“Señores pasajeros, bienvenidos al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. Por favor, permanezcan sentados y con el cinturón de seguridad abrochado hasta que el avión haya parado completamente los motores”. Acto seguido, con unos aspavientos, una azafata muestra las luces y las salidas de emergencia, captando la atención de todos los viajeros. A los pocos minutos, el avión despega. Pero hay asientos vacíos. “¿Qué sucede con aquellos turistas que se han quedado en tierra?”, “¿habrán podido cancelar su billete?”, “¿la compañía les devolverá el dinero?”. Millones de dudas se amontonan en la cabeza de Iñaki Uriz, que comienza a planear un proyecto capaz de revolucionar la industria de las aerolíneas.
La primera vez que cogió un vuelo apenas tenía unos cinco o seis años. Se encontraba rumbo a Canarias, junto a sus padres, cuando de pronto le ofrecieron visitar un lugar excepcional: la cabina del piloto. Botones de colores, palancas, cables, radios superpuestas como si formasen parte de un gran puzle tecnológico… En aquel espacio reducido, todo era “de película”. “Solo conocía Pamplona, era un niño y todavía no había viajado mucho”, rememora nombrando con especial cariño su ciudad natal.
“El fútbol me daba igual, no me llamaba la atención. Tenía otras inquietudes. ¡Y eso que mi tío es Patxi Iriguibel, que jugó en Osasuna!”
Aunque tuvo que aparcar su curiosidad por surcar los cielos, Iñaki viajaba continuamente. Pero lo hacía en otro medio de transporte: la bicicleta. Junto a sus primos, solía pedalear hacia el Palacio de Mendillorri. “Mi abuelo fue la última persona que nació en él”, relata con orgullo.
De aquí para allá, entre trayectos sobre ruedas y carcajadas, regresaban a la vivienda familiar con algún que otro plan en mente. Con tres plantas, escaleras infinitas y millones de recuerdos, allí celebraban cumpleaños, comuniones y todo tipo de eventos. Pero, sin duda, el mejor momento del día llegaba con un intrépido suceso. Todos los primos cogían carrerilla y, “a la de tres”, saltaban la tapia del Seminario de Pamplona. Una vez dentro del recinto, jugaban al fútbol, aunque a Iñaki nunca le gustó demasiado. “El fútbol me daba igual, no me llamaba la atención. Tenía otras inquietudes. ¡Y eso que mi tío es Patxi Iriguibel, que jugó en Osasuna!”, expresa entre risas.
MARCAR LA DIFERENCIA
Lo “común” no entraba en sus planes. Él prefería algo que marcara la diferencia. Por eso, la originalidad siempre fue su punto fuerte: “Mis profesiones soñadas eran muy raras. Durante un tiempo, no sé por qué, quise ser cura. A veces, cuando los mayores me preguntaban, también decía que quería ser jubilado”.
Uriz estudió Ingeniería Técnica Forestal en la Universidad de Lleida; Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Cataluña; y el Master of Science in Management and Finance por la HEC París
Sin tener muy claro su camino, relata que en el colegio le atraían muchas asignaturas: “No entendía por qué la gente divide las cosas en ciencias o letras, yo las veía compatibles. Me gustaban los dos ámbitos”. Finalmente, se decantó por estudiar Ingeniería Técnica Forestal en la Universidad de Lleida. Una sola carrera le supo a poco, por eso amplió su formación con Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Cataluña y, más tarde, con el Master of Science in Management and Finance por la HEC París.
De hecho, vivió en París durante cinco años, dos como estudiante y tres como Portfolio manager en Société Générale, una de las principales empresas europeas de servicios financieros. “Me enamoré de la ciudad. Recuerdo ir en moto a trabajar y pasar por delante de Notre Dame”. Precisamente durante su estancia en la capital francesa conoció a la que sería su futura esposa, con quien ahora tiene dos hijos “fantásticos”, y a su socio, José Luis Vilar. Ambos idearon un proyecto que pronto echaría raíces (o alas) en el sector del turismo.
LA PRIMERA Y ÚNICA COMPAÑÍA EN EL MUNDO
Un noruego, un madrileño, un suizo y dos residentes en Francia. “Parece el inicio de un chiste”, ríe Iñaki cuando explica que estos cinco amigos organizaron una escapada de fin de semana a la capital francesa. “Tres de ellos no pudieron venir. Y empezamos a reflexionar acerca de que habían perdido la experiencia del viaje y el dinero de los billetes. Pensamos en hacer algo para que lo recuperasen”, añade.
El primer proyecto de Iñaki y José Luis fue Change Your Flight, una plataforma en línea para hacer reembolsos parciales por cancelaciones de vuelos
Así, comenzaron a trazar apuntes en una libreta. Entonces, José Luis e Iñaki se mudaron a Barcelona y crearon Change Your Flight, una plataforma en línea para hacer reembolsos parciales por cancelaciones de vuelos: “Si un pasajero pierde su vuelo, la aerolínea también tiene el problema de que un asiento se queda sin ocupar. Es algo que afecta a las dos partes. Saber de antemano que un usuario no va a ir es una información valiosa”.
Aunque esta compañía no despegó como los dos amigos imaginaban, sobre sus cenizas construyeron después Caravelo, una startup tecnológica que ofrece suscripciones mensuales de viajes al estilo Netflix o Spotify. “Hacemos que te puedas suscribir a un número de viajes al mes. Queremos que las personas incorporen los viajes a su estilo de vida”, subraya a sus 46 años el CEO de la firma.
La primera entidad en confiar en su propuesta fue Air One, la aerolínea low cost de la italiana Alitalia. Nueve años después, Caravelo opera con grandes nombres como Alaska Airlines, la quinta compañía de vuelos más grande de Estados Unidos: “Por ejemplo, puedes pagar 90 dólares mensuales y viajar por toda California, ida y vuelta, una vez al mes”. También trabajan con Volaris, Jazeera Airways, Saudia, JetSMART o Wizz Air.
TRES MILLONES DE INGRESOS
Satisfecho, Iñaki recalca que Caravelo es la primera y única empresa del sector que utiliza este modus operandi. De hecho, ha recibido varios premios, como el galardón a la startup más disruptiva en el South Summit de 2017 o el reconocimiento de Business Insider España 2018 como una de las veinte empresas españolas destinadas a revolucionar la vida de las personas. Fue así como despegó la firma, que anualmente factura 3 millones de euros. “Si todo sale según lo previsto, terminaremos 2024 con 5 millones”, remarca tras indicar que la plantilla está formada por cuarenta personas.
Tras recibir varios premios nacionales, Caravelo cerró 2023 con una ronda de inversión de 3,5 millones de euros, liderada por Samaipata
Con una sonrisa en el rostro, apunta que Caravelo cerró 2023 con una ronda de inversión de 3,5 millones de euros, liderada por Samaipata. “Nuestro objetivo ahora es avanzar y hacernos más grandes para servir al mundo entero”, detalla. Aunque por el momento trabaja únicamente con compañías aéreas, la firma prevé ampliar sus horizontes: “Queremos lanzar nuestro servicio en un tren español de alta velocidad. Debería ver la luz este año”.
Aunque en los planes de este nuevo proyecto no entra por ahora Pamplona, reconoce que echa “mucho de menos” Navarra. “Vivo en Barcelona y mis hijos son más catalanes que navarros, pero quiero inculcarles la cultura de la Comunidad foral. Por eso, en San Fermín nunca fallamos y tampoco en Navidades. Además, mi hija es amante de los pimientos del Piquillo de su abuelo, así que cada vez que venimos nos llevamos un cargamento entero”, concluye entre carcajadas.