Espero que el destinatario de este perfil desapasionado no se moleste con la comparación pero lo cierto es que, tras conversar con el fotógrafo publicitario, José Luis Pujol, a uno le sale de dentro compararlo con Obelix, el mítico personaje de los comics de Albert Uderzo.
Bien es cierto que, en el apartado de la fisonomía, nada tienen que ver uno con otro y, sin embargo, ambos comparten, bajo mi punto de vista, algunos rasgos clave que los identifican. El primero, y tal vez fundamental, es la bonhomia acompañada en el caso de José Luis de esa conversación tranquila, a media voz y cercana de esos sabios que, como en su caso, controlan y saben lo que se traen entre manos.
Porque conociendo el extenso trabajo de José Luis Pujol bien lo podríamos definir como “un artesano de la imagen” algo que no lo disgusta y que lo acepta en la medida en que “siempre me gusta empezar los trabajos desde cero pensando incluso lo que voy a pedir a mis compañeros en postproduccióin”.
“Una fotografía debe ser realidad imaginada”
Ahí es donde aparece otro segundo aspecto que emparenta a este pamplonés de pura cepa con el irreductible galo. Su humildad sincera y sin estridencias. Porque aunque reconoce y agradece este perfil, recuerda que su trabajo depende en gran medida de las personas, de ese equipo profesional, con el que trabaja desde hace años codo con codo para acercarse a su objetivo final: “una fotografía que debe ser realidad imaginada“, indica.
Esa misma precaución que sale también a relucir cuando le preguntamos sobre la influencia que hoy en día tiene el retoque en su trabajo de retratista. “Siempre ha existido retoque en el mundo de la fotografía pero es algo que no domino y que respeto y aprecio cuando es realista y necesario. Además, la fotografía sin retoque no existiría. Lo que ocurre es que muchos lo reducen a una mera intervención en Photoshop y me parece injusto, además de que no es real“, instruye.
Por eso, remarca, esa parte final de postproducción siempre queda en otras manos porque lo que nos ha traído hasta aquí es la fama bien ganada de buen retratista de productos y marcas de José Luis Pujol. En ese sentido, las campañas en las que ha puesto su objetivo son tan innumerables como los días y, además, de muchos tipos: desde la típica fotografía de publicidad comercial hasta campañas políticas y, en menor medida, retratos porque, como deja caer nuestro protagonista, “para lograr una buen retrato se necesitan años…“.
“En mi labor docente siempre insisto, entre vivir el momento y fotografiarlo, ¡siempre vivirlo!”
En todo caso, son tantas sus instantáneas que es sorprendente que todavía no haya celebrado ningún tipo de retrospectiva o exposición al respecto. “Sí que es cierto que ha habido proposiciones, pero no he sentido esa necesidad”, comenta lo que le sitúa, por tercera ocasión, cerca del personaje del cómic con el que le estamos emparentando.
Efectivamente, José Luis Pujol y Obelix no solo comparten un cierto desprendimiento de las glorias mundanas es que ambos comparten la “otra gran pasión de sus vidas”: la comida compartida con los amigos-amigos. Sí, los-de-toda-la-vida. En el caso de José Luis siempre en la sociedad gastronómica Napardi “ese espacio que, para mi, es el que me permite cargar las pilas“, reconoce.
Uno sospecha, además, que entre los fogones de la citada sociedad, Pujol ha aprendido una parte sustancial de los conocimientos que luego aplica en sus fotografías porque, como bien apunta, “una buena imagen es como un buen guiso: hay que mirar bien todos los productos para irlos trabajando poco a poco“, señala. Y, aun así, continúa, “nunca consigues esa imagen perfecta que tienes en la cabeza y que se te aparece en sueños. Por ese motivo, en mi labor docente yo suele insistir que entre vivirlo y fotografiarlo siempre prefiero vivirlo“.
“Soy de la época de la fotografía analógica. Que de un papel en blanco saliese una imagen era algo mágico para mi”
Así es José Luis Pujol, un hombre totalmente apasionado por su trabajo pero ¿de dónde surge esa pasión? ¿Cuándo nació? Tal y como nos comenta: “cuando la fotografía era analógica y descubrí ese procedimiento del revelado en ese cuarto en penumbra donde se producía un momento mágico para mí: que de un papel en blanco surgiera, de repente, una imagen“. Contado con ese énfasis, que me perdone nuestro protagonista, pero me recuerda muchísimo a aquella otra mítica historia de la marmita de poción mágica…
¡Por muchos años, maestro!