La Mancomunidad de Andia inauguró a principios de 2022 el proyecto ArteLan, orientado a fomentar la artesanía y el emprendimiento en zonas rurales y en riesgo de despoblación, como el que afecta a Abárzuza, Guesálaz, Lezáun, Salinas de Oro y el valle de Yerri. La base de operaciones de ArteLan se encuentra en un taller situado en la antigua bodega de San Isidro, en Arizala, y aunque entre sus paredes ya no quedan barricas, el olor a madera no ha desaparecido.
Allí cincela su futuro Iñaki Arguiñarena, un lutier uruguayo de 37 años que llegó hace seis a Navarra. Aún conserva el acento charrúa y no ha dejado el mate. Aterrizó en España por dos razones: la primera, su interés por conocer el origen de su familia. Y es que su padre, Jesús Arguiñarena, nació en Alsasua, pero su familia se vio obligada a emigrar a Uruguay en 1949 por falta de recursos. Allí se casó con la madre de Iñaki, Elisa Michelini, y ambos viven actualmente en Montevideo. Aficionado de Peñarol en la distancia, Iñaki se ha adaptado a la perfección al modo de vida local. Incluso acude a clases de euskera.
La segunda razón por la que vino a España brotó de su pasión por la lutería, el arte de crear instrumentos musicales de cuerda con madera y, en particular, por los de cuerda frotada (violines, violas, violonchelos, etc.). Ya desde pequeño, su conexión con la música y el arte en general era palpable. Con 18 años, ingresó en la Escuela de Artes y Artesanías Dr. Pedro Figari de Montevideo, donde tras atender clases de construcción de guitarras, escultura y talla, se enamoró del proceso de transformación de la madera en instrumentos capaces de generar una melodía. «Con este oficio mezclo la sensibilidad artística con materiales nobles para producir música a través de la física, la matemática y la ingeniería, ya que hace falta un equilibrio entre la rigidez y la flexibilidad para conseguir el mejor sonido», detalla a Navarra Capital.
Después, cuando el interés por su ascendencia paterna empezó a cobrar forma, cruzó el Atlántico y, con 27 años, ingresó en la Escuela Vasca de Lutería (Sarriko, Bilbao), donde profundizó en sus estudios. Cuatro años después, se trasladó a Navarra y hoy vive en Arzoz, con el pequeño taller de Arizala a poco más de quince minutos en coche.
LA MADERA COMO COMPAÑERA
Allí, Iñaki monta y restaura violines, violas y violonchelos. Los dos primeros le pueden llevar tres meses de trabajo, y los terceros más de cuatro. En la lutería clásica, según él, se trabaja sobre todo con pino, abeto y arce, y sus proveedores llegan desde Suiza, Rumanía, Italia, Bosnia y Alemania. Por eso, este artesano se traslada a menudo a ferias internacionales, como la de Cremona (la cuna de los violines Stradivarius), «porque siempre es mejor ver y tocar la madera». Además, es la manera perfecta de entablar confianza con los profesionales que seleccionan los árboles a cortar en las laderas europeas: «Incluso me enseñan los aserraderos».
Aunque la lutería parezca un oficio más propio de épocas pasadas, los problemas actuales también le afectan. El Covid-19 y la guerra en Ucrania provocaron un importante aumento del precio de la madera y de los combustibles, por lo que Iñaki y otros lutiers suelen visitar juntos a los proveedores. «Nos solemos coordinar varios en una furgoneta para traerla», constata para añadir acto seguido que solo encarga la madera por internet si confía al 100 % en su calidad y en que se adaptará a sus preferencias.
«Cuando la elijo, hay una parte en mi interior que ya visualiza el instrumento final, completo. Imagino el sonido, el acabado, los detalles», resalta. En paralelo, explica lo gratificante que es observar la transformación de un bloque de madera en un instrumento capaz de cautivar al público. «La madera es mi compañera de trabajo», bromea.
Tras dos años en ArteLan, cada vez atiende a más clientes de Navarra, País Vasco, La Rioja, Zaragoza e incluso Madrid: «Si el trabajo es bueno, la gente va a buscarte aunque estés lejos de los centros neurálgicos». Además, no hay muchos lutiers de cuerda frotada en la Comunidad foral…
Próximamente, viajará a San Sebastián para conocer al reputado artista Aitzol Iturriagagoitia porque, recientemente, ha terminado dos violines. De hecho, uno de ellos participó en el Concurso Internacional de Lutería de París, tras probarlo previamente la violinista bilbaína Inés De Madrazo. «Es el primero al que me he presentado y me ha servido para conocer a mucha gente exitosa del sector que empezó como yo», señala.