viernes, 17 mayo 2024

Edurne Pasaban, objetivos conseguidos

Conseguir la hazaña de ser la primera mujer que coronaba los 14 ochomiles le hizo perderse muchas cosas, pero desde que lo lograra las ha ido recuperando. Incluso ha cumplido su gran sueño: ser madre


Pamplona - 22 diciembre, 2018 - 06:00

Edurne Pasaban, fotografiada en el Pabellón Navarra Arena.

Hace ya tres años y medio NavarraCapital.es entrevistó a Edurne Pasaban. Entonces le preguntamos si había tenido que renunciar a proyectos personales para lograr esa gran gesta de ser la primera mujer en ascender a la cima de los 14 montes que miden más de 8.000 metros, y su respuesta no podía ser más elocuente: “Yo tengo 41 años y aunque tengo a mi familia, no he formado la mía, no estoy casada, ni tengo hijos… Es complicado. He tenido muy pocas fiestas y pocas salidas. Recuerdo que, cuando terminé los 14 ochomiles, de lo primero que hice fue ir a mis amigas de toda la vida y pedirles perdón, porque durante los últimos 10 años de retos no les había hecho ni caso”.

Ahora, con 45 años (nació el 1 de agosto de 1973 en Tolosa), volvemos a entrevistarle en el Pabellón Navarra Arena, donde ha participado en un acto de INTIA-Reyno Gourmet, y muestra su admiración por el recinto, aunque lamenta que con tanto espacio no haya un hueco para un rocódromo. Ya se ha cumplido una década desde que completara su hazaña, y saber si ha podido realizar alguno de esos proyectos personales a los que antepuso su carrera deportiva nos parece un buen punto de partida. “Hombre, sí. Desde que terminé los 14 ochomiles en 2011 he hecho muchas cosas… Es que si estás metida en algo como eso tienes que dejar cosas de lado”. Incluso algo que tuvo que sacrificar y que ansiaba, como nos reveló en aquélla entrevista: ser madre. Congeló sus óvulos cuando tenía 38 años    para tener a su hijo, Max, con 43, tras un año y medio de difícil tratamiento.Edurne Pasaban.

“Tenía clarísimo que quería tener mi familia y ahora tengo un niño de 19 meses, me costó mucho quedarme embarazada porque una se hace mayor, pero sí, ya se puede decir ahora que aquéllas cosas que me planteaba entonces las he conseguido”. ¿Pidió perdón a sus amigas? “¡Siiiii!” contesta sonriente: “Ahora puedo hacer un pintxopote con mis amigos, o ir a cenar, o cosas que cuando estás al cien por cien dedicado al deporte, entrenándote, no las puedes hacer”.

APRENDER A DECIR NO

Pasaban estudió Ingeniería Técnica Industrial, pero el Himalaya se interpuso y no llegó a ejercer la profesión. También realizó un máster de negocios en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE), de Barcelona, que sí le ha servido para poner en marcha algunas empresas. “Otra de las cosas que necesitaba era tener más estabilidad laboral, ahora doy charlas, colaboro con una escuela de negocios y tengo una empresa de excursiones por el Pirineo con mi pareja”.

Le decimos que nos da la impresión de que no ha cumplido uno de los objetivos de los que nos habló en su día, cuando tenía la agenda repleta a semanas vista y quería “parar, decir que no a algunas cosas”. Se ríe mientras hace gestos afirmativos con la cabeza: “No, ya te digo que eso no. Mira, cuando venía discutía con mi chico porque le decía precisamente que reconociera que había conseguido decir no a algo que me habían propuesto, y me ha contestado ¡Una por taaaantas a las que has dicho sí!”. Para un momento hasta que contenemos nuestras respectivas carcajadas y continúa: “Lo reconozco, no se pronunciar la palabra no, me involucro apasionadamente en las cosas que hago y me meto en un rollo tras otro. Lo que te decía, entre que doy conferencias, entre que tengo una agencia de viajes para traer ingleses al Pirineo a esquiar, entre que doy clases en ESADE, la Fundación y no sé qué más, sí, tengo la agenda completa”. Y vuelve a mostrar su propósito de enmienda: “Entre el 2011 y el 2018 he probado y he puesto proyectos en marcha y quiero desvincularme de alguno”.

Hasta mayo de 2010, cuando conquistó su 14 ochomil, el Shisha Pangma, vivía para el Himalaya. Podía pensarse que es una etapa definitivamente cerrada, sobre todo porque si se marcha deja en casa a su pequeño Max, pero Edurne Pasaban nos dice que no es así, de hecho, “acabo de venir de allá, de hacer una montaña de 7.000 metros, he estado un mes fuera… A ver, sí que ser madre me ha hecho replantear cosas, la pasión por la montaña la sigo teniendo pero no puedo hacer expediciones como las que hacía antes. El cuerpo me lo pide, pero también quiero estar en mi casa. Y he comprobado en esta expedición que si el riesgo estaba en el escalón cuarto ahora lo voy a reducir al máximo posible, al escalón uno o al dos, por eso, porque tengo un hijo y las prioridades cambian”. En cualquier caso afirma que de otra forma pero sí, volveré a la montaña”.DSC_0327

“HARÍA LAS COSAS IGUAL”

Le pedimos que mire hacia atrás, cuando competía con ella misma y con otras himalayistas para ver quién era la primera supermujer que conseguía los 14 ochomiles del planeta, y que nos diga si eso le llevó a asumir riesgos que suponían cruzar los límites de lo razonable. No necesita ni un segundo para responder no solo que no fue así, sino que si tuviera que empezar ahora “haría las cosas igual. Yo no pensaba al principio en hacer los 14 ochomiles, luego me metí en esa carrera con otras chicas que estaban intentándolo, pero nunca tuve presión de la gente o de los patrocinadores, nadie me decía venga, que tenemos que ser los primeros. Creo que lo supimos gestionar bastante bien, por eso te digo que si tuviera que echar años para atrás y estuviera en la misma situación haría lo mismo”.

Edurne Pasaban ha logrado algo que muchos hombres han intentado sin conseguirlo, y es consciente de que eso la ha convertido en un referente del feminismo. “Es que, en primer lugar, es un deporte poco reconocido, y muy muy masculino, éramos muy pocas mujeres las que nos dedicábamos a esto… Sí que hubo mujeres que me precedieron no aquí sino en el extranjero, como Wanda Rutkiewicz y otras polacas allá por los años 80, luego hubo un gran parón y ya aparecimos nosotras. ¿Pionera? Bueno, pues sí, y me alegraría mucho si soy un referente para las nuevas generaciones”.

También pueden contribuir a ello el ejemplo de superación que le permitió superar una grave depresión, y su faceta solidaria, que es la que le ha llevado a su reciente expedición al Saipal, un monte de 7.031 metros situado al noreste de Nepal. La ascendió junto a cuatro mujeres de la zona para mostrar al mundo su discriminación por unas normas sociales tradicionales que las consideran impuras por el simple hecho de tener la menstruación, un gesto por el que ha sido homenajeada por el Consejo Superior de Deportes y el Instituto de la Mujer. Confiesa que ha sido su escalada más emotiva, que lloró junto a ellas cuando consiguieron un objetivo que “significa muchísimo para esas mujeres y para mí, porque he puesto un granito de arena para intentar acabar con una injusticia. Ahora queremos que esas cuatro chicas lideren la primera agencia de trekking de la zona. Eso es muy importante: que la mujer trabaje en una actividad que no sea solo el hogar”.

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