El olor a madera recién cortada inunda el taller de Craig Thorburn y Alastair Waugh, ubicado en Mutilva. Apoyados sobre las paredes de la empresa, tablones de diferentes medidas y variedades esperan turno para ser transformados en uno de los altavoces que ha empezado a diseñar y fabricar Saltwood Sounds a mano. «El nombre de nuestra firma significa ‘sal y madera’ porque a los dos nos encanta el mar. Quisimos expresar el sonido fuerte que emiten las olas cuando rompen en la playa. Esas que, a veces, incluso arrastran trozos de madera y palos hasta la orilla», detallan los impulsores del proyecto a Navarra Capital.
Graig, de 48 años, nació en Nueva Zelanda, donde se dedicaba a construir barcos de lujo. «Vine a Pamplona por mi mujer hace doce años. Aquí no hay muchos barcos, así que monté mi propio taller para especializarme en el mobiliario de hogar», indica.
«Nos encantan el surf, los barcos y el mar. Hemos intentado plasmar este concepto en los altavoces. Por eso tienen una forma natural y curvada»
Ahora comparte ese espacio con Alastair, un científico británico de 46 años que también llegó a la capital navarra por amor, concretamente hace una década. Ambos se conocieron a través de un amigo común: «Los tres hacemos bici de montaña y un día nos presentó».
Primero trabajó en una compañía de medicamentos y, después, se hizo autónomo. «Eso dio pie a la creación de este proyecto», aclara el emprendedor.
En este momento de la entrevista, los dos socios se dirigen al fondo de la nave. Allí, sobre la mesa de tallar, reposa su primer proyecto. «Es el prototipo que saldrá al mercado. Lo estamos terminando y va a ser el más grande que elaboremos hasta el momento, ya que desarrollamos los primeros para nuestras casas. Medirá 82 centímetros y su nombre es Finisterre«, detallan.
Los nombres de sus productos están relacionados con el mar, igual que su forma. «Hay otro altavoz que se llama como el mar de los Sargazos. Nos encantan el surf, los barcos, la playa… Hemos intentado plasmar este concepto en los altavoces. Y, por eso, tienen una forma natural y curvada, que fluye como el agua», concretan.
LA CREACIÓN DEL PROYECTO
Cuando Alastair decidió salir de su empresa para trabajar por su cuenta, llegó la pandemia. Una época que, según recuerda, fue inspiradora para él. «Pasaba muchas horas en casa y sentía la necesidad de acompañar mis jornadas con música. Así se me ocurrió proponer a Craig fabricar nuestros propios altavoces. Era el momento perfecto porque teníamos tiempo y nos gustaban las mismas cosas. Decidí formarme para conocer el funcionamiento del interior de las cajas y los elementos que necesitan para sonar bien», rememora Alastair.
Aunque se ayudan a lo largo de todo el proceso de elaboración, Craig tomó más peso en la carpintería, mientras que Alastair asumió las pruebas de sonido y el diseño interior de los altavoces. «Cuando vimos que funcionaban bien, decidimos dar un paso más y nos planteamos lanzarlos al mercado», evocan.
En aquel momento empezaron a tratar con Neal Taylor, su tercer socio, residente en Cambridge y economista de profesión. «Lleva la pagina web y el marketing. Acabamos de constituir la SL y ya podemos comprar los componentes. Es el momento de hacer el proyecto comercial», concretan los dos.
LOS ALTAVOCES
En la actualidad están preparando seis altavoces, que enviarán a distintos distribuidores con la intención de empezar a comercializarlos. Su estructura está hecha de madera de nogal, y el contrachapado de abedul. «Todos están fabricados a mano y su forma es única. Las láminas tienen cerca de 30 centímetros de grosor», especifica Craig.
Además, compran sus elementos internos a una fabrica especializada de Dinamarca: «Tiene lo mejor en materia de sonido. Queremos entrar al mercado por todo lo alto y que nuestro nombre se asocie a calidad. Deseamos que la experiencia resulte increíble para el usuario».
Pocos días antes de la entrevista, los fundadores de Saltwood Sounds acudieron a una feria celebrada en Múnich, que reunió a los mejores fabricantes internacionales de altavoces. «El más caro valía más de 3 millones de euros, estaba diseñado en China y generaba una experiencia del sonido en tres dimensiones. Era como si la banda estuviese ahí», resaltan.
«El altavoz más caro que vimos en la feria de Múnich valía más de 3 millones de euros. Estaba diseñado en China»
Para sus primeras unidades, estiman un precio de salida próximo a los 10.000 euros. «Los vamos a vender en tiendas especiales a nivel internacional. Por ejemplo, hemos hablado con un comercio de Toronto que tiene este tipo de productos. El sonido es increíble», aseguran. En estos momentos, además, están buscando ampliar sus distribuidores. «Hemos conversado con tiendas de Bilbao, Madrid, Cataluña, Burdeos o Cambridge. Si todo sale bien, comenzaremos a producir a gran escala», atestigua Alastair.
Además de los tres socios, la empresa ha cerrado una nueva incorporación para el equipo: Tom Curlewis: «Es mitad australiano, mitad de aquí. La cosa parece que va bien y decidimos proponerle trabajar con nosotros. Se encarga de los renders de los prototipos y de los diseños en tres dimensiones. Nos ayuda mucho a ver cómo serán las piezas en realidad».
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