Un par de sofás anaranjados y una pizarra con apuntes decoran el amplio despacho de nuestro protagonista. La luz (aunque las nubes por poco se lo impiden), atraviesa los grandes ventanales e ilumina la estancia con encanto. Nuestro invitado, sonriente, contempla el horizonte que se extiende al otro lado del cristal. “Ahí, dentro de poco, construiremos nuevas instalaciones”, anuncia. En silencio, miramos el terreno que se despliega frente a nosotras e imaginamos el nuevo laboratorio de Ingeteam, donde David Solé ha cimentado su vida profesional. Con amabilidad, nos invita a tomar asiento y a escuchar atentamente sus memorias.
Los recuerdos más dulces que habitan su cabeza se sitúan en el colegio San Cernin, donde creció. Allí, entre aulas y largos pasillos, conoció a la que pronto sería su “cuadrilla”, con la que tantos buenos momentos ha vivido. “Jugábamos al fútbol a todas horas. Era nuestro pasatiempo favorito”, rememora. Ahora, a sus 45 años, ha sustituido el balón por la pala de pádel, pero no olvida los goles que sacudían la red de la portería durante aquellos partidos.
Como alumno, destacaba tanto en las asignaturas de letras como en las de ciencias y, a la hora de escoger, aunque no lo tenía “muy claro” se decantó por esta segunda opción: “Nunca supe hacia dónde orientar exactamente mi camino, pero la ingeniería empezó a llamarme la atención y fui a por ello”. Así, estudió Ingeniería de Telecomunicaciones en la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Compaginó los estudios con la vida social y, especialmente durante el primer año, desarrolló una gran afición por los juegos de cartas. “Hacíamos campeonatos de mus. Se me daba bien, la verdad es que esa era una asignatura fácil”, ríe ahora tras recordar las carcajadas, los aplausos y el buen ambiente que desprendía el campus con esos torneos.
“En el proyecto de fin de carrera, diseñé un tratamiento digital de la señal ocular para controlar un ordenador a través del ojo”
Durante aquellos años conoció a la que más tarde se convertiría en su esposa. Entonces compartían clases y ahora comparten vida. “Tenemos dos hijas maravillosas que juegan al baloncesto. Los deportes de equipo aportan valores muy buenos, y eso es algo que siempre les hemos hecho ver”, subraya acordándose, de nuevo, de aquellos partidos de fútbol que jugaba en el colegio.
Al acabar el Proyecto Fin de Carrera, la empresa vasca Ingeteam no tardó en contactar con él. Querían que David formase parte de su equipo. ¿Por qué? Lo cierto es que su original investigación captó la atención de la firma: “Diseñé un tratamiento digital de la señal ocular para controlar un ordenador a través del ojo. Utilizábamos una cámara para trabajar con la imagen de las pupilas. En vez de usar un ratón, usábamos la mirada”.
“TODA UNA VIDA” EN LA COMPAÑÍA
“Ingeteam necesitaba un responsable de proyecto para unos clientes nuevos y me ofrecieron el puesto”, relata nuestro protagonista. Con tan solo 23 años, dirigió una propuesta para la japonesa Mitsubishi: “Querían diseñar un aerogenerador con tecnología doblemente alimentada y confiaron en nosotros”.
Después del éxito de aquel proyecto, se convirtió en responsable del Departamento Técnico de Energía Eólica y, más tarde, asumió el cargo de director en la División de Negocio de Energía. Durante más de seis años, gestionó los departamentos de eólica, fotovoltaica, vehículo eléctrico, automatización de centrales Eléctricas y servicios. Ahora, como director general, se muestra satisfecho de su trayectoria: “Mi carrera profesional pertenece a esta empresa. Al fin y al cabo, llevo aquí toda la vida, como le sucedió a Messi en el Barça”, expresa entre risas tras declararse culé.
Con dieciséis filiales repartidas por todo el mundo, los proyectos de Ingeteam destacan en países europeos como Alemania, Francia, República Checa o Polonia, aunque también despuntan en Australia y, desde hace apenas unos meses, en Chile. Cuando mencionamos este último, su mirada irradia ilusión. Pero antes de proseguir, da un sorbito a su vaso de agua y carraspea: “Vamos a participar en la mayor instalación del mundo de almacenamiento de baterías. Es un macroproyecto. Se llegarán a gestionar 4,1 GWh de capacidad”. De hecho, esta capacidad almacenada equivale a la cantidad de energía anual que consumen unos 145.700 hogares chilenos, además de contribuir a la reducción de las emisiones anuales de CO2 en más de 147.000 toneladas. Como socios tecnológicos de Grenergy del proyecto, que recibe el nombre de Oasis de Atacama, el entusiasmo de Ingeteam es casi tangible: “Estamos muy contentos. Esto supone un gran paso hacia adelante en nuestro crecimiento”.
ENTRE DESIERTOS Y OCÉANOS
Pero este no es el único gran hito de la compañía. Hace más de cuatro años, participó en el que entonces era “el mayor parque fotovoltaico del mundo”. Nuestro protagonista lo recuerda a la perfección porque viajó al desierto de Abu Dabi para conocerlo de primera mano. “Es difícil olvidarse de esos 54 grados bajo el sol y esas tormentas de arena espectaculares. Tengo esa experiencia grabada en la memoria”, recuerda.
A raíz de ese proyecto, Ingeteam diseñó y construyó una cámara de arena en su planta productiva en Sesma, donde fabrica equipos de electrónica de potencia para el sector de las energías renovables, producción de hidrógeno verde y recarga de vehículo eléctrico. “La idea era simular las condiciones climatológicas del desierto y someter a los inversores a ellas. Así comprobamos si para ellos era viable operar allá”, remarca.
Ahora, la firma también está dando grandes pasos en la industria del transporte. Poco a poco, la electrificación va abriéndose camino, de ahí que Ingeteam haya optado por ir más allá del coche eléctrico. “Ya se están diseñando camiones eléctricos y queremos aportar nuestra tecnología”, defiende tras poner los ejemplos de Volvo o Renault. Entonces le preguntamos por los cargadores de vehículo en los que nos hemos fijado al cruzar el parking de las instalaciones. “En enero ganaron el premio de diseño German Design Award. Un cargador es capaz de alimentar dos coches al mismo tiempo. Ahora queremos aumentar su potencia y llevarlo a los camiones”, concreta orgulloso.
“También suministramos nuestros equipos para la tracción de trenes o la propulsión de barcos. Muchos cruceros funcionan con nuestra tecnología”
Pero la compañía traspasa las carreteras. “También suministramos nuestros equipos para la tracción de trenes o la propulsión de barcos. Ahora incluso muchos cruceros funcionan con nuestra tecnología”, resalta David mientras se imagina navegando sobre el océano, rumbo a diferentes destinos.
Sumido en sus pensamientos, asegura que el agua se está convirtiendo en una gran aliada. Para dotar de una representación visual a sus palabras, teclea algo en su móvil y nos muestra una imagen: “Hay gran potencial para instalar aerogeneradores en el mar. Estos parques se ubicarán lejos de la población y de las montañas y creemos que es una iniciativa positiva. Nosotros nos encargaremos de suministrar el corazón eléctrico del molino”.
RÉCORD EN FACTURACIÓN
“¿Cuál es el secreto del éxito?”, le preguntamos a nuestro protagonista. No piensa mucho la respuesta antes de responder que, para él, es una cuestión fácil de resolver: “El trabajo, la constancia y la confianza en el equipo”. Con estas tres virtudes, Ingeteam ha crecido considerablemente a lo largo de su medio siglo de trayectoria. Tanto es así que, el pasado 2023, logró un récord en facturación. “Hemos superado los mil millones de euros. Esto supone un 22,5 % más que el año anterior”, especifica satisfecho.
Ahora, la compañía enfoca su punto de mira en la sostenibilidad: “La sostenibilidad es algo que tenemos que ver 100 % integrado en nuestro día a día y en nuestras decisiones. No vale solamente con decir que quieres hacer algo sustentable, lo tienes que llevar a cabo. El cambio climático es una realidad y en Ingeteam somos muy conscientes de ello”.
Asentimos y, de nuevo, dirigimos la mirada hacia los grandes ventanales del despacho. Un chaparrón comienza a salpicar los cristales, propulsado por un fuerte viento. “¡Vaya con el cambio climático!”, exclamamos. Parece que el tiempo escucha nuestra conversación. “Hay que ser responsables, necesitamos un mundo verde”, apostilla antes de despedirse de nosotras y reconocer que, en su casa, siempre tiene cuidado para no dejar luces encendidas. Al compás de un trueno que rompe el cielo, suspira: “Nuestro futuro depende de actos tan simples como ese”.