Como buen pamplonés, ya desde niño consideraba los Sanfermines uno de los “eventos más importantes del año”. Fascinado, alzaba la mirada todo lo que podía para contemplar atónito a los gigantes. Aquellas imponentes figuras bailaban de aquí para allá, animando a niños y mayores a unirse a la fiesta. Con su pañuelico atado al cuello, Fermín Uriz seguía sus pasos alegre, siempre luciendo una sonrisa de oreja a oreja.
Otro de sus escenarios favoritos eran las barracas. Las atracciones y su estallido de colores y luces, la música, el ajetreo de personas que pasean de un lado a otro mientras degustan un algodón de azúcar… “Me encantaba”, suspira hoy a sus 39 años. Entre aquel feliz caos, Fermín tenía un claro favorito: el toro mecánico. Agarrado con fuerza a su lomo, apretaba los dientes y se concentraba para no aterrizar en el suelo. Pero, aunque lo intentaba una y otra vez, entre zarandeo y zarandeo apenas tardaba unos segundos en caerse.
“San Fermín siempre ha sido el momento en el que la familia y los amigos se unen. Todo es bailar, comer y disfrutar”, expresa para acto seguido remarcar que cada año intenta permanecer en Pamplona del 6 al 14 de julio. Sin embargo, muy a su pesar, no siempre ha podido cumplirlo. A veces, siendo un crío, sus padres le apuntaban a campamentos de verano. Casi todos ellos transcurrían en Francia. “Me ponía un poco triste por perderme algunos días de Sanfermines, pero aquellos campamentos me han ayudado mucho, sobre todo por el idioma”, reconoce pues actualmente reside en Toulouse.
SU “PEQUEÑO DESAFÍO PERSONAL”
En el colegio, las ciencias acaparaban toda su atención. Matemáticas, Física, Biología… “Me encantaba saber sobre los planetas, la gravedad y las leyes de Kepler. Me gustaban más los números que estudiar a Benito Pérez Galdós, aunque la Lengua tampoco se me daba mal”, rememora. Finalmente, tras conversar con varios familiares y conocidos que se dedicaban a este ámbito, optó por estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Pública de Navarra (UPNA).
“Me gustaban más los números que estudiar a Benito Pérez Galdós, aunque la Lengua tampoco se me daba mal”
Al aterrizar en la carrera, enseguida se propuso un “pequeño desafío personal”: realizarla en el menor tiempo posible. Aunque disfrutó de divertidos momentos jugando al mus y celebrando la vida universitaria, en muchas ocasiones era el primero de la “cuadrilla” en entonar ese temido “me tengo que ir a casa a estudiar”. “Ingeniería era muy dura. Incluso había un profesor al que le llamaban ‘el Binario’, porque solo ponía ceros o unos. Era una especie de tour de Francia, donde veías que el bueno lograba escapar por delante del resto mientras tú ibas a tu propio ritmo”, narra entre risas.
Al llegar al quinto curso, decidió lanzarse a la aventura y disfrutar de un Erasmus. Entonces, fue el momento de agradecer los idiomas aprendidos en aquellos campamentos de verano: “Las plazas se adjudicaban por calificaciones, y yo no tenía las mejores. Los destinos en los que se hablaba inglés siempre estaban cogidos, pero yo tenía la ventaja de que sabía francés. Eso me permitió ir a Toulouse. Allí empezó todo”.
DE FRANCIA A PAMPLONA Y VICEVERSA
Al terminar la carrera, optó por “alargar un poco más” su estancia en Francia, y realizó prácticas en Turbomeca (actual Safran), empresa especializada en la fabricación de motores de helicópteros. Cuando la formación llegó a su fin, pensó “¿y qué hago ahora?”. Entonces se percató de algo: “Vi que había muchos doctorandos haciendo su doctorado dentro de la empresa. No había visto eso en España y me encantó la idea, así que probé suerte”. Pero, al no obtener respuesta, optó por regresar a Pamplona, sin saber que poco tiempo después se le presentaría una oportunidad única.
“Me aseguro de que los componentes del motor de los aviones no se calienten demasiado”
Ya en la Comunidad foral, fichó por la navarra MTorres como Mechanical Calculations engineer. “Había un nivel técnico muy alto y muy buenos profesionales, aprendí mucho”, enfatiza. Junto a Elena, la mujer que más tarde se convertiría en su esposa, Fermín ya visualizaba su presente y su futuro en la capital navarra. “Me veía trabajando en MTorres, tocando el clarinete en alguna txaranga y completamente asentado en Navarra”, narra tras mencionar que la música es uno de sus hobbies. Pero, después de ocho meses, el principal fabricante europeo de aviones de pasajeros se puso en contacto con él: “Airbus me propuso hacer una tesis sobre Ingeniería Mecánica”.
Después de dar el “sí”, aterrizó de nuevo en Toulouse. Y allí se quedó… Desde hace dieciséis años, ejerce como ingeniero en el Departamento de Integración Motor, donde se asegura de que “los componentes del motor de los aviones no se calienten demasiado”. Bombas hidráulicas, alternadores, válvulas electro-neumáticas… Todo debe estar debidamente inspeccionado para garantizar el correcto funcionamiento del sistema.
Lo cierto es que Fermín ya está “completamente asentado” en la ciudad gala, pero siempre tiene la mirada puesta en su querida Navarra, donde todavía residen sus familiares y amigos. De hecho, junto a su mujer y sus dos hijos ya está planeando los próximos Sanfermines, pues desde pequeños les inculcó un profundo “sentimiento navarro”. “Les enseñaba vídeos de los kilikis, y ahora son muy fans”, detalla. Con ternura, sonríe mientras los imagina corriendo de aquí para allá detrás de los gigantes, igual que él mismo hacía de crío.
Esta entrevista forma parte de la Estrategia NEXT del Gobierno de Navarra.