Una voz amable nos da la bienvenida. A sus pies, un perro-guía acompaña sus pasos. “‘Drex‘, saluda a nuestras invitadas”, murmura el pamplonés Luis Casado. Risueño, deja que acariciemos las orejas de su labrador. Ambos posan al compás del clic de la cámara, aunque ‘Drex’, de vez en cuando, se distrae olisqueando todo lo que su hocico se encuentra por el camino… “¡Es como una aspiradora Dyson, lo absorbe todo!”, expresa nuestro protagonista entre carcajadas.
‘Drex’ y yo, muy atentos, escuchamos en silencio las memorias de Luis que, con cierta nostalgia, aterriza en el pasado para rememorar su infancia. Sus padres poseían un bar, y con apenas siete u ocho años, ayudaba “en todo lo que podía”, limpiando las mesas y las sillas de la terraza. Con el paso del tiempo, aquellas tareas evolucionaron hasta que, a los catorce, de pronto se vio sirviendo cafés tras la barra. “Me desenvolvía bien”, reconoce tras recordar los infinitos paseos que realizaba por las calles de Pamplona, en busca de hielo o pan cuando las existencias se agotaban. Entre todos los platos que los clientes podían seleccionar, había un claro favorito: la tortilla de patata. “La que hacía mi madre era espectacular, cocinaba fenomenal”, apostilla.
Era el pequeño de quince hermanos, y cuando los adultos le preguntaban qué quería ser de mayor, su respuesta era firme: futbolista. Pero, con los años, la lectura y la escritura calaron hondo en su interior. Por eso, más tarde cambió de decisión: “Cuando llegó la etapa del instituto, supe que quería ser periodista”.
“ENAMORADO” DE LA PRENSA
A los 16 años, la vida de nuestro protagonista dio un giro. Un diagnóstico médico lo cambió todo. “Me detectaron retinosis. En ese momento desperté, me di cuenta de que tenía que estudiar algo que pudiera asegurarme un futuro. Teniendo problemas de visión, no podía seguir como camarero en el bar, así que perseguí mi sueño de ser periodista. En el colegio se me atragantó algún curso, pero me puse las pilas”, relata.
“Me detectaron retinosis. En ese momento desperté, me di cuenta de que tenía que estudiar algo que pudiera asegurarme un futuro”
Aunque podría haber trabajado en la ONCE, como hizo algún verano, aquello no le llenaba. Así que siguió su vocación y estudió Periodismo en la Universidad de Navarra. A pesar de que recuerda con “mucho cariño” la etapa universitaria, reconoce que fueron años “duros”: “Poco a poco, iba perdiendo visión. Intentaba encajar mi vida, pero cambiaba continuamente y fue difícil”. Lo cierto es que Luis se hizo a la idea de que, al finalizar sus estudios, ya habría perdido por completo la visión, pero no fue así, “todavía veía bastante”.
“Enamorado” del mundo de la prensa, realizó prácticas en una emisora de radio, pero pronto vio que su pérdida visual influía cada vez más en sus labores. “Tenía que ir a muchos sitios distintos por primera vez y sufrí mucho. A veces, entrevistaba a una persona y no la reconocía porque no podía verle la cara”, narra afligido. Por eso, más tarde se decantó por “probar suerte” en el campo de la redacción y la creatividad publicitaria, al tiempo que ampliaba su formación con la carrera de Publicidad y Relaciones Públicas, también en la Universidad de Navarra. Por las mañanas asistía a clase y, por las tardes, a la agencia de marketing digital Instante Comunicación. “Aprendí muchísimo sobre creatividad literaria. Mis textos los utilizaban, por ejemplo, para campañas de vino. Cuando veía mis frases en algún lugar, me enorgullecía mucho y enseguida gritaba: ‘¡Eso lo he escrito yo!'”, evoca con una sonrisa plena.
LA “LLAMADA DE LA SELVA”
Después de tres años, fichó por la consultora Navalur como responsable de contenidos, donde durante un año y medio lideró un equipo de cuatro profesionales. Entonces, le surgió la oportunidad de ejercer como técnico de Comunicación en Kukuxumusu, empresa especializada en el diseño de ropa y artículos con unos característicos dibujos humorísticos. “Lo sentí como si fuera la llamada de la selva”, expresa. Al año, se creó el Área de Marketing, y le nombraron director del departamento. Más tarde, le ofrecieron el puesto de director general y, aunque aceptó liderar la compañía durante un año, después regresó a su cargo anterior: “Intenté desplegar mis ideas, pero vi que la situación requería un perfil mucho más técnico que el mío”.
En total, fueron once los años que nuestro protagonista permaneció en la firma. Sin embargo, tras más de una década allí, perdió definitivamente la visión. “Kukuxumusu es una empresa de dibujos, centrada en la estética visual. Y yo no veía. Me sentía vulnerable profesional y personalmente”, lamenta.
UN ‘MARKETING’ MÁS ACCESIBLE
Así, llegó el momento de expandir horizontes. Probó suerte enviando currículos aquí y allá pero, después de atravesar diferentes etapas en los periodos de selección de personal, los procesos siempre se frenaban: “Cuando salía a relucir mi discapacidad visual, las empresas perdían el interés en mi perfil”.
Entonces, Luis se decantó por ampliar su formación con un Máster en Accesibilidad y Diseño Universal por la Universidad Internacional de Cataluña (UIC). Precisamente en ese instante, se percató de que el sector del marketing debía cambiar. “Siempre se hablaba de turismo accesible, pero no de marketing accesible. Empecé a trabajar en ese concepto”, explica justo antes de desgranar el proyecto que decidió fundar para aportar su “granito de arena” en el mundo.
“Desde cualquier profesión se puede generar una inclusividad”
El primer paso para aterrizar sus ideas fue pensar en un formato sencillo de entender. Confiando en sus habilidades escritas y su creatividad, creó un blog online bajo el nombre de ‘Marketing Inclusivo’. Y así comenzó la aventura. Enseguida encontró un local que se adaptaba a sus necesidades y, pronto, llegó el día de la inauguración. Invitó a unas 40 personas y, cuando el acto finalizó, muchas de ellas se acercaron a él solicitando apoyo. “Oye, quiero que me ayudes a hacer mi negocio más accesible”, le pedían. Luis sonreía. Su proyecto había despegado con éxito.
Con el tiempo, el blog evolucionó hasta materializarse en la Fundación Iddeas, una entidad sin ánimo de lucro especializada en ofrecer servicios de formación y consultoría en el ámbito de la inclusividad y la accesibilidad. Luis destaca en especial la colaboración con varios centros académicos, como la Universidad de Navarra, la Universidad Pompeu Fabra, la Universidad de Deusto o la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). “Es fundamental que los futuros profesionales tengan la inclusión y la accesibilidad en sus herramientas de trabajo. Desde cualquier profesión se puede generar una inclusividad”, apunta Luis.
Hoy, la Fundación Iddeas suma siete años de trayectoria y una plantilla de cinco profesionales. “También quería crear puestos de trabajo para personas con discapacidad”, puntualiza.
DISEÑO Y DIVERSIDAD
El nombre de la organización surgió a raíz de una curiosa casualidad. La palabra ‘ideas’ debía incluirse de alguna manera en el proyecto, y para nuestro protagonista la clave fue añadirle una doble ‘d’. “Diseño y diversidad. Esa ha sido nuestra meta desde los inicios. Pero el nombre es todavía más interesante…”, aclara mientras cede el paso a un intrigante silencio antes de narrar la anécdota que daría por completo sentido a la denominación de la fundación. “Antes escribía con bolígrafos BIC negros, porque tenían un trazo grueso y detectable para mí. Luego pasé a los rotuladores Edding 1200. El nombre de la marca está puesta con relieve en el cuerpo del rotulador. Durante años, mi mano había tocado constantemente esa doble ‘d’. Pensé ‘¡ahora todo encaja!’, relata entre risas.
La inclusividad debe estar presente en todos los sectores. Por eso, recientemente, Fundación Iddeas se alió con Laboratorios Cinfa para lanzar un proyecto pionero a nivel mundial en la industria farmacéutica. “La gente puede preguntarse, ‘¿qué tiene que ver la farmacia con la inclusión?’. Ambas deben ir de la mano”, sostiene Luis. Así, las firmas propusieron adaptar los envases de los medicamentos para personas con discapacidad visual, a través de la tecnología NaviLens. En este sentido, la farmacéutica está incluyendo unos códigos específicos en todos sus estuches y prospectos. Mediante una aplicación gratuita y la cámara del móvil, las personas con ceguera o baja visión pueden escuchar, a través de una voz narradora, datos de interés como la fecha de caducidad del producto, el número de lote o la información completa del prospecto. “Esto ha marcado un antes y un después en las personas con discapacidad visual”, apostilla orgulloso nuestro protagonista.
Otro de los proyectos más “ilusionantes” para Luis es la supervisión del área recreativa de Arce-Nagore. En concreto, el Ejecutivo foral ha destinado 2,9 millones a la rehabilitación del Palacio de Arce, y la entidad está trabajando para dotar a este edificio del siglo XVI “de todas las comodidades que existen en el siglo XXI”.
A través de los diagnósticos de accesibilidad que la organización realiza, genera empleo a personas con discapacidad. Por ejemplo, actualmente trabaja en garantizar la accesibilidad del Baluarte de Pamplona. “Nos acompañan personas con baja visión, ceguera, sordera, problemas de comprensión, movilidad reducida… El diagnóstico lo hacemos ‘in situ’ y contando la experiencia personal de cada uno para ver qué se puede mejorar”, explica al tiempo que hace hincapié en que “la accesibilidad también es un nicho en el mercado laboral”.
LEER Y ESCUCHAR
A sus pies, ‘Drex’ bosteza. “¡Le ha entrado sueño de escucharme!”, ríe nuestro protagonista. Justo después, nos desvela que la música es una de sus grandes aficiones. Enseguida, teclea algo en su móvil y comienzan a sonar varias canciones. Arde Bogotá, Viva Suecia, Dorian, Sidonie… Su playlist está repleta de indie español. Parece que compartimos gustos musicales. Sonrío al percatarme de que también tenemos el mismo paladar literario: “Leer me encanta. Las novelas policíacas, de crímenes, de misterio… Todo eso me apasiona. Los Juegos del Hambre es uno de mis libros favoritos”.
A sus 51 años, subraya que, además de “leer y escuchar”, lo más importante para él son Sara, su mujer, y Aitana, su hija. Por supuesto, ‘Drex’ también se ha ganado un hueco en su corazón. “Si me alejo diez metros de él, se pone a llorar. Es muy sensible”, asegura acariciándole. De nuestro encuentro, nos llevamos una conclusión clara, que él mismo repite una vez más con una sonrisa perenne: “Debemos contribuir a que cualquier persona pueda ser autónoma, ya que el mundo es de todos”.