El trimestre de María Iraburu ha estado plagado de reuniones: decanos, juntas de las facultades, visitas a los campus de los centros que la Universidad de Navarra tiene en Barcelona, San Sebastián y Madrid, donde inauguró la nueva sede del IESE Business School con presencia del rey. También de presentaciones ante los responsables de las instituciones políticas navarras que, asegura, la han dispensado un recibimiento “fenomenal, fenomenal”. “He disfrutado en todas y cada una de las recepciones. He notado mucho cariño y aprecio por la universidad. ¡Ha sido una gozada!”. Por cierto, ¿cómo lleva el protocolo inherente a un cargo como el suyo, el de rectora magnífica? Sonríe antes de responder. “Digamos que no va mucho con mi forma de ser, pero me ha llegado cuando ya tengo una cierta edad y eso ayuda a relativizar las cosas. Al final, las personas valen lo que valen y son lo que son, tengan los cargos que tengan”.
Se nos antoja que ha podido ser una etapa un tanto tediosa, pero la rectora la ha aceptado de buen grado. “La universidad en general, y esta en concreto, debe estar muy enraizada, muy en contacto con todas las realidades de la sociedad que la acoge. Y es una institución muy rica en relaciones”. Aunque ya la conocía desde la óptica de la gestión porque lleva dieciséis años en sus órganos de gobierno, primero como vicerrectora de Alumnos y luego del Profesorado, indica que desde la atalaya del Rectorado ve a la Universidad de Navarra en una buena situación “tras una pandemia que ha exigido un gran esfuerzo e implicación por parte de todos”. “Eso ha sido apreciado por los estudiantes. Haber conseguido recuperar la presencialidad e impartir clases contra viento y marea nos ha sido premiado con buenos datos de admisión. Las matrículas han aumentado, igual que la nota que nos dan los alumnos en las encuestas de satisfacción. Estamos en un 4,2 sobre 5. ¡Un notable alto!”, exclama entre risas. Aprovecha para homenajear a su antecesor en el cargo, Alfonso Sánchez-Tabernero, “que ha sabido superar todo tipo de dificultades siempre con un espíritu positivo”.
“Al final, las personas valen lo que valen y son lo que son, tengan los cargos que tengan”.
Nos interesamos por su reacción cuando le comunicaron que iba a sucederle. Mira un momento a la ventana, que deja ver un campus luminoso, antes de hablar. “A ver, sabía que tenía boletos, pero el momento en el que me lo propusieron fue… fuerte”. ¿Sorpresa? “Más bien me hizo sentir la responsabilidad de estar ante un reto importante“. Eso no impide que le haga “verdadera ilusión” ser la primera persona nacida en Navarra -lo hizo en Pamplona en diciembre de 1964- que accede al cargo, aunque los ocho rectores que le han antecedido “no eran de aquí y tenían un gran cariño a esta tierra”. Sí cree que puede dotarle de un matiz diferencial el hecho de que conoce la universidad desde que iba a jugar con sus hermanos al campus. “Luego, como estudiante y profesora, además con vinculaciones familiares porque mi tío Javier Iraburu fue de los primeros profesores de la universidad y otros tíos míos son de las primeras promociones que salieron de aquí y del IESE… Eso aporta un plus de ilusión“.
Al evocar a sus familiares recuerda a su padre, prematuramente fallecido cuando ella apenas tenía 11 años y de quien ha heredado su amor por la naturaleza, y a su madre, “que se quedó viuda con 45 años y cinco hijos”. “Ha sido todo un ejemplo de madre coraje. Al ir tomando responsabilidades piensas mucho en ellos y te das cuenta de las dificultades que han tenido que pasar. Pero debo reconocer que entonces no era tan consciente de eso”.
UN CENTRO MUY VIVO
Una vez finalizado el periodo de adaptación a su nuevo cometido, María Iraburu se dispone a trabajar en los proyectos que ha traído al Rectorado. También en consolidar algunas áreas de investigación y en renovar la plantilla docente, entre otros muchos objetivos “a los que habrá que sumar los que vayan surgiendo porque esta universidad está muy viva“. “Pasan tantas cosas aquí que los del Rectorado no nos enteramos de todo lo que ocurre. Bueno, sí, pero por la web o Twitter. Creo que eso es bueno porque da muestra de su pujanza”.
No interpreta su nombramiento como una confirmación del compromiso de la Universidad con Navarra porque “ya es de la Comunidad foral”. “Así quiso que fuera desde el principio su fundador san Josemaría Escrivá y los que le ayudaron a levantarla con la amistad y el apoyo de las autoridades, con la idea de que sirviera al desarrollo de esta tierra. Me la imagino como un árbol, enraizada en Navarra pero con sus ramas abiertas al mundo. De hecho, somos muy internacionales”. Dentro de un orden, eso sí, porque también apostilla que “no sería bueno que tuviese tanto alumno de fuera y que los navarros se quedaran sin sitio”. “Pero estamos muy lejos de esa situación. Ahora tenemos un tercio de otros países, un tercio de navarros y un tercio del resto de España. Pienso que esas son unas buenas proporciones”.
“Un cargo, el que sea, tiene algo de referente lo quieras o no. Soy la misma de hace seis meses, pero es así”.
“¡Ojalá llegue un día en que eso no sea noticia!”, exclama cuando apuntamos que también es la primera mujer rectora de la UN. “Pero, de momento, seguimos siendo minoría en cargos relevantes o puestos directivos. Me alegra que mi nombramiento sea una señal de cierto desarrollo social y me ilusiona pensar que estar aquí pueda animar a otras mujeres a aspirar a puestos de liderazgo, pensando sobre todo en las jóvenes generaciones. A ver, un cargo, el que sea, tiene algo de referente lo quieras o no. Soy la misma de hace seis meses, pero es así”. Solo el 15 % de las universidades tienen una mujer al frente, luego su designación contradice la imagen conservadora de la institución, observamos provocando que nos responda con un contundente argumento. “Aquí pasan cosas muy vanguardistas. Por ejemplo, todo lo que sucede en el museo. Tenemos mucho diálogo con el mundo contemporáneo y, si mi nombramiento también es un signo de vanguardia, estamos de enhorabuena porque la universidad tiene que estar en la vanguardia, no en la retaguardia“.
El futuro a corto plazo de la UN está enmarcado en su Estrategia 2025, una circunstancia que no maniata la actuación ni las iniciativas de la rectora y su equipo. “Más bien canaliza las acciones para aunar esfuerzos en determinados proyectos“. María Iraburu hace una breve pausa, probablemente para encontrar las palabras precisas con las que expresar unas opiniones que expone con términos cuidadosamente escogidos, a lo largo de toda la entrevista.
“Gobernar es, en buena medida, solucionar problemas. También atender al día a día y, sobre todo, impulsar proyectos. Pero, en realidad, las novedades se producen en la docencia y en la investigación, en el seno de las facultades. Ahí tenemos un hervidero de actividad. Como decía antes, desconozco muchas de las investigaciones que están en marcha, y es bueno que sea así porque son fruto de la iniciativa del profesorado. Por eso, nuestro trabajo fundamental está en las aulas, los laboratorios o la biblioteca, y se debe a la creatividad del personal docente”.
“Quería ser bióloga porque es una carrera muy bonita y muy coherente. Ves al ser vivo desde la célula hasta los ecosistemas”.
Le preguntamos si la identidad de la UN, tan definida como reconocible, puede ayudarle a la hora de tomar decisiones o más bien lo contrario. Nos halaga al señalar que esa “es una reflexión interesante”. “Sí, la universidad tiene una identidad como proyecto, como concepto, unas características en las que creemos. ¿Qué significa eso? Pues que creemos en los ideales universitarios, en que la universidad son los alumnos y profesores buscando el conocimiento y la verdad, libres. Aquí no se pregunta a nadie por sus ideas… Muy utópico, ¡pero nos lo creemos! Aparte del hecho histórico de que las universidades nacen en el contexto del cristianismo, esa identidad, lejos de ser una cortapisa, da nuevas luces a la razón para los que vivimos ese diálogo entre fe y razón y es una fuente de esperanza importante. La aportación de la inspiración cristiana tiene más de liberador que de limitante”.
Está al frente de una organización con más de 6.500 profesionales en la plantilla, casi 13.000 alumnos y un presupuesto que ronda los 557 millones de euros. ¿No siente algo de vértigo? “Sí, da vértigo. Ja, ja, ja. Pero es una institución muy consolidada, somos muy prudentes con la gestión económica, lo que da tranquilidad, y también me da mucha confianza contar con el equipo y el compromiso de todas las personas que trabajan aquí”.
DE LA CASA
Lo decía antes. Estudió Biología en la UN y, al terminar en 1987, realizó la tesis doctoral, que defendió en 1992. Cuatro años después, se incorporó al Departamento de Bioquímica y Biología Molecular como investigadora. Ese lapso se debe a su estancia postdoctoral en el Albert Einstein College of Medicine de Nueva York. “¡Buah, fue fantáááástico! Me hice neoyorkina, volví hace poco después de muchos años sin hacerlo y me sentí en casa. Me pregunto cómo puedo sentirme tan en casa en Pamplona y en Nueva York. Allí descubrí que hay mil formas de ver las cosas, de organizar el trabajo y de vivir la vida. También me traje su espíritu emprendedor. Tenían un lema en la sala donde tomábamos el café, ‘think big and then do it’ (‘piensa en grande y luego hazlo’). Esa combinación de objetivos ambiciosos y la voluntad de sacarlos adelante fue la enseñanza que extraje de esos años, aparte de hacer amistades para toda la vida”.
Desde entonces ha compatibilizado las actividades investigadora, de gestión y docente. Y, a pesar de su nuevo cargo, no va a dejar de impartir las asignaturas de Structural and Functional Biochemistry y Biosíntesis de Macromoléculas y su Regulación en el Grado en Bioquímica. Una persona de la casa, vaya. Tanto que desechó ofertas para incorporarse a la empresa privada.
“Cuando acabé la carrera conseguí un empleo en Madrid. Estaba casi decidida y lo comenté con la profesora Natalia López Moratalla, que me hizo una pregunta muy sencilla. ‘¿Te gusta estudiar?’ Le dije que sí y me hizo otra. ‘¿Te gustaría pasarte la vida estudiando?’. Volví a decirle que creía que sí y, entonces, me recomendó que siguiera en la universidad. Cambié de opinión y, a raíz de eso, hice la tesis”.
Quienes han sido profesores, entre otras ocupaciones, suelen decir que se quedan con la docencia. La rectora lo suscribe. “Me considero ante todo una académica. Además, pienso que es bueno que quienes dirigen las universidades cuenten con la perspectiva que dan la docencia y la investigación. Y también lo es seguir dando clase porque, estando cerca de los alumnos, podemos ver cómo es realmente nuestra universidad”.
“La biología del embrión, muy lejos de ser un montón informe de células, muestra una perfección maravillosa”.
Tenía claro que quería ser bióloga porque es una carrera “muy bonita y muy coherente”. “Ves al ser vivo desde la célula hasta los ecosistemas, da una formación muy completa… Era mi vocación, aunque también me planteé Medicina cuando era más joven y también, aunque por poco tiempo, Filosofía cuando la estudié en el colegio. Me gustaba mucho. Pero vi enseguida que lo mío era la Biología“, evoca. Su forma de entender la disciplina se refleja en el libro ‘Los 15 primeros días de la vida humana’, que escribió, precisamente, junto a Natalia López Moratalla. En él defiende la vida desde el mismo momento de su concepción. Lo define como “un libro científico” porque “explica los increíbles procesos biológicos que tienen lugar cuando comienza a desarrollarse un nuevo organismo y pone de manifiesto que la biología del embrión, muy lejos de ser un montón informe de células, muestra una perfección maravillosa”. “En ese sentido, me gusta pensar que es un canto a la vida humana. Vinculo el respeto a ese ser que empieza a formarse con la dignidad de la persona desde que es un embrión diminuto hasta que ya no puede valerse por sí misma”.