Los bosques son lugares que se suelen asociar a plácidos paseos, al disfrute en familia o a la práctica del deporte. Pero no hay que olvidar que los bosques son también espacios de leyenda, misterio y superstición. Corrientes de agua que sobrecogen cuando bajan con toda su bravura. Ramas retorcidas que se vuelven amenazadoras al caer el sol. Sonidos nocturnos de procedencia desconocida. Y cuevas oscuras, refugio de quién sabe qué seres extraños…
Ay, qué cosquilleo. Esa sensación a medio camino entre la fascinación y el miedito. Te gusta, ¿verdad? Genial, porque en Zugarramurdi tienes un gran ejemplo de ello. Pero no olvides que no es el único de la zona. Las cuevas de Urdax y Mendukilo no le andan a la zaga, ya lo verás. En este reportaje está todo lo que necesitas saber para organizar tus excursiones por la Navarra más enigmática. ¡Vamos allá!
Cueva de Zugarramurdi
A tan solo 400 metros del pueblo, dando un agradable paseo por el bosque que la acoge, encontrarás el acceso a la gruta. No esperes grandes estalactitas ni pinturas rupestres porque esta no es ese tipo de cueva.
Según la leyenda fue escenario de aquelarres donde cientos de personas adoraban al mismísimo diablo. Se necesitaba mucho espacio para celebrarlos, y eso es justamente lo que ofrece esta formación. Grandes galerías excavadas por el transcurrir de las aguas del Orabidea a lo largo de los siglos. Por cierto, que la denominación en euskera del arroyo, Infernuko erreka, alude justamente al nacimiento de sus aguas, procedentes del infierno.
Sus dimensiones son impresionantes: un túnel natural de 120 metros de largo con alturas de hasta 12 metros y dos galerías elevadas. El sitio perfecto —amplio pero alejado de cualquier control— para dejarse llevar por el desenfreno pagano alrededor de una hoguera.
El mito de Zugarramurdi se consolidó en 1610, cuando el Tribunal de la Inquisición de Logroño investigó a 40 mujeres acusadas de brujería por sus vecinos. De ellas, 11 fueron condenadas a morir en la hoguera, y un panel con sus nombres las recuerda a la entrada de la cueva. Todo este bagaje convierte la visita a la Cueva de Zugarramurdi en una experiencia de lo más intrigante.
Cueva de Urdazubi/Urdax
Desde la propia Cueva de Zugarramurdi parte un sendero, el sendero de la Pottoka Azul, que discurre con placidez hasta otras profundidades la mar de interesantes: las cuevas de Urdazubi/Urdax.
La gracia de este enclave, y de aprovechar tu visita a la cueva de Zugarramurdi para verlas, es que son lo opuesto a la cueva de las brujas. Estas cuevas están cerradas y aquí sí que vas a encontrar un hermoso despliegue de estalactitas y estalagmitas formadas durante miles y miles de años.
Has de saber que el lugar sirvió de refugio durante la Guerra de la Independencia y las contiendas carlistas y que aquí se escondieron contrabandistas y bandoleros. Y ojo, que tampoco le falta su halo de misterio. Y es que las leyendas locales cuentan que aún hoy es morada de las preciosas lamias, seres mitológicos mitad pez y mitad mujer.
La cueva de Ikaburu, que es como se llama la gruta, conforma uno de los yacimientos prehistóricos del paleolítico superior más importantes de Navarra. La visita se realiza con personas guías especializadas, quienes se aseguran de que todo se mantenga en perfectas condiciones. Además, puedes reponer fuerzas en su cafetería, improvisar un picnic en su merendero, o llevarte un bonito recuerdo de la tienda.
Cueva de Mendukilo
Y al oeste que nos vamos, a la Sierra de Aralar, para hablarte de la última cueva que puedes visitar en tierras navarras. Está en Astitz y se llama Cueva de Mendukilo.
Su recorrido turístico, que harás con guía, te revela los misterios de las profundidades de la tierra gracias a la reciente disposición de pasarelas flotantes e iluminación multimedia. La visita discurre por varias salas, como la Artzainzulo —refugio de pastores—, de gran volumen y con abundante luz natural; la Laminosin —sala de los lagos—, repleta de formaciones geológicas; y el gran colofón, la Herensugearen gotorlekua —morada del dragón—, de tamaño colosal. Aquí es cuando el guía ruega silencio y solo —solo— se escucha el más profundo silencio que la tierra puede brindar.
Y para la gente más osada existe la posibilidad de apuntarse al programa de espeleoaventura, que llega hasta la Sala del Guerrero, a 70 metros bajo tierra. Se trata de una actividad exigente físicamente, de unas tres horas, que debes reservar con antelación. Independientemente de la modalidad que elijas, tienes a tu disposición la zona de acogida, un área de exposiciones, baños y máquinas expendedoras de tentempiés y cafés.