Hace unos meses comencé un trabajo de investigación en el que he tenido a PATE, la asociación de productoras independientes más grande de España, a mi lado. El trabajo en cuestión tiene -entre otros objetivos- la misión de validar un marco teórico sobre la innovación social y el desarrollo del talento a través de políticas de igualdad inspiradas por el ODS número 5. Tema sobre el que quiero hablar en esta tribuna.
A mis conversaciones con PATE y sus socios hay que añadir las que mantuve recientemente con varios profesionales del sector de la producción de contenidos audiovisuales, tanto en Los Ángeles como en Nueva York. Todos coinciden en lo mismo: en el mundo audiovisual hay perfiles que no interesan tanto a las mujeres (jóvenes con talento) porque no tienen referentes en los que mirarse. Véase, por ejemplo, el caso de las directoras de cine, que son muy pocas.
Esto, que sucede también en otros sectores, es una especie de “pescadilla que se muerde la cola”. No hay referentes en los que proyectarse, por eso el talento joven no ve que pueda llegar a desarrollarse en esos puestos y, como consecuencia, no los eligen como proyecto profesional.
Después de unos meses dándole vueltas a este tema, pienso que nos enfrentamos a tres desafíos, detrás de los cuales puede estar la solución. Nos encontramos ante un cambio social, que requiere de un compromiso y de personas capaces de asumir retos.
Cambio social. Hace unos días leía un libro escrito por la consultora de reputación Sandra Sotillo, titulado ‘La era de la confianza’. La autora explica cómo hay cuestiones que son invisibles en un momento dado de la historia. Y pone el ejemplo de la brecha salarial. Un tema que siempre ha estado delante de nuestros ojos, pero al que pocos le habían dado importancia. De repente sale a la luz y, ahora mismo, no hay quien lo pare. Por eso, toda empresa tiene que vislumbrar los cambios de sensibilidad social y ha de advertirlos porque -de lo contrario- vendrán contra ella y pueden generarle muchos problemas de reputación y -por ende- de negocio.
Compromiso social. Sí, porque no se trata solo de predecir un problema que nos pueda generar un impacto negativo como empresa, sino de plantearnos el compromiso social que ha de asumir toda empresa. Como key player de la sociedad en la que vive, una compañía ha de entender el rol que tiene y el propósito con el que funciona, su razón de existir, su motivación trascendental, tal como lo definió el profesor Pérez López en su libro ‘Las motivaciones humanas’. Este propósito ha de inspirar su negocio, sus productos, sus políticas de gestión del talento, su innovación y su desarrollo. Se ha de pensar en cómo dar voz, dar oportunidades, apostar por el talento de unas y de otros.
Es lógico que, en algunos sectores, se vea a la regulación como “la salvación” a todos los problemas. El Real Decreto-ley 6/2019, de 1 de marzo incorporó una serie de cambios en las empresas, relacionados con los planes de igualdad. De modo que -hoy por hoy- toda empresa que tenga un equipo de cincuenta o más personas deberá tener un plan. Los permisos de maternidad y de paternidad han hecho que algunas cosas cambien, lo mismo que las subvenciones o beneficios fiscales estén unidos a incluir mujeres en los proyectos.
Efectivamente, la regulación es un factor de transformación, pero su éxito reside en que provoque un cambio real. Para que esto suceda se necesita de un mayor compromiso social. El otro día, un productor de cine me decía que él ya no necesitaba de la regulación. Se había dado cuenta de que la innovación en el desarrollo del contenido audiovisual pasa por incluir a más mujeres en los proyectos, ya que aportan una visión nueva, entre otras cosas. Llevamos años sin participar activamente y, por esa razón, la mirada y el frame de los proyectos audiovisuales son distintos cuando los lidera una mujer.
Personas capaces de asumir retos. Es tiempo de valientes. Tanto mujeres como hombres han de pensar en cómo pueden ayudarse en el desarrollo de la carrera profesional. No basta solo con la normativa ni con el compromiso de las empresas y de los gobiernos. Se requiere también del compromiso individual y personal. Las mujeres no debemos tener miedo a visibilizar nuestro talento y ponerlo al servicio de otras mujeres. Los hombres han de ser capaces de pasar el testigo a colegas suyas bien preparadas y con potencial para asumir el liderazgo que tradicionalmente han ocupado solo ellos. La idea no es eliminar a los hombres del escenario, eso sería un error. La idea es trabajar en igualdad de oportunidades y con una mirada 360º.
Isabel Olloqui
Directora de Desarrollo en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra