Recientemente, estaba impartiendo un curso de innovación y pregunté a los alumnos cuáles creían ellos que eran las barreras o frenos para la innovación empresarial. Las respuestas fueron del tipo: falta de tiempo, falta de recursos, tamaño de la empresa (por aquello de que “eso de la Innovación es para las empresas grandes”, según dijeron), falta de creatividad, carencia de cultura innovadora, etc.
Cierto es que algunas de las respuestas si suponen ciertamente un freno a la capacidad de innovación, pero en esa pequeña encuesta no salió el principal obstáculo para que una empresa innove, y éste no es otro que la falta de compromiso e implicación de la dirección general de la empresa.
Hay otros frenos a la innovación, que en mi opinión, se desprenden del primero: la aversión al riesgo o miedo al fracaso, la aplicación de criterios de gestión operativos, la tendencia a “optimizar” lo que hacemos bien, la falta de confianza en la innovación, la selección inadecuada de proyectos, la falta de motivación de los empleados y la búsqueda de rentabilidad a corto plazo, entre otros.
Innovar va más allá de nombrar a un responsable para ello porque ahora “se lleva”.
Sin un líder comprometido no hay innovación posible. Los empresarios y directores generales tienen que ser los primeros en promocionar la innovación en la empresa. No basta con palabras. Se precisan hechos claros y contundentes: la innovación tiene que estar en la agenda estratégica de la empresa y debe tener unos recursos asignados. ¡Tomen nota señores directores!
Si el líder de la empresa no cree firmemente que innovar es un proceso estratégico, difícilmente innovará. Es decir, sin una dedicación de talento, dinero y tiempo, difícilmente se conseguirán innovaciones. Y esto va más allá de nombrar un responsable de Innovación, porque ahora “se lleva”. Sin un apoyo real, acabará frustrado.
La dirección comprometida puede impulsar una serie de iniciativas que van a potenciar esa cultura de innovación. Actividades como procesos de ideación, programas de intraemprendimiento, formación, comunicación y un plan de innovación que determine una estrategia clara, con expectativas adecuadas en el tiempo, y su correspondiente cuadro de mando que permita medir los resultados. De esta forma, Las empresas innovadoras sistematizan la innovación y la convierten en algo que pasa a formar parte de su ADN, transformándose en uno de sus elementos diferenciadores. Y aquí el tamaño, en contra de lo que decían algunos, no importa.
Si en un foro empresarial preguntamos quiénes consideran importante innovar, seguro que más del 90% de asistentes levantará la mano. Pero aunque muchos empresarios y directivos creen que innovar es fundamental, la mayoría no se comprometen lo suficiente. Los motivos que se esgrimen son muy diversos y es preciso superarlos. Uno de ellos es que innovar es caro. Y aunque cabe decir que todo dependerá del reto y de las capacidades de la empresa, puedo asegurar que no innovar sale mucho más caro.
Silvia Zubeldía Díaz
Fundadora de Imago Innovation
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