España destina cerca de 50.000 hectáreas al cultivo del brócoli, que generan 600.000 toneladas de producto fresco al año. De dicha cantidad, el 90 % se exporta a Europa, de forma que el país produce «la mitad» del total que se consume en el Viejo Continente, según datos de la asociación empresarial +Brócoli. Esta es la magnitud de un mercado que ha visto crecer de forma notable la demanda en los últimos años. Mientras en 2010 cada español ingería 200 gramos de esta verdura al año, en 2023 la cifra ascendió a 2 kilogramos. Es decir, el consumo se ha multiplicado por diez.
Según un estudio publicado en 2021 por la Universidad de Extremadura, el brócoli, tanto el destinado para el mercado en fresco como para la industria agroalimentaria, suele cosecharse a mano. Y es que la recolección debe ser selectiva debido a los diferentes estados de madurez que se pueden encontrar dentro de una misma plantación. Por eso, los agricultores identifican y cortan únicamente las cabezas que tienen un estado de madurez óptimo, sin defectos ni enfermedades, y el tamaño máximo posible.
Fruto de dichas singularidades, resulta muy difícil automatizar estas labores de recolección en el campo. De ahí que, durante la cosecha del brócoli, la carga de trabajo y el coste del personal sean «muy elevados» y asciendan aproximadamente «al 12 % de los costes de producción», según detalla el informe.
«Pero muchas veces los costes pueden incluso superar ese 12 %. Aunque en el valle del Ebro, todo lo relativo a la plantación y el riego está muy automatizado, este no es el caso del cosechado del brócoli, que requiere de mucho personal para un trabajo físico en el campo y en invierno. Esto provocaba que muchas explotaciones agrícolas abandonaran este cultivo y, por tanto, no estuviera disponible para la industria alimentaria que lo requiere», explica a Navarra Capital Paul Sánchez, director de Ventas y representante de la segunda generación d AIT (Aplicaciones Industriales Técnicas), fundada en 1997 por Mario Sánchez y Ricardo Comín.
«Vi las primeras cosechadoras en Australia allá por 2010 y estuve intentando comprar una para clientes durante dos o tres años. Pero no las vendían porque no se atrevían a garantizar su correcto funcionamiento»
Hace seis años, el equipo técnico de esta empresa tudelana se propuso abordar esta problemática. En línea con su trabajo en I+D+i para las industrias del congelado y la cuarta gama, perseguía un doble objetivo: por un lado, había que dar con el diseño adecuado de una máquina para cosechar este cultivo y, por otro, industrializarlo para que fuese rentable. Se trataba de un desafío que «numerosas empresas ya habían intentado resolver anteriormente» sin lograr una solución satisfactoria para los dos retos en conjunto.
«Vi las primeras cosechadoras en Australia allá por 2010 y estuve intentando comprar una para clientes durante dos o tres años. Pero no las vendían porque no se atrevían a garantizar su correcto funcionamiento. Nos lanzamos en 2018 después de escuchar durante mucho tiempo a nuestros clientes y ha sido un proceso duro. Nos daba respeto que muchos profesionales lo habían intentado antes en la propia Australia, Canadá o Estados Unidos, pero eso nos reflejaba un interés global real», relata Sánchez.
Al principio, el equipo de AIT realizó un trabajo artesanal, probando conceptos fabricados con «hierros, poleas y taladros». Tras lograr validar varias hipótesis, la firma optó en 2021 por aliarse con la cordobesa Moresil, que aportó su experiencia en el dominio de la hidráulica de equipos agrícolas: «Finalmente, en 2022 construimos un equipo a cuatro hileras que cubre y todo el ancho del tractor. Eso es importante para no estropear el producto, ya que lo recoge como se hace con otros alimentos. La inversión se aproximó a un millón de euros».
El primer equipo fue probado hace dos años por Congelados de Navarra y, desde entonces, AIT ha seguido incorporándole mejoras. Así, la segunda versión de 2023 alcanza «una velocidad de tres kilómetros por hora»: «Podemos cosechar grandes extensiones a un coste mínimo y maximizar la rentabilidad de una explotación agrícola con brócoli, que es un cultivo estacional. Muchas explotaciones tienen cinco o seis personas en plantilla y, para cosechar entre noviembre y febrero, necesitan unas 50 o 60 personas en plantilla de forma temporal. Así mismo, resolvemos el cuello de botella que experimenta la industria en fases previas a la elaboración del producto para lineales», incide el directivo, al tiempo que defiende este desarrollo como una «solución definitiva y revolucionaria en el sector».
OBJETIVOS DE FUTURO
En la actualidad, AIT emplea a veinte personas, que también centran su actividad en la visión artificial, el machine learning y los sistemas robóticos. En 2023, exportó el 90 % de sus equipos, sobre todo a Norteamérica, donde trabaja con gigantes del sector de la cuarta gama como Taylor Farms o Curation Foods, firma que cotiza en la Bolsa de Nueva York. Así mismo, opera de manera puntual en Asia, concretamente en países como China o Israel, y en Latinoamérica.
«Los últimos años han sido muy malos para el mercado europeo y español, tras las disrupciones causadas por la pandemia y la guerra en Ucrania. Pero parece que se recuperarán este 2024. Por eso, tenemos el objetivo este año de elevar las ventas en el mercado interno hasta un 15 %», valora Sánchez, cuya firma también colabora con industrias navarras como Virto o Florette e ingresó 4 millones de euros el año pasado.
De cara al futuro, AIT espera consolidar nuevas líneas de negocio que le ayuden a alcanzar una facturación total superior a los 5 millones en 2024: «Queremos que cada una de estas líneas funcione como una microempresa. En estos momentos, vamos a apostar por la cosechadora y una máquina para cortar fresas. Pero trabajamos simultáneamente en muchos otros conceptos. En 2023 contamos con sesenta ideas de negocio que estamos evaluando poco a poco, algunas incluso en fases muy avanzadas». Así, el objetivo de 2024 es facturar «más de 5 millones».