Cada segundo, el equivalente a un camión de basura lleno de productos textiles se incinera o se deposita en un vertedero. A raíz de esa conclusión, publicada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en 2018, numerosos expertos han señalado al fast fashion como una amenaza para el futuro del planeta. Pero el auge del modelo que impera en la industria de la moda, basado en la optimización de las cadenas de suministro y en la aparición constante de nuevas colecciones de moda que se adaptan a las tendencias del mercado y satisfacen el hambre voraz de los consumidores, convive a su vez con un hecho natural que acompaña al hombre desde sus orígenes: los bebés crecen y lo hacen, durante sus primeros meses de vida, a una velocidad vertiginosa.

¿Qué hacer con todos esos bodies sin estrenar que se quedaron en el fondo del armario? ¿Merece la pena comprar aquel vestidito bordado que no cederá ante nuevos kilos ganados en apenas unas semanas? ¿Dónde caben todas esas cajas repletas de ropa heredadas por hermanos, tíos o primos? Todas estas preguntas llevaron a Laura Falces a fundar Noona, una startup que ofrece suscripciones de alquiler de prendas para el público infantil.

Nacida en Pamplona hace veinticinco años, Falces es de Zizur Mayor “de toda la vida”. En este municipio vivió hasta cumplir la mayoría de edad, cuando hizo sus maletas y se mudó a la capital aragonesa con el objetivo de convertirse en ingeniera química. Compaginó su paso por la Universidad de Zaragoza -donde obtuvo un título de grado y otro de máster- con prácticas en la planta de Smurfit Kappa en Sangüesa y en la consultora Dekra Process Safety. Más tarde ocuparía el puesto de técnica de producción dentro de una firma especializada en la producción de nylon, polímeros y biopolímeros. Allí permaneció un año, hasta que un “golpe de realidad” le llevó a reconducir no solo su carrera profesional, sino su vida entera.

“Me desvinculé del sector industrial porque percibí que allí había un techo de cristal muy grande”.

“Me desvinculé del sector industrial porque percibí que había un techo de cristal muy grande. Yo solo podía tomar decisiones hasta un punto, más allá de eso no podía aportar”, explica a Navarra Capital.

Sin experiencia previa en el mundo de las startups, optó por seguir formándose, esta vez en la rama de los negocios, y dedicó tiempo a pensar –”como buena ingeniera”- en posibles soluciones a un problema que había identificado. “Vengo de una familia grande y he vivido de cerca lo que supone la acumulación de ropa de los peques”, relata.

A su experiencia personal sumó el convencimiento de que “los niños están un poco olvidados” en el ecosistema actual de las startups. “Nos metemos en temas como el metaverso o las criptomonedas, pero hay problemas del día a día y uno de ellos es la acumulación de prendas de vestir que están prácticamente sin tocar”, defiende. Además, vio en Noona una oportunidad para invitar a las familias a abrazar la ropa de ocasión: “Cuando un adulto compra una camiseta de segunda mano, la lava y ya está. Sin embargo, cuando se trata de críos existe una desconfianza y hay que tener más cuidado, sobre todo en cuestiones como los hipoalergénicos“.

PRUEBA PILOTO

Luego confirmó esta percepción realizando “más de cien entrevistas” a madres y padres, a partir de las cuales extrajo una serie de conclusiones. “Detecté que entre ellos se repetían una serie de patrones: el elevado gasto y la poca vida útil de la ropa infantil, las grandes cantidades de prendas que se almacenan y el lío de las tallas, que difieren según la marca”. Tras embarcarse sola en el proyecto en noviembre de 2021, incorporó posteriormente a su equipo a otros dos cofundadores, a un responsable de marketing y a un venture builder de Zaragoza que también forma parte de la empresa.

Con un prototipo dimensionado para “entre quince y veinte familias”, Noona ya ha arrancado su prueba piloto en la ciudad aragonesa. La plataforma, en colaboración con varias guarderías de la localidad que actúan como puntos de recogida de ropa, ofrece a sus primeros usuarios una suscripción “personalizada”. Esta varía en función del número de productos demandados y la frecuencia con la que se desea renovar el armario. Así, cada cierto tiempo -y a cambio de un monto fijo- los progenitores devuelven los artículos que alquilaron de manera temporal y reciben a cambio nuevas prendas, adaptadas un peso y estatura concretos. Todo el proceso de envío y recogida corre a cargo del pequeño equipo que integra la startup.

“El 95 % de las empresas fracasa y este es un riesgo que decides asumir a cambio de tu felicidad. Por eso, la gente que te encuentras en este sector suele estar un poco loca”.

Los cuatro jóvenes al frente de esta firma -ninguno de los cuales supera los 25 años- son también quienes se encargan de lavar, desinfectar y planchar la ropa que aparece a posteriori en el portal.

A la espera de “poder externalizar este servicio en un futuro”, el objetivo de Falces a corto plazo es llegar hasta los cien clientes. “Una vez conseguido esto – argumenta la joven navarra-, podremos pensar en la optimización de operaciones y en llevar el proyecto a otros sitios de España”.

A medio plazo, por otra parte, quiere combinar su foco en el cliente final con estrategias business-to-business: “Nos gustaría colaborar con el comercio local de moda infantil, que ya no tiene la misma atracción que antes. A ellos no les sale rentable introducir en Noona aquello que acaban de adquirir. Pero, en lugar de tirar el precio, sí pueden dar una salida mucho más sostenible con nosotros a las prendas que no han conseguido vender en la temporada”.

En menos de un ejercicio, la ingeniera pasó de tener “un futuro marcado y un buen puesto” a dejarlo todo para adentrarse “en un sector en el que los emprendedores no ven un euro en el primer año”. Tuvo desde el principio, eso sí, la confianza en sí misma para asumir el reto que se había trazado. “El 95 % de las empresas fracasa y este es un riesgo que decides asumir a cambio de tu felicidad. Por eso, la gente que te encuentras en este sector suele estar un poco loca”, remata entre risas.