Pocos inventos tuvieron un impacto tan trascendental en la sociedad moderna como la fotografía. Su aparición cambió radicalmente el modo de contemplar el mundo y el de representar la realidad, particularmente el de los pintores impresionistas. Este otoño, del 15 de octubre al 20 de enero, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza presenta una exposición en Madrid que pretende descubrir la repercusión que la invención de la fotografía tuvo en el desarrollo de las artes plásticas en la segunda mitad del siglo XIX, además de plantear una reflexión crítica sobre las afinidades entre pintura y fotografía, sin olvidar la polémica entre críticos y artistas que suscitó su aparición.
‘Los impresionistas y la fotografía’, comisariada por Paloma Alarcó, jefa de Conservación de Pintura Moderna en el Museo Thyssen, presenta 66 óleos y más de 100 fotografías.
Durante las décadas de desarrollo del impresionismo, la fotografía logró dejar de estar asociada a una reproducción mecánica de la realidad y fue ganando credibilidad artística. Al impresionismo le valió no solo como fuente iconográfica, sino también como inspiración técnica. Asimismo, por influencia de la nueva factura impresionista, algunos fotógrafos comenzaron a preocuparse por la materialidad de sus imágenes y comenzaron a buscar fórmulas para hacer sus fotografías menos precisas y más pictóricas.
Los impresionistas tenían muy presente la naturaleza cambiante de la realidad, que a cada instante se modifica y se desvanece. Con su capacidad única de suspender el tiempo y mantenerlo vigente de manera indefinida, la fotografía se mostró para ellos como una victoria simbólica de los hombres sobre la temporalidad. La reducción de las escenas a un intervalo muy breve de tiempo les obligaba a mirar y a pintar más rápido, dando menos importancia a la reflexión que al efecto.
NUEVE CAPÍTULOS
Los nueve capítulos temáticos en los que se articula la exposición permiten apreciar la confluencia de intereses de pintores y fotógrafos, y mostrar esa nueva mirada y libertad artística que caracterizó a la sociedad mediatizada por la renovada cultura visual que trajo la fotografía.
El bosque de Fontainebleau o los parques de los alrededores de París fueron los destinos favoritos de todos ellos. En esta sección, las pinturas de los precursores del impresionismo se confrontan con las fotografías de Gustave Le Gray, Eugène Cuvelier o Henri Le Secq, que introdujeron sus equipos fotográficos en el interior del bosque.
El mar fue una fuente inagotable de inspiración y experimentación para la modernidad. Los paisajes marinos de Gustave Le Gray, unas fotografías sintéticas de primeros planos de mares agitados y nubes de la costa de Normandía dialogan aquí con diversas pinturas de mares y cielos de Boudin y Monet, que tomaron como referencia esa nueva idea de instantaneidad y de fragmentación visual inventada por el fotógrafo en sus potentes imágenes, con las que aspiraba a detener una experiencia efímera.
Las diversiones en el campo o las escenas al aire libre fueron durante un tiempo uno de los temas preferidos para los impresionistas. Sobre todo en el caso de Renoir, Sisley, Monet o Caillebotte, el modo de acercarse a la escena de manera instantánea y fragmentaria les empareja a la captación de la realidad por parte de fotógrafos como Achille Quinet, Eugène Atget o Charles Marville.
Los primeros daguerrotipos tomados desde una ventana por Louis Daguerre establecieron un modelo en el que la imagen de la ciudad emerge desde lo alto. Los nuevos escenarios urbanos del París de grandes avenidas y amplios bulevares, creados por el barón Haussmann, derivaron en nuevos modos de ver y vivir la ciudad y se convirtieron en los motivos favoritos de pintores y fotógrafos que podemos ver en esta parte de la exposición.
Con la rápida comercialización de la fotografía, el retrato pictórico tomó una nueva dirección. El retratista más célebre de mediados del siglo XIX fue sin discusión Félix Nadar, que inmortalizó con su cámara a toda la intelectualidad y la bohemia del momento con una gran introspección psicológica y un nuevo realismo y simplicidad. En esta sección se presentan, además, varias fotografías tomadas por Degas en 1895, con su recién adquirida Kodak, en las que capta a sus amigos en atmósferas y composiciones perfectamente estudiadas.
Estos son algunos capítulos que se pueden contemplar en la exposición. Apasionante para muchos y una forma de aprendizaje para otros. Los amantes del arte, la pintura y la fotografía, con cámara o con pincel, no dudéis en visitar el Thyssen-Bornemisza en esas fechas porque será una experiencia que no os dejará indiferentes.