La «confluencia planetaria» en día y lugar de dos noticias locales tales como ‘Una empresa crea la primera máquina de café que funciona con la mirada’ e ‘Iván Redondo invitado a un encuentro con profesores de nuestra universidad’ –me digo–, por dispares, merece alguna tecla. Así que, con permiso…
La Universidad encuentra su razón de ser en la preparación de los más jóvenes para desenvolverse de forma autónoma en la vida laboral y social. Así, estarán «mejor educados» quienes hayan descubierto y desarrollado sus capacidades y adquirido los valores y pautas de comportamiento que exige una vida civilizada y enriquecedora en comunidad.
En esta función la Universidad tiene una doble misión. Por un lado la obvia, la ya reseñada obligación de enseñar. Es decir, de señalar (insignare) a los alumnos los datos que vertebran su especialidad, dotándoles de herramientas intelectuales que les permitan convertir información en conocimiento mediante su interpretación, comprensión y análisis. Pero tiene también la función social de usar su inteligencia para diseccionar y estudiar los cambios sociales, económicos, políticos, etc. que acontecen en un momento y en un entorno dados.
«La Universidad debe darnos respuestas porque es la más capacitada para hacerse las preguntas que cada época y circunstancia piden».
Debe darnos respuestas porque es la más capacitada para hacerse las preguntas que cada época y circunstancia piden. Su responsabilidad, por tanto, trasciende programas y años lectivos y de ahí la fuerte relación que ha de darse entre el mundo universitario y lo que ocurre allende sus aulas.
Por eso hace bien, por ejemplo, en querer conocer de primera mano los entresijos de la comunicación política de boca del, hasta ahora, su representante más decisivo, el Jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno. Ello permite contrastar conocimientos e incrementa el capital científico que invierte luego en sus alumnos. Universidad significa universal y abierta a corrientes, tendencias y movimientos del presente, que se explican casi siempre mirando al espejo retrovisor del pasado y permiten vislumbrar el poso que dejarán en el futuro. Como afirma José Antonio Marina: “Seremos más inteligentes y más libres cuando conozcamos mejor la realidad, sepamos evaluarla mejor y seamos capaces de abrir más caminos o posibilidades en ella.”
SOBREVIVE QUIEN MEJOR SE ADAPTA
La otra noticia, la máquina de vending que nos sirve el café deseado con solo mirarla, como sus mismos responsables afirman, es un claro ejemplo de cómo la tecnología eyetracking ofrece una nueva manera de interacción y comunicación con el entorno. De hecho, el estudio de la mirada mediante ciertos dispositivos digitales hacen hoy del eyetracking un recurso muy usado para estudiar el comportamiento del consumidor en un comercio físico o digital. Es una muestra más de que estos tiempos de cambio están también modificando la función de nuestros sentidos. Ahora, mirar ya no busca solo ver, tocar (una pantalla digital, por ejemplo) no busca sentir el tacto, oler ya hace tiempo que no exige proximidad (se llama Ophone), el gusto da para mucho más que saborear (su nombre es Na-Nose) y el sonido está para ser oído y, a través de la IA, también nos transmite formas y movimientos.
«Por eso la máquina de café touchless (se ve pero no se toca) es un símbolo de la asepsia relacional que incluyen algunos avances pero que en otros casos, me temo, arrojan al trastero social cosas buenas que vamos dando por inservibles».
En efecto, nuestra relación con el entorno se ha vuelto líquida, adaptable a las circunstancias, los objetivos y las herramientas que manejamos. Esto lo tenemos ya controlado pero no así la percepción y valoración que hacemos de nuestra circunstancia.
Observamos y evaluamos la vida a través de las redes sociales y de los comentarios de desconocidos; empatizamos con el dolor o la felicidad de otros a partir de uno u otro emoticono; incluso el acceso a nuestros ahorros está en manos de un robot de voz metálica. Por eso la máquina de café touchless (se ve pero no se toca) es un símbolo de la asepsia relacional que incluyen algunos avances pero que en otros casos, me temo, arrojan al trastero social cosas buenas que vamos dando por inservibles. Será que la Universidad y una máquina de café sí pueden tener algo en común: su forma de mirar.
Javier Ongay
Consultor de Comunicación y Marketing. Formador