Roberto Montesinos tenía un plan. Se mudó a Pamplona en 2017, ciudad que le había dejado “enamorado” durante una estancia de estudios, con la idea de emprender un negocio. Hijo, sobrino y nieto de caficultores, su intención era abrir una cafetería. Pero la realidad le llevó a explorar otras alternativas.
“Lo que tenía en la cabeza era un modelo de negocio bellísimo. Sin embargo, hice un estudio de mercado y me di cuenta de que aquí ya había doce tostadores. No veía entrada en un mercado muy competido, muy segmentado, donde todos los actores tenían un posicionamiento de años, más recursos, y competían de forma agresiva por las cafeterías”, confiesa a Navarra Capital.
Roberto Montesinos: “El primer año hacíamos 60 facturas por mes, ahora unas 400”.
Familiarizado con las cooperativas desde joven, dio una vuelta a su idea inicial y apostó por la colaboración. Lo hizo tras detectar una carencia que aquejaba a todo el sector en la Comunidad foral. “Todos ellos se estaban enfrentando al hecho de que el 35 % del consumo doméstico se lo estaban llevando las cápsulas. Y se preguntaban lo mismo: dónde colocar sus productos”. Decidió entonces crear un showroom, con el objetivo de dar a conocer y de vender los productos de los tostadores locales. Unos proveedores que, según cuenta, han heredado de sus antepasados el antiguo negocio de moler café. “Hay bastantes agentes en este sector y lo atribuyo al hecho de que se trata de una labor muy artesanal. Había muchas familias que se dedicaban a esto antes de que las grandes corporaciones coparan los mercados. Algunos importadores españoles que traían nueces o frutas de Sudamérica evolucionaron en tostadores de café”.
Ejemplos de ese legado se exhiben hoy en las estanterías de Indiano Café, la empresa que regenta Montesinos. También los hay en Afortunato, el negocio fundado por dos parejas: Cristina Huarte y Joaquín Ilzarbe, y María José Canalejo y Domingo Agudo. En cierto modo, se trata de la secuela de Cafés Bruno, la firma que dirigió en la década de los noventa Alicia Irujo, madre de Cristina, en la calle del Pozo Blanco. Con un toque “más moderno”, la compañía navarra se instaló en enero de 2017 en un pequeño establecimiento de menos de treinta metros cuadrados, ubicado en la Calle de Bergamín. Y dos años más tarde, justo antes de que estallara la pandemia de Covid-19, se mudaron a un lugar más espacioso en Lezkairu. Tuvieron la suerte de seguir trabajando durante los meses de confinamiento. “El área de degustación estaba cerrada al público, pero seguimos con el tueste y la venta. Además, nos tocó hacer más repartos a domicilio”, relata Ilizarbe. En su web es posible realizar pedidos desde toda España, aunque este agrónomo reivindica el contacto directo con los clientes.
Amaia Bengoetxea (Cafés Akeita): “En 1976, mi padre decidió montar un tostadero en la bajera de su casa en Alsasua”.
Su experiencia, en este sentido, es similar a la que vivió Montesinos. Durante el estado de alarma, este abrió las puertas de su comercio en unas cuantas ocasiones, pero las calles vacías le dieron una pista: los vecinos, en general, solo salían de sus casas para ir a la farmacia o a grandes superficies. Por eso optó por la entrega a domicilio. Y la estrategia, mirándola con perspectiva, le salió relativamente bien: “Durante esos dos meses hicimos 120 facturas, cuando lo normal para un mes es llegar a unas 400. No fue una gran cosa, pero siento que la gente respondió con solidaridad”, confiesa. Tanto es así que, mientras muchos pequeños comercios cerraron la persiana o se acogieron a ayudas para paliar las pérdidas, Indiano Café vivió un 2020 de crecimiento, después de unos “durísimos” inicios. “El primer año hacíamos 60 facturas por mes, ahora hacemos unas 400. Dos tercios de las ventas eran de los cafés más económicos. Ahora tres cuartos son de los cafés más caros. Los mismos clientes han cogido el gusto a los cafés más finos”, expone Montesinos.
SUBIDA DE PRECIOS
Esa expansión la ha vivido de la mano de sus proveedores, que han experimentado el auge de un nicho que ha ganado más adeptos en los últimos años. Cita el caso de Cafés Akeita, una tostadora de Alsasua creada en 1976. La hija del fundador, Amaia Bengoetxea, rememora los inicios de esta empresa: “Mi padre, Francisco Javier, es una persona emprendedora y tenía unos 20 años cuando decidió montar un tostadero en la bajera de su casa. Venía de una familia humilde. Allí vendía y atendía pedidos de hostelería. Hemos cerrado el círculo con la apertura de una cafetería, donde servimos cafés de especialidad”.
Joaquín Ilzarbe (Afortunato Cafés): “El consumidor final está dispuesto a pagar más por un café delicioso, bueno para el medio ambiente y bueno para las personas. De esta manera se consigue un sistema que beneficia a todos”.
Asimismo, Montesinos agradece el apoyo de Cafés Moreno, una firma que abrió sus puertas en 1934: “Ellos han sido de los que más nos han ayudado”, resalta el dueño de Indiano Café. ¿Otro ejemplo? La proliferación de cafeterías de especialidad en Pamplona: “Cuando llegué había una y ahora hay nueve”.
Pero no todo es de color rosa. El sector se enfrenta, al igual que el resto de la industria agroalimentaria, a un incremento en el coste de las materias primas. “Los precios han subido muchísimo. En junio hubo unas heladas en Brasil, principal productor del mundo, que generaron movimientos de pánico”, afirma IIzarbe. El gerente de Cafés Moreno y Cafés Plaza del Castillo, Jorge Las Heras, profundiza en los matices de esta problemática: “El mercado está al alza y parece que se va a mantener así una temporada, aunque es difícil saber hasta cuándo. El problemón también está en los fletes, tanto en América como en Asia y en África”.
El análisis de ambos coincide con un estudio publicado por Jonathan Morris, profesor de Historia en la Universidad de Hertfordshire. El académico explica que el precio de referencia para el café arábigo de calidad básica en la Bolsa Internacional de Productos Básicos de Nueva York ha aumentado de 1,07 dólares por libra a alrededor de 1,95. En julio, además, alcanzó un pico de 2,08 dólares.
“Tenemos brokers que luchan por asegurar suficientes existencias, tostadores que contemplan cómo traspasar los aumentos de precios a sus clientes comerciales y usuarios que se enfrentan a la perspectiva de pagar precios más altos por los productos de café domésticos”, concluye Morris. Ilzarbe, no obstante, vaticina que ese impacto “no será muy importante” para sus clientes, que ya están acostumbrados a comprar un café más costoso al que se encuentra en los lineales. Bengoechea, por su parte, atribuye las subidas de precio a la volatibilidad que caracteriza a este sector: “Lo que está pasando no es algo nuevo. Las heladas se han repetido a lo largo de los años. Sabiendo eso, lo normal es hacerte con acopio de café para que la subida notoria no te pille. Hay que estar vigilando el precio en la Bolsa. Otra cosa es el tema del transporte o el aumento del consumo en China…”.
Jorge Las Heras (Cafés Moreno y Plaza del Castillo): “El mercado está al alza y parece que se va a mantener así una temporada, aunque es difícil saber hasta cuándo. El problemón también está en los fletes”.
Montesinos, en todo caso, espera que las subidas de los precios influyan “positivamente” en quienes se encargan del cultivo. Piensa en las agricultoras Alba Alzueta y Rosa Castro, entre otras. También, cómo no, en quienes se reían de él a finales de los noventa, cuando hablaba de fermentación y de un especial cuidado de las semillas. “En aquel entonces todo el mundo buscaba aumentar la producción. Ese era el paradigma: secadoras rápidas, procesos más rápidos, menos mano de obra. No había ningún incentivo a esmerarse”, rememora.
Ahora, en cambio, numerosos caficultores africanos, centroamericanos y sudamericanos buscan obtener certificados ecológicos y de calidad: “Para ellos es una manera de salir de la pobreza -enfatiza Ilzarbe- El consumidor final en Pamplona está dispuesto a pagar más por un café delicioso, bueno para el medio ambiente y bueno para las personas. De esta manera se consigue un sistema que beneficia a todos”.
Montesinos define el denominado comercio justo en su sector como una “vuelta a las raíces” que, mezclada con la puesta en marcha de nuevas técnicas y mezclas, ha conseguido hacerse un hueco frente a un mercado “copado” por grandes firmas. De igual manera, ese regreso a la esencia misma del producto entronca con la filosofía de todos los entrevistados por Navarra Capital.
Afortunato, Cafés Moreno y Akeita tienen su origen en antiguos tostadores de café navarros que se adaptaron a nuevas tendencias de consumo. Y aunque los abuelos italianos de Montesinos emigraron a Venezuela para nunca regresar a su país natal, su nieto sí viajó a Europa en busca de un refugio que encontró en Pamplona. “Aquí me siento muy bienvenido”, concluye.
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