Esto que van a leer comenzó a fraguarse el pasado sábado cuando, después de una semana aislada, la que escribe este texto tuvo que salir a comprar algún producto fresco al supermercado. Eso supuso vestirse con ropa de calle y ahí es donde… ¡horror! Descubrió que el pantalón le estaba más justo. Pero es que el corto paseo también reveló que su rodilla, operada hace apenas dos años, se empezaba a resentir por la inacción. Así que decidió tomarse en serio este tiempo de confinamiento y, además de teletrabajar, limpiar la casa y ordenar armarios, debía organizarse un poco más.
Manos a la obra: ¿por dónde empezar? Realmente, había hecho un horario y mantenido ciertas rutinas. Como bien aconseja la Sociedad Española de Sueño (SES): “Durante la cuarentena, hay que mantener unas rutinas diarias idénticas a las que hacíamos antes, en la medida de lo posible”. Sumándole a esto el extra de higiene en manos, ropa y hogar, por supuesto.
LA RUTINA, COMO ANTES DEL CORONAVIRUS
Entonces, ¿dónde había cometido el error? Despertador a las 7 de la mañana, limpieza del hogar, aseo personal y, a las 8, desayuno tablet en mano para leer las noticias y ponerme al día.
Recojo la cocina, hago la cama, me lavo los dientes… Y hasta aquí, lo había cumplido todo. Pero el pijama de dormir solo lo cambiaba por otro que utilizaba para estar por casa. Y ahí estaba el primer error: ¡El pijama! Un día puedes pasarlo con él puesto, incluso dos días seguidos. ¿Quién no ha disfrutado de un sábado tirado en el sofá viendo pelis y comiendo chuches sin parar? Pero estamos en tiempos de coronavirus. ¡No podemos permitirnos un tercer día de pijama!
Así pues, introduje el primer cambio en la rutina, que dicho sea de paso ya lo había advertido Carmen Lomana en Instagram: “Hay que arreglarse como si fueras a salir de casa. Porque no hay cosa más depresiva que estar en casa hecha un cuadro. ¡Arreglaros, poneros guapos, peinaros, echaros colonia, asearos!”. Pues nada de depresiones… ¡arreglémonos!
¿Y qué ropa nos ponemos? Se preguntarán. Pues elijan lo que elijan, nunca se pongan para estar en casa la ropa con la que han salido o saldrán a hacer la compra. En este tiempo, la ropa de la calle (y muy especialmente los zapatos) dejémosla solo para la calle. Y al regresar a casa pásenle un trapo húmedo con algún desinfectante y, si han podido comprar, rocíenla con más spray desinfectante. Lo mismo con los zapatos, límpienlos debajo del grifo.
Con tanto hablar, han dado las 9 de la mañana y ya hace unos minutos que estoy delante del ordenador, esperando la videollamada para la primera reunión de redacción, que ya parece que suena. Ahí estoy, mirando a mis compañeros y, aunque hoy sigo vistiendo ropa cómoda, ya no voy con pijama. ¡Bién!
¿SELLAMOS LA NEVERA?
La rutina de las primeras horas es trabajar y es aquí donde llega el siguiente reto. Las cuatro o cinco visitas a la nevera deben verse reducidas a una, para un pequeño tentempié. ¿Lo podré lograr? Hoy son las 11:30 horas y ya hace rato que me ha aprovechado el sándwich de pavo. Me están tentando unos frutos secos, pero me propongo dejarlos para la merienda. En fin, solo me consuela el nuevo post de Lomana, en el que reconoce haber engordado un kilo y medio en estos días. Definitivamente, me he hecho fan de esta mujer.
Durante el trabajo, se debe beber mucha agua. Lo dicen los expertos, el agua es la molécula más abundante en nuestro cuerpo y aporta 0 calorías. Además, hidrata nuestro organismo, nutre nuestra piel, ayuda a eliminar toxinas e, incluso, es saciante.
A las 2 del mediodía, descanso para preparar la comida, recoger, nuevo aseo e incluso una cabezada de diez minutos.
Ya por la tarde, el tiempo hay que organizarlo entre varias actividades: A las 4, más teletrabajo; a las 6, bici estática (nueva actividad); a las 7, limpiar otro armario; a las 8, aplaudir en la terraza y seguidamente cenar; a las 9, leer o ver una peli hasta que los ojos se cierren. Y para las próximas tardes quedan pendientes: coser, poner lavadoras, planchar, más armarios que ordenar, visitar museos on line, videollamadas con familiares y/o amigos…
A última hora de la noche dedico un rato a buscar más recomendaciones en Internet sobre las rutinas durante el coronavirus y hallo la mejor: ¡también hay que ser flexibles con el horario! Las rutinas estrictas no son necesariamente buenas. Al menos, así lo escribe la psicóloga del Grupo Laberinto, Laura Llamas: “Si adquirimos ciertas medidas o rutinas sin flexibilidad, puede llegar a ser patológico. Es importante buscar herramientas de gestión emocional para poder calmarse y hacer nuevas actividades”.
Con herramientas de gestión emocional se referirá… ¿a una película? ¿un libro? ¿un rato de relajación y meditación? ¿unas pastillas de chocolate? ¿un helado? Definitivamente, puedo saltarme de vez en cuando las normas escritas en mi horario. Pero lo único que sigo sin encontrar es la maldita fórmula para no visitar tanto la nevera. A ver si para la próxima semana doy con la receta milagrosa.