Imaginemos, por un momento, que un marciano aterriza en medio de la bulliciosa Pamplona un día cualquiera entre el 6 y el 14 de julio. Seguramente, el ruido que acompaña a la jarana no le permitiría entender del todo bien el sentido de lo que le rodea. Sin embargo, tras un pormenorizado estudio bien acompañado de las bebidas refrescantes y espirituosas más populares del momento, podría concluir que los terrícolas, aparte de ‘estar locos’ (como dirían los inefables Asterix y Obelix) tienen una forma muy particular de sentir y expresar su felicidad.
Porque, efectivamente, somos tan raros que nuestro culmen de la satisfacción puede estar tanto en medio del ensordecedor alarde de txistularis que estalla tras el chupinazo como en ese rincón silencioso de la Plaza del Consejo que se emociona con los primeros compases de la jota a San Fermín del maestro Madurga. También se puede encontrar en ese madrugón que acompaña la carrera de seis animales mitológicos de poderosas cornamentas por las calles de la ciudad, como en su toreo de capa y verónica ya por la tarde en la Plaza. O puede ser ese sencillo bocadillo de las barracas frente al refinamineto gatronómico de estrellas michelín de los más afamados restaurantes de Pamplona.
La fiesta es universal, abierta y para todos, y eso permite que también exista El Apartado. Sobre el papel, se trata del momento del sorteo y distribución de los bureles antes de la corrida y, sin embargo, lo que se genera es un microcosmos tan particular que lo convierte en un must para todos aquellos que quieran tener su minuto de gloria y exposición pública sanferminera. ¿Qué mejor para todos ellos y ellas que El Apartado?
Porque las ventajas son innumerables. La principal tiene que ver con el sitio en si mismo. Poder disfrutar de las mejores viandas y bebidas ajeno al sol y el calor ya de por si es un atractivo de primer nivel. Sin embargo, no podemos permanecer ajenos a las múltiples ceremonias que se concitan en torno a este pequeño rincón de la Plaza de Toros.
Por un lado, está el ya comentado tradicional sorteo en el que se decide la posición en la que el toro será toreado y a quien le corresponde asumir está tarea. Por el otro, el propio ambiente que rodea y que, muchas veces, poco o nada tiene que ver con la tradición pero que, sin duda, la enriquece en la medida en que permite a quien participa de ella a estar al día de lo que popularmente se suele definir como ‘lo que se cuece’ no solo en la cultura y los negocios, sino en lo que tiene que ver con la vida de una ciudad vuelta al aire entre el 6 y el 14 de julio.
Y todavía hay más. Ese momento de brillo personal se puede completar, del 7 al 14 de julio, en el Bar Inglés del Hotel Tres Reyes con un vermú animado con mariachis o, por las tardes/noches del 8 al 13 de julio con música en el piano bar en directo; o desde la terraza del Palacio de Congresos Baluarte para contemplar los fuegos artificiales. Ahí sí estaremos más cerca de comprobar lo que nos legó el mítico escritor y periodista norteamericano Mark Twain cuando apuntó que “Para lograr todo el valor de una alegría, solo has de tener con quien compartirla y repetirla”. Pues eso, ¡a gozar de los sanfermines y todos sus espacios de ocio y diversión!