jueves, 25 abril 2024

Mario Sánchez, el inventor

Inconformista, autodidacta y ambicioso en el buen sentido de la palabra. Esos son los términos con los que se autodefine Mario Sánchez, los que explican su trayectoria y el éxito de una firma como AIT (Aplicaciones Industriales Técnicas), también conocida por otro nombre realmente singular: Componosollertia. Él y su socio, Ricardo Comín, han conseguido situarla entre las mil compañías que experimentan un mayor crecimiento de Europa. Y todo ello manteniéndose fieles a la idea fundacional: crear soluciones innovadoras con diferentes tecnologías para facilitar la vida de las personas.


Tudela - 4 junio, 2022 - 00:02

Mario Sánchez es un autodidacta, que ha aprendido en cada uno de los lugares donde ha trabajado. (Fotos: Ana Osés)

Quizás hemos planteado de entrada demasiados conceptos, así que vamos a empezar con orden y desde el principio. Mario Sánchez, que nació en Cortes, dice que ha tenido una vida «normal, sin grandes aventuras», marcada desde que era casi un niño por el trabajo. «En los pueblos pequeños y agrícolas, tenías que echar una mano en el campo desde muy pequeño. Eso me habituó al esfuerzo y al sacrificio«. Al ver la dureza del porvenir que le esperaba si no estudiaba, como era su intención, cambió de parecer e hizo Formación Profesional en la ETI de Tudela. Después empezó Ingeniería Técnico-Industrial en Zaragoza. «Pero no terminé porque inicié mi primer proyecto empresarial, alquilé un disco bar, como se decía entonces, en Mallén. Además, estaba trabajando en la base aérea como técnico especialista de mantenimiento de aviones, no podía con todo y tampoco encajaba lo que estaba aprendiendo con lo que yo buscaba».

Son los primeros síntomas de su inconformismo, a los que hay que sumar poco después su renuncia al negocio de hostelería. «No me gustaba, pero me resultó muy útil para aprender a relacionarme con otras personas, a conocer el lado humano de los demás«. También dejó el empleo en la base aérea y empezó desde abajo, como oficial de 3ª de mantenimiento en una fábrica de productos químicos, de la que pasó a otra empresa mecánica. Después entró en la factoría de General Motors (GM) de Figueruelas, en una explotación agrícola de La Rioja y, finalmente, en la planta que Aspil, del Grupo Apex, tiene en Ribaforada. Allí llegó a ser director técnico antes de buscar nuevos horizontes.

«Algo tenemos que hacer los empresarios para conectar mejor con la sociedad. Debe cambiar la imagen que tenemos».

Había conocido muchos sectores con diferentes tecnologías y múltiples sistemas de negocio. «Fui absorbiendo todo lo que veía. En GM aprendí los nuevos métodos de gestión que venían de Asia o cómo resolver conflictos. Me familiaricé con la digitalización, automatizaciones… He sido autodidacta». Había adquirido experiencia, contaba con un amplio bagaje profesional y con otro de sus rasgos personales, «una sana ambición«, suficiente para emprender su propia aventura empresarial si no fuera porque no tenía dinero. A pesar de todo, él y Ricardo Comín, con el que había trabajado en Aspil, decidieron crear su propia empresa. Y lo hicieron «con unas ideas muy claras desde el principio». «Nuestra meta final sigue siendo la misma desde entonces, hace ya más de 25 años: crear soluciones innovadoras con diferentes tecnologías para facilitar la vida de las personas. Queremos ser inventores».

Mario Sánchez, ante una de las máquinas de packaging que fabrica AIT.

Mario Sánchez, ante una de las máquinas de packaging que fabrica AIT.

Dicen que Steve Jobs creó Apple en el garaje de su casa. Lo mismo sucedió en el caso de AIT. De hecho, la primera sede de la firma fue la cochera de la vivienda de Mario Sánchez en Cortes. Antes de entrar en el tema, le pedimos que nos aclare por qué eligieron un nombre tan raro como Componosollertia. «Me lo preguntan a menudo, viene de que cuando fuimos a dar de alta la denominación para poder empezar la actividad. Lo intentamos con cuatro o cinco nombres y todos estaban registrados, así que nos pusimos a pensar y compusimos ese nombre con dos palabras latinas, compono y sollertia, reparar y empresa, o industria. Y las tres últimas letras, al revés, son las siglas de la marca registrada, AIT», nos explica con una risa parecida a la del niño que ha hecho una travesura.

Empezaron en enero de 1997 e inicialmente se dedicaron «a lo que nadie quiere hacer: labores de mantenimiento durante los fines de semana y cosas así». «Fueron confiando en nosotros y pasamos a hacer pequeñas automatizaciones. De ahí nos metimos en la maquinaria especial, a medida». Trabajaban para todos los sectores, «química, ocio y cultura, madera, hierro, automoción, farmacéutico…». «Estaba muy bien, pero eso genera pocos recursos porque, al hacer máquinas específicas para un cliente, era difícil que sirvieran para otro».

Por eso, vieron que lograrían más beneficios si se especializaban. «Y como contábamos con una patente de una máquina para trocear verdura y la alimentación era una industria que conocíamos bien, nos centramos en ese tema. Además, estábamos en la Ribera, donde hay grandes empresas con las que ya teníamos relación, y nos sentíamos fuertes porque fabricábamos equipos de gran calidad y que se amortizan rápidamente». Su futuro iba a ser el de «fabricar máquinas que no existían para la industria agroalimentaria».

Eligieron la fórmula de la economía social. «Compartimos sus principios y valores», destaca. También les convencieron las ventajas fiscales y ayudas a las que da acceso. «Aunque nos obliga a hacer una reserva anual superior en un 20 % a la que debe hacer cualquier otra empresa. Pero por eso las empresas de economía social son más robustas económicamente, porque tienes que inmovilizar una parte del capital en la reserva». Desde muy pronto optaron por la internacionalización. «Eso y las reservas nos salvaron cuando llegó la crisis brutal de 2008».

«La única forma real de que una empresa funcione es contar con un equipo que esté ilusionado y alineado con el proyecto».

El caso es que sin meter ruido, con humildad, han conseguido entrar en el ranking de las mil empresas que más crecen de Europa, que elabora el Financial Times. Exportan más del 70 % de la producción a 30 países de los cinco continentes. «Empezamos con las troceadoras, pero como decía nuestra vocación es hacer cosas nuevas, de modo que vamos identificando otras necesidades y eso nos ha llevado hasta las instalaciones de producción completas, digamos que llave en mano. Y en paralelo, como está en nuestro ADN, invertimos en I+D, probamos en diferentes nichos… Experimentamos, vaya».

De hecho, cuentan con varias patentes mundiales. «Tendremos al menos seis y solicitadas unas veinte, igual más. Lo que pasa es que dedicarte a la innovación implica que te equivocas muchas veces, no solo en el sentido de que no seas capaz de resolver técnicamente un problema que se haya planteado. También puede ocurrir que lo hayas resuelto, pero a un precio final que no es aceptado por el mercado. O que no hayas acertado en la definición del producto y no tenga salida. Y mantener una patente es muy caro, hay que pagar cada año y país por país. Por eso hemos abandonado algunas, hemos dejado de pagar por ellas», detalla.

Sus principales clientes son las grandes elaboradoras de congelados vegetales. «También las que se dedican a la cuarta gama. Y poco a poco van contando con nosotros empresas más pequeñas». Por otra parte, han abierto una línea de negocio dedicada al packaging. AIT da empleo actualmente a dieciocho personas y, en 2021, facturó alrededor de 4 millones de euros, pero este año no pinta muy bien… «La pandemia la hemos sobrellevado aceptablemente, es ahora cuando tenemos parón por la inestabilidad del comercio internacional. Este se basa en la confianza y ahora tenemos un mercado dominado por las tensiones. Hace un año, transportar un contenedor de 40 pies de aquí a Veracruz, México, costaba entre 3.500 y 4.000 euros. Ayer 10.400 y cambia cada día. El precio del acero inoxidable se ha multiplicado por más de tres, y las materias primas no llegan porque se fabrican en Asia…». Un mal año, vaya. «Hombre, seguramente no creceremos pero no es nada preocupante. Lo que estamos haciendo es focalizar aún más en la I+D. En 2021 invertimos más de 600.000 euros». Esa fortaleza derivada del hecho de ser una empresa de economía social ayudará también en estas complejas circunstancias, ¿no? «Sí, pero al final lo que cuenta es que la gestión sea la adecuada, sobre todo en una pequeña empresa como esta».

«Hace un año, transportar un contenedor de cuarenta pies de aquí a Veracruz, México, costaba entre 3.500 y 4.000 euros. Ayer 10.400 y cambia cada día».

En algún sitio ha dicho que tenía una gran confianza en las personas, y le preguntamos si eso no se ha traducido en desengaños. Piensa unos segundos antes de responder: «No hablaría de desengaños, al final la vida es aprender. Si algo he sacado en limpio de mi trayectoria vital es que siempre, siempre, el problema está en mí, no fuera. ¿Decepciones? No… Te planteas qué no habré sabido entender de las necesidades de esta persona para que no haya sabido hacer bien las cosas. Eso debe servirte de aprendizaje». Hace otra pausa antes de proseguir: «Estoy convencido de que la única forma real de que una empresa funcione es contar con un equipo que esté ilusionado y alineado con el proyecto. Para eso les tienes que conocer y te deben conocer tal como eres». De ahí que haya pasado por tantos empleos. «Mi padre se volvía loco, y mi mujer también. Pero, ¿dónde vas otra vez? Si ahí estás bien… Ya, pero…».

Sánchez, ante el lema que define su idea de empresa y que preside las instalaciones de AIT.

Sánchez, ante el lema que define su idea de empresa y que preside las instalaciones de AIT.

Está claro que es una persona inquieta. Lo admite, pero precisa que no toma decisiones a la ligera. «Procuro reflexionar bastante sobre las cosas que me interesan. Analizo mi misión y mi visión, mis principios… Los voy revisando. Soy inquieto por definición, porque la misión de mi vida es buscar cosas nuevas. Cuando otros se plantan porque ya dan todo por hecho, yo pienso ‘¡Dios mío, con todo lo que hay aún por resolver!’. Es que el crecimiento humano no tiene límites, no puedes parar».

Siguiendo con la definición de la personalidad de Mario Sánchez, apuntamos que también es pragmático. Entre otras cosas porque se proclama partidario de «aceptar la realidad tal cual es», aunque reconoce que resulta muy difícil porque cada uno tiene una percepción distinta y eso puede traducirse en desencuentros. «A lo que sí puedo aspirar es a mejorarla, con humildad y empezando por mí mismo. Cuando uno mejora algo, puede que influya en los que tiene alrededor».

«Tenemos una iniciativa en marcha que puede significar un cambio en la forma de fabricar de la industria agroalimentaria».

A la vista de lo que nos ha ido diciendo, la respuesta es obvia, pero aun así le preguntamos si tiene nuevos proyectos in mente. Y, efectivamente, contesta que sí. «Siempre tenemos algo en investigación y desarrollo, en innovación. Estamos planteando nuevos proyectos con Zabala Innovation, nuestra asesora. Tenemos uno en marcha que puede ser una revolución… o un desastre, ya veremos«, bromea. Pese a nuestra curiosidad no quiere dar detalles, se limita a señalar sonriente que «puede significar un cambio en la forma de fabricar de la industria agroalimentaria«.

Seguimos mirando hacia el futuro. AIT es una aventura personal de Mario Sánchez y Ricardo Comín. ¿Qué ocurrirá cuando llegue el momento de sus jubilaciones? «Mi hijo me pidió venir y le dije que por supuesto, que encantado. Además, creo que puedes hacer un buen papel, pero que te quede claro que mi objetivo es que seas feliz. Ven, prueba y tú verás. Ya lleva once años aquí y también está trabajando con nosotros un hijo de Ricardo. La intención es que se hagan cargo de todo esto, pero es algo que deben decidir ellos».

Ya hemos terminado la entrevista y, antes de despedirnos, le decimos si quiere añadir alguna cosa. Duda, se pasa la mano por la cara y compone un semblante serio antes de hacer una última reflexión. «Algo tenemos que hacer los empresarios, en la parte que nos toca, es conectar mejor con la sociedad. Porque debe cambiar la imagen que tenemos, que no es la que a mí me gustaría tener. Hay algo que no estamos haciendo bien o que no sabemos comunicar».

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