ya han estado expuestas previamente a ellos, haciéndose resistentes. Parte de esa exposición proviene del uso de antibióticos en la ganadería. De ahí que este mercado se está volcando más y más en la utilización de probióticos, porque es una forma de mantener la salud del ganado y evitar el uso de estos medicamentos», concluye Fratebianchi.