No soy de contar anécdotas porque las mejores ocurren en privado, en la misma confianza de lealtad que pueda ofrecerte la soledad, y no traiciono a las personas que quiero. Solo les diré que, tras algunas conversaciones con Manuel Torres, sucedían silencios masticables, con miradas directas, sin pestañear, que musicaban cuando uno de los dos se tragaba la nuez. Luego, una sonrisa de niños traviesos y un gesto de “si no nos entendiéramos íbamos a estar aquí” fueron afianzando una confianza mutua. Como jefe, le obedecí; como empresario, le admiré; como hombre, le respeté; y como líder, le fui leal. Sin duda, se trataba del señor a quien servir y seguir.
En el mejor de los manuales de vida, no podría encontrar tan certeras lecciones, cuan sinceras y humanas, tan sencillas e intensas. Supongo que me apreciaba, aunque eso no impedía que le llevara la contraria, que me divertía y creo que a él le gustaba porque confirmaba mi sinceridad. Esto ocurría en contadas ocasiones, ya que ha sido la persona más respetuosa con un departamento de Comunicación que he conocido.
Manolo, con una educación exquisita, hombre de sonrisa clara, de palabras directas, amable, afable, también algo enfadoso en ocasiones, pero noble en todas sus acciones, ha sido el líder para el que siempre soñarías trabajar. Yo tuve esa fortuna. El artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño defiende que no hay causa que merezca más alta prioridad que la protección y el desarrollo del niño, de quien dependen la supervivencia, la estabilidad y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana. Y digo yo, ¿por qué no legislamos algún artículo similar en alguna normativa nueva que se refiera, así como este a los niños, a personas como Manuel Torres? ¡Tienen las mismas dependencias! Y es que Manolo derrochaba en su trabajo la misma pasión y seriedad que muestra un niño cuando juega.
“Jamás sintió el miedo natural de cambiar por un sueño todo aquello que había conseguido. Fue extraordinariamente valiente”.
Hoy le peguntó de nuevo a la muerte en dónde está su victoria, recordando el relato III/30 del Libro de las Odas de Horacio, que reza “no moriré del todo, parte de mí evitará la muerte”. Manolo ha quedado en todo aquel con el que se ha relacionado y haya sabido captar y asimilar su inmensa humanidad, sus lecciones. Sus días no eran iguales porque percibía las cosas buenas que aparecen en la vida, las oportunidades, y eso es precisamente, no desperdiciar la posibilidad de realizar un sueño, lo que hizo que su vida fuera interesante. Jamás sintió el miedo natural de cambiar por un sueño todo aquello que había conseguido. Fue extraordinariamente valiente.
Ahora toca empujar. Hace 45 años que nuestro siempre jefe fundó su empresa y sembró el germen de una nueva filosofía de comportamiento, la cultura de MTorres, concebida en el esfuerzo, consagrada en valores y en la que todas las personas que pertenecemos a ella somos iguales. Estamos empeñados, la verdad, en una situación revuelta, nueva y complicada, en la que nos vemos sometidos al examen de saber si seremos capaces de salir adelante. Y de esta situación tampoco son ajenos ni los sectores de nuestro negocio ni la política internacional. No obstante, formamos una piña, en plena batalla, para rendir homenaje a todos aquellos que dedicaron su esfuerzo y buena parte de su vida para que la empresa pudiera seguir disfrutando de un futuro.
“La suma de su esfuerzo y de su lucha contra las adversidades está muy por encima de lo que nuestras facultades pudieran añadir. Nunca se olvidará la sorprendente historia de esta compañía”.
Nos gustaría llevar a la empresa a lo más alto, pero no podemos porque ya lo hicieron ellos. La suma de su esfuerzo y de su lucha contra las adversidades está muy por encima de lo que nuestras facultades pudieran añadir. Lo que hagamos hoy apenas se recordará, pero nunca se olvidará la sorprendente historia de esta compañía. Apoyar incondicionalmente a su esposa Amparo y a sus hijos, Yolanda y Eduardo, es la propuesta incuestionable para mantener los logros de la exitosa y entrañable aventura de Manuel Torres.
Somos los que quedamos los que debemos empeñarnos a la tarea inacabada que Manolo hizo avanzar tanto y de manera tan honrada. Le debemos volcarnos en la labor que aún resta ante nosotros. Solo ruego que sepamos tomar ejemplo de los que han sido en la empresa y que renovemos así la ilusión que los que nos precedieron volcaron por aquellos sueños.
Que tengamos claro que el trabajo que comenzó hace nueve lustros no ha sido en vano y que nosotros, los hombres y las mujeres de MTorres, estamos dispuestos a dejarnos la piel. Para eso, y solo para eso, estamos aquí. Lo demás, es lo de menos.
Miguel Ángel Barón
Director de Comunicación del Grupo MTorres y decano del Colegio Navarro de Periodistas