Blanco, tinto, rosado o espumoso. El vinho verde, a pesar de lo que su nombre parece indicar, no es de color esmeralda, sino que debe su nombre tanto al color de los campos en los que crecen sus viñas, como al momento de la vendimia, más temprana de lo normal, cuando la uva es más joven lo que hace que los vinos sean ligeramente espumosos, con un toque de aguja, y alcancen matices ácidos.
Extendida entre Oporto y la frontera española, la región de Vinho Verde se encuentra protegida por las montañas y humedecida por la brisa del mar, situación que aporta un carácter peculiar al vino. El clima puramente atlántico, de temperaturas suaves, no puede ser más apropiado para el cultivo y la elaboración de un vinho verde de alta calidad y una baja graduación alcohólica. En la zona se concentran un gran número de pequeños productores, que suman alrededor de 22.000 hectáreas de viña.
La ‘Denominação de Origem Controlada’ (DOC), que divide la producción de vinho verde en seis áreas (Amarante, Ave, Baião, Basto, Cávado, Lima, Monção, Paiva y Sousa), garantiza la calidad de un vino del que, en 2017, se han producido 93,3 millones de litros, principalmente blanco. Se trata del segundo vino portugués más producido y conocido, tras el de Oporto y la primera Denominación de Origen de Portugal en cuanto a superficie.
Y cada región cuenta con su uva más característica. En Monção, lindando con España, domina la variedad blanca Alvarinho. En el centro, especialmente en Lima, Cávado y Ave, la variedad Loureiro junto con la Trajadura, también blancas, son las grandes protagonistas de las viñas. Mientras que en Basto y Sousa se cultiva una amplia gama de las variedades blancas de vinho verde; en Amarante, predomina la Avesso y en Paiva (con un clima más cálido), la Arinto, más ácida. Pedernã, Azal y Batoca son otras variedades blancas utilizadas en la elaboración de vinhos verdes.
Diferentes varietales con un mismo resultado: unos vinos con bastante cuerpo y equilibrio, que destacan por su elegancia y delicadeza aromática.
Su frescura les convierte en vino ideal para platos ligeros y maridan a la perfección con cualquier tipo de aperitivo. Los blancos son perfectos para acompañar a pescados, mariscos, quesos y ensaladas, e incluso a platos ligeros de verduras y carnes blancas típicos de la cocina oriental. Y nada mejor que un rosado cortejando a una buena comida italiana, a cualquier tipo de ensalada ligera o reforzando el sabor de un plato de gambas al ajillo….
Y qué decir de sus propiedades digestivas y refrescantes, características que le convierten en un vino perfecto para tomar en temporadas de calor, especialmente los blancos, rosados y espumosos. Y el 20 de marzo comienza la primavera…
Vista: citrino. Nariz: aromas florales, hierbas aromáticas. Boca: sabor suave, acidulado, buena frescura, mucha juventud, vigorizante y agradable. Esta es una nota de cata que despierta las ganas de tomar un vinho verde blanco. ¿Lo ponemos a enfriar en la nevera?
ORÍGENES
Si miramos al pasado, podemos ‘culpar’ a la cultura Fenicia de que en Portugal se elabore vino desde hace más de tres mil años. Y en el caso de la región Vinho verde, las primeras referencias de producción se remontan a la Edad Media, entre los años 95 a 51 a. C.
Pero hay que esperar a los siglos XII y XIII, para que la producción vitivinícola se convierta en una fuente de ingresos importante para el norte del país. El propio don Alfonso Henriques, proclamado primer rey de Portugal en 1139 como Alfonso I, impulsó el crecimiento de esta industria, eximiendo del pago de impuestos durante los primeros cinco años de cosecha, a aquellos productores que plantaran nuevas viñas.
Tras un desarrollo imparable, el vinho verde empieza a traspasar las fronteras de Portugal en el siglo XVIII. Pero no es hasta principios del XX cuando se empieza a estandarizar su elaboración y, finalmente en 1984, se crea la Denominación de Origen Controlada bajo la supervisión de la ‘Comissão de Viticultura da Região dos Vinhos Verdes’ presidida por Manuel Pinheiro.