miércoles, 8 mayo 2024

Cooperar para vivir

Partiendo de la intercooperación celular en los microorganismos, el autor expone que este proceso es imprescindible para garantizar la supervivencia de la especie humana. Por eso, y teniendo en cuenta que "la posibilidad de un colapso social global es muy real", enumera una serie de objetivos prioritarios de cara a 2030: la descarbonización y la adopción de energías renovables, la reinvención de la agricultura con fertilizantes y bioestimulantes naturales y la "sabia" utilización de los fondos europeos de recuperación.


Pamplona - 21 septiembre, 2021 - 07:00

Juanjo Rubio. (Foto: Unai Beroiz)

La cooperación hace posible y sostenible la vida en todas sus escalas. La materia empezó a estar viva en nuestro planeta hace al menos 3.800 millones de años. Desde entonces, los microorganismos han prosperado cooperando en cada rincón de la tierra, la mar y la biosfera: comparten y transforman energía, materia e información; fabrican con las plantas el oxígeno que respiramos; compensan nuestra huella de carbono. Su equilibrio es dinámico, dramático y duradero.

Hace unos 900 millones de años, algunas células aprendieron a convivir con otras en su interior. Lo sabemos gracias a Lynn Margulis. La gran bióloga descubrió que así pueden tener más tamaño, complejidad y funcionalidad. En los animales, los genes del núcleo cooperan con los de las mitocondrias heredados únicamente de la madre, así como con las biomoléculas fabricadas en auzolan intracelular.

En biología, la cooperación desde dentro o con los de dentro se denomina endosimbiosis. Esta intracooperación hace posible que las células crezcan y se especialicen para colaborar en una escala mayor entre pares, creando seres multicelulares. Gracias a la intercooperación celular, funcionan y se comunican los sistemas y órganos que conforman los seres autónomos multicelulares. La inteligencia y la consciencia emergen también por la conversación celular en las redes neuronales.

La comunidad de células que configura cada ser humano convive con un ecosistema de microorganismos y virus. Solo el conjunto, cooperando, puede estar vivo y evolucionar. Nuestro bioma y viroma son corresponsables del equilibrio necesario para nuestra salud física y mental, nuestra inmunidad y preferencias, nuestra supervivencia y longevidad.

«Necesitamos conversación, creatividad y cultura para mantener vivas nuestras sociedades. En esa escala, necesitamos el amor, el arte y la audacia para vivir».

Desde hace apenas unos pocos miles de años, los seres humanos hemos desarrollado nuestras formas de convivir. Compartir conocimiento, cultura y compromisos es la manera de hacer sostenible la vida, cooperando en nuestra escala. Cuando optamos por competir, colonizar y controlar, amenazamos nuestra propia existencia.

Los seres humanos convivimos en el interior de comunidades y organizaciones que también están vivas. En su escala, la cooperación interna y la intercooperación organizacional son pilares fundamentales para la sostenibilidad económica y social. Las personas necesitamos conversación, creatividad y cultura para mantener vivas nuestras sociedades. En esa escala, necesitamos el amor, el arte y la audacia para vivir.

Hemos llegado hasta aquí aprendiendo de la naturaleza. Ya sabemos transformar la materia, la energía y la información. Hemos descubierto el código genético de los sistemas vivos, ya podemos leerlo en nuestros centros de secuenciación que serán capilares y ubicuos para monitorizar, por bioseguridad y salud, nuestros cuerpos, casas, centros y campos. Imprimir ADN y ARN está ya a nuestro alcance. En esta década llegaremos a comprender, diseñar y escribir genomas complejos.

«La vida humana solo será sostenible cooperando desde dentro y hacia fuera con la inteligencia y la biología artificial».

Codiseñamos con la naturaleza y fabricamos máquinas y algoritmos inteligentes que aprenden, se reproducen y evolucionan con autonomía. Nos acercamos a la singularidad anunciada por Ray Kurzweil: ya sabemos que la vida humana solo será sostenible cooperando desde dentro y hacia fuera con la inteligencia y la biología artificial. Los sistemas hiperinteligentes que hemos creado pueden reproducirse ya sin nosotros. Por eso dice James Lovelock que estamos entrando en la era del Novaceno: algún día, la especie dominante de la tierra será una superinteligencia cooperativa.

En una escala mayor, sabemos que nuestro planeta es un organismo vivo que se autoregula por la interacción de sus microorganismos con la materia y energía del sol y de la tierra. No es casualidad que fueran Margulis y Lovelock quienes descubrieran juntos que somos parte de Gaia. Desde su interior, tenemos la responsabilidad de intercooperar en la escala humana y organizacional con otras personas para dejar de desequilibrar nuestro medioambiente.

Gaia no necesita a la humanidad. Si somos incapaces de convivir en y con este planeta, nos extinguiremos. Sin embargo, la vida en este planeta seguirá latiendo en todas sus escalas, con o sin la especie humana. La posibilidad de un colapso social global es muy real. Algunas personas, organizaciones y países parecen querer aprovecharlo y acelerarlo para acumular inmoralmente una riqueza ilusoria e inventada que llamamos dinero.

«La vida en este planeta seguirá latiendo en todas sus escalas, con o sin la especie humana».

No hay tiempo que perder. 2030 es una fecha límite para la humanidad. Necesitamos descarbonizar nuestros sistemas energéticos. Hay que reinventar la agricultura con fertilizantes y bioestimulantes naturales. Nuestros sistemas de producción y distribución deben ser circulares, cercanos, colaborativos y compasivos.

Los eventos climáticos extremos y tragedias como las del Mar Menor son síntomas claros de que lo estamos haciendo colectivamente muy mal. Hay que corregir el rumbo con urgencia y contundencia. Sabemos que es posible prosperar de forma sostenible utilizando únicamente energías renovables y cooperando en comunidades energéticas en todas las escalas.

Estamos obligados a utilizar sabiamente los fondos europeos para transformar nuestro sistema económico, nuestros espacios de convivencia y nuestra sociedad en la dirección correcta y con suficiente aceleración. Se lo debemos a la juventud, que nos está prestando el dinero.

En nuestra realidad, la simbiosis es fractal. Para vivir con salud y libertad en cualquier escala, es imprescindible cooperar.

Juanjo Rubio
Ingeniero biomédico y director de la Unidad de Innovación Social de Navarra

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