Para presentarse echa mano de expresiones propias (“me nacieron leonés”) y ajenas (“mi madre dice que nací abogado y un amigo, que responsable y mayor”). Y añade que ha ido “incrementando” ese currículum: “Soy leonés y navarro, soy muy feliz cuando voy a nuestra casa que todavía conservamos allí y muy feliz cuando vuelvo. Aunque es verdad que ya no podría vivir permanentemente en León. Y aunque abogado es lo único que desde niño he querido ser en mi vida, dediqué una parte de mi vida a la actividad pública”.
La temprana muerte con 35 años de su padre, minero, motivó su llegada a Pamplona. “Mi madre aguantó cinco años con el ganado de casa, pero eso no daba para mantener a toda la familia. Vinimos porque aquí estaba su hermana. Yo lo hice algo antes, el 16 de septiembre de 1967. Esas cosas no se olvidan fácilmente”. Estudió hasta los 14 años en el Colegio de La Salle, después en el Instituto Ximénez de Rada e hizo Derecho en Zaragoza y la Universidad de Navarra, donde se licenció en 1980. Abrió un despacho con Javier Asiáin dos años después, fue letrado del Parlamento y en 1984, ¡con 26 años!, llegó al Gobierno de Navarra. Lo hizo como jefe de Gabinete del hermano de su compañero de bufete, José Antonio Asiáin, que había sido nombrado vicepresidente.
“Abogado es lo único que desde niño he querido ser en mi vida”.
Su trabajo no era equiparable al de otros jefes de gabinete, ni de los de entonces ni de los actuales. “José Antonio y el presidente (Gabriel Urralburu) me encomendaron dos cosas muy concretas: el desarrollo legislativo del Amejoramiento y el proceso de transferencias”. Nada más y nada menos. “Las siguientes elecciones fueron el 10 de junio de 1987, y yo había anunciado a José Antonio y Gabriel, al que conocía desde que era un niño porque cuando yo vivía en Echavacoiz había una comunidad del Verbo Divino en la que él estaba, que iba a reincorporarme al despacho. Ellos eran muy optimistas, creían que iba a repetirse el Gobierno del PSOE y, mucho antes de las elecciones, el presidente me había pedido que fuera su consejero de Presidencia e Interior. Pero como el PSOE bajó de 20 escaños a 15, empecé a preparar la vuelta al despacho”. Sin embargo, la aritmética hizo que los socialistas liderasen de nuevo el Gobierno, y Urralburu insistió.
EL MÁS JOVEN CONSEJERO
“Me lo pensé, vi que era un honor y, como militaba en las JJSS desde 1975, era una magnífica oportunidad de predicar con el ejemplo. Acepté, pero les advertí de que al final de la legislatura, pasara lo que pasara, me iría al despacho”. Tenía entonces 29 años, aún es la persona más joven que ha formado parte del Gobierno y, además, fue nombrado portavoz. ¿Qué méritos había acumulado en tan pocos años para que le confiaran semejantes responsabilidades desde que tenía 26? “No sé, por currículum no sería. Yo creo que nací responsable, es el único título que me autoatribuyo. Eso y que tenía una formación jurídica ehh… bastante buena”.
“Creo que nací responsable, es el único título que me autoatribuyo”.
Objetamos que algo más habría hecho cuando le encomendaron la hercúlea tarea de levantar el edificio legislativo y competencial que todavía nos rige, pero echa el balón fuera: “No sé cuánto aporté, pero lo cierto es que había gente muy buena, un equipo de funcionarios magnífico. Había que dejarles hacer, coordinar e impulsar, nos lo pusieron fácil”.
Considera “un privilegio” ser protagonista de la política “en una etapa que es irrepetible en términos históricos. ¡El paso de una Diputación Foral a un Gobierno! Eso fue… magnífico”. Entonces le pedimos que nos diga cómo recuerda aquellos años, piensa unos segundos y responde. “Mi resumen sería: allí nos juntamos un grupo de personas que habíamos cultivado el pensamiento político y las ideas y, de repente, nos encontramos con que nos tocaba utilizar el poder que se nos había otorgado para transformar Navarra. Fue un choque brutal, saltar de los libros a la realidad”.
Medita un instante y agrega que “hubiera sido magnífico que se retransmitieran aquellas sesiones porque, aunque éramos gente que en algunos casos teníamos relación hasta de amistad, los consejos eran absolutamente profesionales. El presidente me conocía desde niño, pero no me llamaba por el nombre. Cuando me daba la palabra decía: ‘Informe el consejero de Presidencia’. Eran sesiones de materialización de decisiones ejecutivas, una tras otra, que tenían un sentido estratégico muy importante. El primer Gobierno sentó las bases de lo que hizo el segundo, intentar colocar a la comunidad en las mejores cotas de bienestar con acciones en tres grandes áreas, sobre todo, sanidad, educación e infraestructuras”.
Durante la siguiente legislatura, fue parlamentario foral y portavoz del grupo socialista, cargos que compatibilizaba por fin con el ejercicio de la abogacía. “Tenía muy claro que mi compromiso con la política iba a ser por un tiempo determinado y, a partir de ahí, a mi profesión. Salimos del Gobierno el 24 de septiembre de 1991, el 25 me incorporé a mi despacho y ahí sigo, ininterrumpidamente, en el asesoramiento de sociedades, Derecho Contencioso-Administrativo, Mercantil… Hasta hoy”.
“Salimos del Gobierno el 24 de septiembre de 1991, el 25 me incorporé a mi despacho y ahí sigo”.
DERROTAMOS A ETA
Bueno, pues rebobinamos para evocar una lacra que tiñe de malditos aquellos años: el terrorismo. Aquí la entrevista se transforma en conversación y apuntamos que, visto desde hoy, parece imposible que se produjeran tantos asesinatos, secuestros, amenazas y extorsiones, que conviviéramos cotidianamente con toda aquella brutalidad. Colín perfecciona nuestra reflexión al afirmar que “tenemos una escasa memoria, es algo muy triste y sin embargo ¡tendríamos que sentirnos tan orgullosos de que aquello acabó! Fue una victoria de toda la sociedad frente a ETA, que terminó con tantísimo sufrimiento. Era tremendo, me entristece que se olvide”.
Tras unos instantes de duda, hace otra confesión: “Teníamos miedo, pero nos esforzamos en no trasladárselo a nuestros hijos. Y hace poco, uno de ellos me recordó que, cuando era pequeño, miraba debajo del coche antes de subirse. Nunca habíamos hablado de eso. ¿Qué información le llegaría, quién le hablaría? ¿Sería en el colegio…? Bueno, ya ha pasado”. Añade otro detalle que le marcó. Fue en el primer funeral de una víctima de ETA al que asistió como miembro del Gobierno. “Se celebró en San Cernin y, al salir, un pequeño grupo nos tiraba monedas. Se me quedó muy grabado que una de aquellas personas me conocía de niño. Yo decía que no podía ser, que sabía cómo pensaba y cómo actuaba y me lanzaba monedas, como poniendo en tela de juicio lo que estábamos haciendo en esta lucha… Pero ha pasado”, insiste.
“Este país no se merece el lamentable espectáculo que se nos ofrece desde el Congreso de los Diputados”.
Mide sus palabras al milímetro, las utiliza con precisión quirúrgica. Por eso, tras preguntarle en dos ocasiones qué sintió al conocer los casos de corrupción sucedidos en el Gobierno de Urralburu y obtener un escueto “todos hubiésemos deseado que eso no ocurriera nunca”, no insistimos más. Por el contrario, se libera de ese autocontrol al pedirle su opinión sobre la actual clase política, aunque comienza dando un cierto rodeo. “Sería muy importante que hubiera alguien en la administración pública que no estuviera urgido por el tiempo político para que se dedicara a planificar y velar por las generaciones venideras. Hoy se impone la inmediatez, se busca que las acciones tengan un rendimiento al día siguiente”.
Respira hondo y continúa: “Esto resulta siempre complicado… Creo que durante la transición hicimos las cosas razonablemente bien. Los resultados han sido buenos institucional y democráticamente, también desde el punto de vista del progreso económico, porque teníamos claro que el presupuesto básico era la reconciliación. Comparar aquello con lo que ocurre hoy, tal y como se ha acelerado el mundo, es difícil”.
No obstante, Colín echa en falta proyectos de alcance estratégico y generosidad entre adversarios políticos. “Este país está padeciendo todavía una pandemia y no se merece el lamentable espectáculo que se nos ofrece desde el Congreso de los Diputados. Me parece impresentable. Si ante un virus del que nadie es culpable no son capaces de entender que se precisa un esfuerzo conjunto, si no son capaces de pasar del insulto deben irse, sobran. El ciudadano no puede soportar que añadan a su sufrimiento este comportamiento imperdonable. Les bastaría con escuchar y ser coherentes con la actuación de la sociedad. ¡Se les debería exigir que lo sean! Les hemos dado un ejemplo al asumir los sacrificios que nos han pedido que asumamos, ciudadanos de derecha y de izquierda, de centro o de los extremos. ¿Cómo es posible que no atiendan y respeten ese ejemplo?”.
FIDELIDAD Y SERVICIO
A estas alturas de la entrevista, ya ha dejado claro que es un hombre fiel a sus ideas y principios –sigue militando en el Partido Socialista- y a sus orígenes. Porque aún vive en la parte alta del barrio al que llegó desde León, con el que continúa comprometido como patrono de la fundación que gestiona el taller escuela de Echavacoiz. Además, es presidente de CoCiudadana, una asociación creada por medio centenar de personas que, “sintetizando, no somos un laboratorio de ideas al servicio de nadie”.
“Nos sentimos todos absolutamente libres y tenemos tendencias políticas diversas. No tenemos un euro de financiación pública y nuestra finalidad es trasladar a la sociedad, desde el análisis, pensamiento a través de encuentros con gente que nos parece que puede aportar cosas, encuestas sociológicas con las que elaboramos paneles de tendencias… Vamos a presentar ya el sexto. Pretendemos trasladar algo así como pensamiento ilustrado, razón, ciencia, humanismo y progreso”.
“Si me buscan, me encuentran. Si puedo echar una mano, la echo”.
Y también se mantiene al servicio de la sociedad: “Desde que me reintegré, lo primero ha sido la vida profesional. Es mi vocación y la vivo como un auténtico sacerdocio. Pero como ciudadano preocupado con lo que pasa a mi alrededor, debo colaborar con lo que me pidan. Mi actitud siempre ha sido la misma. Si me buscan, me encuentran. Desde mi partido, unos me han buscado más y otros menos, pero yo aquí estoy. Me piden una opinión y la doy con absoluta libertad y lealtad. Si puedo echar una mano, la echo”.