A medida que se consolida la administración Biden y que avanza la superación de la pandemia del Covid-19, aumenta la evidencia de que podemos estar en la antesala de un preocupante desacople en materia de ciencia, tecnología y crecimiento entre los EEUU y Europa.
En el gabinete de Joe Biden, la ciencia y la tecnología tienen más presencia que nunca. El presidente Biden ha elevado al director de la Oficina de Ciencia y Política Tecnológica al rango de ministro -el genetista Eric Lander-, y ha creado una dirección tecnológica en el Consejo de Seguridad Nacional -Jason Mathey-.
Asimismo, ha incorporado la tecnología como eje básico transversal de la estrategia de seguridad nacional, incluyéndola en el concepto de competición geoestratégica global. Un concepto que cuenta con un amplio apoyo social y que forma parte del limitadísimo espacio de consenso bipartidista.
El impulso tecnológico como prioridad absoluta estadounidense va a utilizar todos los instrumentos disponibles: protección de la tecnología y de las ventajas existentes; aranceles, control de exportaciones y sanciones; e incentivos fiscales y ayudas, así como colaboración con las empresas -la principal diferencia respecto a la administración Trump-. El objetivo es multiplicar la inversión en y por las empresas tecnológicas, la innovación y el capital humano.
Presupuestariamente, el plan de estímulo económico recientemente aprobado, de 1,9 billones de dólares, prevé invertir 300.000 millones de dólares en las industrias tecnológicas competitivas más críticas, creando tres millones de puestos de trabajo bien remunerados con programas como el “Chips for America” (50.000 millones para semiconductores), y superando las restricciones de la cadena de oferta generadas por la dependencia extranjera.
Además, del presupuesto de defensa, 700.000 millones de dólares anuales, 300.000 se destinarán a compras de material y sistemas que estarán alineados con los objetivos tecnológicos marcados por el nuevo gobierno. El apoyo a las fundaciones científicas y a las universidades también se va a multiplicar, hay 180.000 millones para I+D+i.
“Mientras, en Europa seguimos lejos de la realidad sin asumir ni comprender que la digitalización debe ser entendida como una disrupción absoluta, que exige explorar nuevos ámbitos”.
Mientras, en Europa seguimos lejos de la realidad sin asumir ni comprender que la digitalización debe ser entendida como una disrupción absoluta que exige explorar nuevos ámbitos. Europa, fragmentada y administrativamente ineficiente, más a nivel nacional que comunitario aunque se diga lo contrario, practica el minifundismo tecnológico con problemas de fondo en todos los ámbitos -regulatorio, de protección- y sin asumir los problemas reales que ensanchan día a día la brecha tecnológica respecto a los EEUU. Así, por ejemplo, no solo las grandes empresas tecnológicas, una a una, invierten más que la Unión Europea (UE) en su conjunto en Inteligencia Artificial, sino que algunas universidades como el MIT lo hacen más que países de los grandes como Francia.
La UE y sus Estados miembros carecen aún de estructuras políticas y administrativas abiertas y ágiles, audaces incluso, capaces de comprender e interpretar el mundo en clave científica y tecnológica. Y no solo en materia de crecimiento, sino también como base de su sostenibilidad social y de su seguridad.
“En materia de crecimiento económico, el desacople también comienza a ser evidente”.
En materia de crecimiento económico, el desacople también comienza a ser evidente. Así, en los EEUU el debate es si el gigantesco programa de reconstrucción y estímulo de 1,9 billones dólares impulsado por el presidente Biden, claramente progresista y rompedor con lo previo, puede también abrir la puerta al retorno de la inflación. Olivier Blanchard, Larry Summers y otros prestigiosos economistas, como ha recogido Martin Wolf en las últimas semanas, han mostrado esa preocupación ante un posible crecimiento por encima del potencial y un hipotético recalentamiento. Mientras, en Europa, cobran fuerza ciertas voces como la de Wolfgang Schäuble, alarmadas por un futuro condicionado por un exceso de deuda, un viejo discurso que amenaza con acabar dominando el debate económico. Un discurso que subliminalmente siempre ha estado ahí, causando el retraso de la adopción de importantes medidas anticíclicas destinadas a preservar el tejido productivo. En este contexto, es seguro que dedicaremos mucho tiempo al debate sobre el nuevo Pacto de Estabilidad. Al tecnológico, por desgracia, minutos.
El recurso del Next Generation EU ante Karlsruhe; las demoras nacionales; la revisión a la baja de las previsiones de crecimiento; los problemas con la vacunación; y el temor a que el Fondo de Recuperación y Resiliencia en su conjunto, a pesar de lo revolucionario de la emisión de deuda europea, acabe siendo un nuevo Fondo de Cohesión con importantes efectos para los países que más han sufrido por la crisis, pero no el revulsivo de crecimiento y productividad que la UE necesitaba desde antes de la pandemia para hacer frente al reto del crecimiento y de la soberanía estratégica ante EEUU y China; debe hacernos reaccionar.
Juan Moscoso del Prado
Director de Deusto Asuntos Globales (Deusto Business School) y diputado por el PSN-PSOE en las VIII, IX y X legislaturas
Artículo publicado en Actualidad Económica-El Mundo el pasado 25 de abril.